TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Perplejo / Lucy, mi madre y la burguesía arrastrada

[C:29345]

Las mazorcas de maíz están llegando a su punto ideal de maduración. Están altas, hermosas, orgullosas como una puta cara. Augusto se abre paso entre ellas para llegar al espejo de cuerpo entero del cuarto del espejo. Lucy merodea casualmente por allí. Augusto se observa la barba descuidada.

¿Lo ves Lucy? No sé a ti, a mí por lo menos me parece que lo he logrado. Soy un hombre solitario, salta a la vista. Sí, un tipo solitario como Dios manda.

Augusto hace una pausa autocomplaciente que Lucy aprovecha para olisquearse el ano con detenimiento.

Veamos. No hablo con personas, hablo contigo como si lo fueses. Creo que es lo correcto. Y si aún no te he sacrificado es porque sabes ignorarme. No te restriegas en mis piernas, no juegas conmigo, ni tan siquiera me reclamas que te de de comer. Creo que eres autista y eso me encanta de ti.

Lucy se lame una pata hasta que sale persiguiendo algo invisible. Su carrera histérica se hace evidente por la agitación de las mazorcas de maíz.

Tengo algunos lamentables hobbies a los que me dedico vehementemente. ¿Cuántas personas concederían importancia a la belleza del maíz? Poca gente puede presumir de haber convertido su pisito de soltero en una plantación. Sé que a nadie le interesa las cosas que hago. No señor, nadie se acercará por aquí para interesarse por mí. ¿Te acuerdas del paté casero que hice para celebrar mi treinta cumpleaños? Nadie lo probó. Aún lo guardo en el congelador porque no me animo a comerlo. Prepararlo fue asqueroso.

Lucy regresa. Augusto la observa en el reflejo del espejo y chilla unos estremecedores fragmentos de un aria minimalista para estimular su cándida locura. Lucy mira hacía todos los lados desconcertada y al final resuelve que la mejor reacción es olisquearse el ano. Augusto focaliza otra vez su atención en su cuerpo desnudo reflejado; pezones, ojos, uñas y por fin: genitales. Es lo que le da la pauta para hilar sus pensamientos.

Y por si fuera poco, alimento groseras perversiones. ¿Qué sería de un tipo como yo si no fuera por mi fetichismo?

Extrae calmada y virtuosamente de un cajón cercano el tanguita estampado de piel de leopardo y trata de ponérselo sin estrangularse los testículos. Lo que es tarea imposible es contener el vello púbico en tan escaso material. Bien mirado, no importa, queda resultón.

Lucy vueve a internarse en la masa de maíz, serpentea desesperadamente entre los tallos y acaba lanzándose grácilmente por una ventana. Cae durante seis pisos hasta zambullirse en las aguas que atraviesan la calle. Su cuerpo se ve arrastrado por la turbia inundación hasta desaparecer. No se esfuerza demasiado en mantenerse a flote.

Augusto compungido, siente su pérdida. Después, se asoma a la ventana y observa el caudal de esa mañana. El nivel es alto y la corriente parece fuerte, pero apenas hay remolinos u otras irregularidades traicioneras. Hoy apetece salir a la calle. Piensa un plan divertido.

Voy a ver a mi madre. Esta vez se va a enterar. Va a quedarse con la boca abierta. Ella y sus estúpidos snobs que tanto le entretienen. Sobre todo la zorrilla de Paola, con su manicura francesa siempre recién hecha. Todavía no se ha visto los larguísimos pelos que le asoman por las napias. Y qué decir del capullo de Benito, que parece que siempre está intentando localizar al culpable del pedo que sólo huele él.

Augusto baja por las escaleras de su edificio canturreando y acomodándose la parte trasera del tanga. Los escalones están embarrados y resbaladizos, por lo que también debe sujetarse firmemenete en el posamanos. Se le pasa por la cabeza la idea de ponerse calzado, pero la desecha enseguida.

Al llegar al rellano, comprueba la temperatura del agua adelantando un pie. Está templada, aunque bastante turbia, casi fecal. Llegará hecho una mierda a casa de su madre lo cual no hará más que mejorar el efecto. Sale del portal y se sumergue hasta la cintura. Los objetos flotantes pasan rozándole como algas marinas. Le hacen unas agradables cosquillas en los muslos y el paquete.

Por favor, ayúdeme, grita una vecina demasiado débil para remontar la corriente.

Buenos días, hasta la vista.

Por favor, ayúdeme, ¡Ayúdeme por amor de Dios!

Augusto se despide con la mano mientras su vecina se deja llevar cada vez más lejos. Sol radiante, mañana espléndida. Nadie le va a robar la sensación de que será un día estupendo. Una bolsa de plástico se le enreda entre las piernas. Avanza a favor de la corriente cuidando de no ser arrastrado y manteniendo el buen humor ante todo.

