Usted, en medio de estos días aciagos, calma con su sed de mujer envolvente el torrente de lágrimas burdas que desencajan mi rostro de viejo inútil recién parido. Usted es lo más parecido a una lluvia ácida y yo, a un paraje aburridamente verde, que busca algo de acción en medio de las vacas del poeta Zurita, perdidas en la lógica de unos determinados cuadrantes que, ahora mismo, no recuerdo bien. Usted es el norte que busca mi sur. Ese espacio finito donde ángeles bien y ángeles descarriados se sientan a conversar sobre sus metafísicos devenires. Probablemente se incomode pero debo admitir que Usted es yo, varios años antes desde mi última reencarnación, y tal circunstancia explica que a esta misma hora y en distintos lugares, estemos siendo arrebatados por una extraña sensación de pertenencia. Si así lo estima, acuda Usted vestida de verde esperanza a la primera esquina que se le venga en mente. Yo estaré allí, impertérrito, vestido de riguroso negro, esperando el momento de poder abrazarla y perder en ese abrazo la media vida que he llevado durante todo este tiempo.

(Veré como su silueta se desprende no de su cuerpo sino de mi alma.........)