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La viuda negra colgó su teléfono y sonrió complacida. Su macho venía en camino y esa noche cenarían una gorda mosca que se conservaba viva para la ocasión y habría en su delicada y traslúcida red un desenfrenado enredo de patas, un hartazgo de caricias y besos, palabras románticas y por último…

El macho venía bajando por la pared, perfumado, recién afeitado y con sus pelitos del abdomen prolijamente engominados y erizados, lo que le daba el aspecto de un popular roquero. Para calmar en parte su nerviosismo, entonaba una melodía que decía algo así:
Atrápame en tu red y devoraméeeeeee- dándole a su voz esas inflexiones que están de moda últimamente y que tienen a Crhistian Castro como su mejor exponente. Era tal su contento que ensayó unos pasos de tap, movió sus patas delanteras como haciendo la ola y de paso se bebió de un sorbo una gota de licor que había sobre una mesa.

La viuda negra se puso encima un negligeé que había mandado a confeccionar con unas cuantas alas de moscardón y a decir verdad se veía extremadamente sexy. Además se había sometido a un régimen para adelgazar que no le permitía comer más de medio insecto al día así que andaba muerta de hambre pero feliz porque había bajado varios miligramos. Lo que más la torturaba era pintarse los miles de ojos que poseía y para lo cual debía gastarse una fortuna en rimel.

Cuando la puerta sonó, ella se estaba colocando el último par de medias de los cuatro que usaba y gritó con voz que intentó ser melodiosa:
-¡Ya voooyyy!
Afuera, el macho, acicalado, pequeñito y pesando treinta veces menos que su amiga, era el estereotipo ideal que cualquiera araña se hubiese querido manducar. Para lindar en la cortesía más extrema, llevaba un ramo de minúsculas flores en una de sus patas. En realidad con ello mataba dos pájaros de un tiro porque luego de realizada la cópula, sería devorado por su gigantesca amante y esas mismas flores serían luego colocadas en su propia tumba, en la cual se colocaría el siguiente epitafio: “Siempre supo que su calentura lo llevaría a la tumba”

Se sirvieron a la mosca mirándose a sus ojos y era como si estuviesen en un estudio de TV, en donde las miles de imágenes se superponían unas a otras para conformar un todo coherente. Más tarde bailaron una tarantela, seguida de una gotita de ron por cabeza. El macho como que se anduvo caramboleando por lo que le pidió a la hembra que lo dejara dormir un ratito. Y antes de recibir su aprobación, se estiró cuan largo era sobre la red reclinable tipo box spring y se quedó dormido de inmediato.

Cuando despertó, ya más despejado, se dispuso a cortejar a su hembra y sostener su primera y última batalla con toda la entereza y dignidad que el caso ameritaba. Se preparó espiritualmente para esa ceremonia en que el sería el kamikaze y su contendora la versión femenina de Hannibal. Se frotó sus ojos y transcurrieron dos horas antes que terminara dicho ejercicio. De la hembra ni luces. –Se debe estar preparando para comerme dijo y ensayó uno de sus requiebros para seducirla y dejarla satisfecha, en lo sexual por lo menos por que en lo corporal sería un simple canapé para esas descomunales fauces de su comprometida.

Cuando ella apareció, grande, tan etérea como una bolita de cristal de esas llamadas ojito de gato, el se descompuso. La marcha nupcial comenzó a sonar como era ya usual en estos casos y él, valiente y desenfadado tomó la iniciativa y enlazó trabajosamente con sus patas delanteras el ancho talle de ella. Sintió su temblor unido al de ella y esas dos telúricas manifestaciones fueron sólo el preámbulo de algo que difícilmente puede describirse.

Sudoroso, con su engominado look hecho un desastre y extenuado hasta decir basta, el macho le susurró a su pareja: -Ahora te toca a ti. Devórame que deseo morir en tus brazos y que la progenie sea numerosa para que me recuerdes en cada uno de esos rostros. Entonces la hembra comenzó a quitarse despaciosamente su rimel, se sacó unos postizos de debajo de sus tules hasta quedar tan pequeña como el macho. El la miró con ojos desencajados. ¿Qué estaba ocurriendo? Muy pronto se dio cuenta de todo: ella no era ella, era él, un macho homosexual y travesti por añadidura, un tipo que había jugado con su honra y que ahora, lejos de culminar el acto, se marchaba de su vida sin dejarle ni tumba, ni epitafio, ni descendencia.

Dicen que se puede ver a ese macho frustrado en horas de la tarde, cantando con voz lastimera un estribillo que dice así: -Devuélveme lo que me robaste, mujer ingrata que prefiero morir de amor que de vergüenza…

Texto agregado el 29-02-2004, y leído por 621 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
02-03-2004 Una viuda negra que no mata, que no sigue la regla común, que va disfrazada, pero resulta ser "un despreciable travesti" siento tristeza, acaso tengo derecho a juzgar a un homosexual, a un travesti?. Huelo un cierto repudio en tus letras por los que son diferentes, tal vez nuestra generación reprimida, somos hijos de las dictaduras, somos cuadrados y hemos llevado al caos a quienes criticamos y de quienes nos burlamos. Tu texto me ha dolido y mucho. FaTaMoRgAnA
01-03-2004 jajajaja. Estupéndo! No solo por el parecido con tantos hechos de la cotidianidad, sino también por el modo muy peculiar con que expresas cada detalle y delíneas cada imágen! Besos y estrellas shou
01-03-2004 Magistral, como siempre. Desde la desripción de la anatomía arácnida, hasta el sorprendente final que, sin duda, cambia a nuestro amigo en un gayaracnofóbico para el resto de sus días. O a lo mejor le gusta la experiencia y anda buscando arañtas por el espacio hasta encontrar una peluda.... rodrigo
29-02-2004 Otro de antropofagia, sigue con ellos que nos sirven a todos de terapia, con lo difícil que es encontrar grupos de apoyo para víctimas de canibalismo. Saludos. Al_Dope
29-02-2004 Jajajja muy bien, cualquier parecido con la realidad es solo mera coincidencia jaja besotes AnaCecilia
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