La madre de Augusto es muy pequeña. Los pellejos le cuelgan como serpentinas empapadas de alcohol y vómitos después de una noche de fiesta. El rictus de su boca se derrite hacía abajo en una mueca de vetusto desprecio. Es una anciana egoísta y muy poco interesante intelectualmente. Pero rica, muy rica. Nueva rica. Su casa es un palacete burgués ideal para cócteles. Casi siempre se celebra algo.

Según se va acercando a la verja de entrada, se arregla los pelos del pubis y las nalgas para que asomen por fuera del tanga caprichosamente. Sumerge todo el cuerpo en el agua marrón con tropezones. La cabeza también, muy bien. También agarra un trozo de papel mojado y se lo pega al cuerpo, debajo de la axila. Perfecto.

Le extraña que no haya vigilante de seguridad en la entrada. Mejor, más fácil, no lleva el carné de identidad encima. Dentro de la finca, el agua está estancada y resulta menos fatigoso avanzar. Ya en la puerta, llama y no sale a recibirle la críada. Normalmente se asoma para invitarle a que se retire de parte de su madre. Hoy no. Llama de nuevo y espera pacientemente rascándose un cojón.

¡Pero hijo! ¡Pareces una maricona asquerosa! Anda, pasa.

Augusto no lo puede creer, su madre le recibe. Ya dentro, no ve a nadie, ni al servicio ni a la masa rugiente de invitados. Y él que se encontraba francamente espléndido para la ocasión. ¿Qué hubiese comentado Benito al respecto?

Madre, hoy la casa está muy silenciosa, ¿Se han acabado las drogas?

Cállate la boca gilipollas. Y quítate eso, da asco. ¿Pero cómo has venido hasta aquí con lo alto que estaba el nivel del agua hoy?

Augusto se quita el tanga algo frustrado porque toda su estrategia ha resultado absurda. Lo deja caer aburrido. Instintivamente, se tapa las vergüenzas con una mano porque a partir de una cierta edad una madre no debe verlo todo.

Por cierto, madre. Dirás lo que quieras de mi modelito, pero tú pareces una prostituta barriobajera. Estás muy decrépita, no deberías llevar minifaldas por encima de la rodilla. Y ese escote, por Dios madre, si no fuera por tu flaccidez enseñarías los pezones. ¿No puedes recatarte un poco? Y esos tacones... Ay, Dios Santo, que... asco.

Pero cabrón, ¿Cómo le dices eso a tu madre? No tengo más ropa, gilipollas. Pero mira, tienes razón; esta ropa se la he quitado a una puta. Ayer, cuando bajó el nivel de las aguas, salí al jardín y vi a la putilla encallada en la fuente de Afrodita. Estaba en mi propiedad, así que la ropa es mía.

No tienes conciencia madre, robarle la ropa a una mujer ahogada.

En realidad sólo estaba inconsciente. Respiraba, creo. En el carné ponía María, ¿Qué cosas no? Vaya nombre para una puta. Hoy está la inundación muy crecida. La habrá arrastrado por la verja de atrás porque esta mañana miré por la ventana y ya no estaba. Era negra con el pelo teñido de rubio. Horrible. Fea de cojones.

En fin... ¿Y cómo es eso de que no tienes ropa?

No tengo nada. Ni ropa, ni empleados, ni amigos, ni nada. Se lo ha llevado todo la puta inundación. Todo se ha ido flotando delante de mis narices. No me queda nada, ni una mala braga que ponerme.

Lo noté por el slurps slurps que hacías al andar.

No te rias de mí, desgraciado. Hijo mío, estoy mal. Estoy sola.

Y a mí se me ha muerto Lucy. Bueno madre, me voy a regar el maíz.

No te vayas, quédate conmigo. Por favor, Augusto. Quédate a vivir, hay mucho sitio de sobra. Si no te quedas, me tiro al agua y que me lleve a mí también de una puta vez.

Augusto siempre se despide con la mano derecha que es la mano con la que se estaba tapando los genitales. Tiene que hacer una rápida prestidigitación.

Adiós madre.

Texto agregado el 08-03-2004, y leído por 672 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
09-08-2008 Pues vaya qué gusto. Me parto el pecho. justine
14-03-2008 cabrón, ya me hice fan. Aristidemo
14-03-2008 jejejeje... me sacaste una sonrisa (aunque pobre Lucy) colomba_blue
20-01-2005 el sueño de la razón produce monstruos... GENIAL, insisto. el_escritor_involucionado< /a>
12-06-2004 Una secuencia de sueño digna de una realidad alterna del Cirque du Soleil. Buenísimo. Voy por otro! Tejedor
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]