Mariana


Un sonido oscuro y denso llenó su cabeza durante unos segundos, y mientras se deslizaba, en lo que parecía un eternidad, pensaba en Mariana.

Tomabas un café en “el boulevard”, leías un libro, o fingías hacerlo, mientras esperabas a que las cosas pasaran para poder finalmente, irte. La viste aparecer, como una imagen de sueños, iluminada por esa luz de medio día.

Te acercas, te han llamado al celular y te han dicho que lo busques, te han dado sus señas, y... finalmente, no hay nadie mas ahí. Te acercas, esta leyendo, le interrumpes, parece molesto, no es tu culpa, te acaban de avisar.

De lejos la escena es común, él espera y ella llega, se sienta e intercambian unas cuantas palabras, se levantan, con el libro bajo el brazo, se alejan.

Un hotel, un encuentro rápido, ni preguntarle su nombre, maldito apuro, necesidad de salir corriendo. Dos meses después, después de miles de horas con esa cara dando vueltas en tu cabeza regresas buscándole y te enteras: Mariana.

La buscas y le pagas, ella ni te ha reconocido, pero tu la buscas, es tuya, Mariana, con su olor a casa, con su olor a pan.

Mariana, receptora de tus odios, de tus noches sin sueño, de tus miedos, a quien, en tu mente le dices: te amo, mientras te mira sudar.

Pasaron meses en que buscaste, día tras día, a Mariana, para refugiarte entre sus piernas, meses en los que no dijiste una palabra, en los que sus silencios te matan, en los que su humedad te da vida, en los que tu vida se resume en ella.

-Estas triste- Mariana no hace preguntas, solo dice las cosas.
-No- tratas de esconderte
-Siento en tus manos la tristeza. Te vas...- Mariana no hace preguntas, solo dice las cosas.
-Si- cierras tu ojos
-Vas a estar bien- Mariana siempre suena tan segura...
-No, quizás no vuelva- Quisieras que llore, que te pida que te quedes...
Silencio.
-Me vas a extrañar?- preguntas.
Mariana se ríe, con una risa como locomotora, que te llena y te destroza.
-Puta!- le gritas. Te das la vuelta y le das una bofetada. Te mira, no llora, sus ojos de noche no tienen expresión.

Te sientas en la cama, te vistes lentamente y esperas a que te diga algo. El silencio siempre es el mismo.

Ya en el callejón, un callejón que huele a miseria, piensas en Mariana, en su olor a casa, y en su olor a pan, y lloras...

Un sonido oscuro y denso llenó su cabeza por unos segundos, y mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla, Mariana pensaba: - Puta?

Mariana guardó el revolver en la cartera, se secó la lágrima y desapareció entre los hedores del callejón.