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Inicio / Cuenteros Locales / serki / La Tumba Está Vacía. Cap. I ( Novela De Terror )

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‘’Se ha levantado, y su tumba está vacía’’. Capítulo I:


Entre tinieblas,
se hizo la noche.
La luz se desvaneció.

El ángel vaga por las calles,
en la oscuridad.
Condenado ángel,
tus victimas buscas.

Las pupilas del mal,
¡Señor aquí todo anda mal!
Los fieles imploran,
las iglesias se caen.

En el cielo una luz vislumbro,
en la silenciosa noche
el sol asomo...


Cuando Lali, cansada y dándole vueltas a una idea, quiso levantarse de su silla, se dio cuenta que no podía hacerlo, su bombacha le molestaba, pero no estaba segura, o no era su bombacha, tenía la súbita impresión, esa que de un modo era la idea que, no sabia ella en ese momento si le inquietaba mas de lo que acechaba, un leve escalofrío.
Como un impulso maquinal la movió de su asiento hacia la puerta, como un horror palpable y real, el picaporte de la puerta sudaba gotas de ácido, y su cuerpo temblaba como una gelatina viscosa, entonces vio que una silueta indefinible se recortaba detrás de la puerta entreabierta. Giró su cabeza sin poder levantarse de su silla y no vio a nadie, sin embargo, sentía una presencia que no asemejaba la suya precisamente. En su confusión una maraña de dudas le asaltó y su motivación interior sufrió una conmoción, múltiple choice mental. Luchó por no dejarse llevar demasiado por sus emociones primitivas, como cuando pudo ponerse de pie y mirar hacia la puerta, de donde provenía el sonido espectral, su imaginación jugaba espejismos de malas pasadas, hasta le parecía que la luna le sonreía maliciosamente, en su delirio escuchaba ruidos extraños, así que hizo un pequeño esfuerzo y se incorporó apoyando su mano temblorosa en el respaldo de la silla, el silencio reinó absoluto en la habitación y no se escuchaba ni el croar de una rana semoviente. Comprobó que detrás de la puerta no hubiese nadie, tenía que ir al baño, y ya se alteraban sus nervios al borde del ataque, sin embargo, detrás de la puerta no había una silueta; aún no se volvía loca del todo, sus pequeños desvaríos: manifestaciones durante la noche en una habitación con tenue y sombría luz. Pasa inadvertido pero si está, supone que la observan, siente miedo y sus dientes rechinan, y da un paso y luego otro, enseguida retrocede un paso y la mueca de horror es espantosa en su rostro y en el aire. Cree estar viendo la silueta esta vez, amenazadora y hostil, cree ver dos ojos como botones luminosos, en realidad se parecen mas a faroles fosforescentes, que tanto le atormentan, involuntariamente apoya su dedo índice en el interruptor de la luz y desgraciadamente, la lámpara que ilumina la habitación sufre un shock imprevisible y la cama levita en un remolino espectral. El pánico que Lali sintió fue como nunca antes atroz lo sintió. Sintió una fuerza invisible que le apretaba las dolientes venas al tiempo que la niebla cubría los sectores menos luminosos y mas lúgubres. Debía calmarse, no podía moverse con facilidad, la habitación permanecía en la oscuridad más absoluta y feliz se filtraban puntos de luz a través de la inmunda persiana, lo que no le daba ninguna seguridad. Sintió una corriente de aire gélido, y se despertaron sus temores de ultratumba, lo que sentía no era muy veraniego y le parecía estar dentro de un frigorífico demoníaco, debido a la baja temperatura predominante del ambiente en donde se encontraba.

Se acostó y rezó su plegaria, palabras que buscan el oído lejano en la oscura habitación. No paraba de musitar una larga sarta de cadena de palabras incoherentes, lo que demostraba que su plegaria pretendía ser extensa, además de confusa, buscaba las palabras correctas. Sus párpados se cerraron con la suavidad de bajar las persianas. Se pegaron con la sensación de no poder abrirlos jamás. De entumecimiento del cuerpo. Dormir con los pies hacia la puerta para salir más rápido. Pensó en el ataúd y el consejo del cuidador del cementerio: ‘’Duerme con tus pies hacia la pared, deberán romper la pared antes de llevarte’’. Inevitablemente no se sostenía una solución más confiable, los engendros del más allá siempre se las arreglan cuando les gusta su víctima. Saborear la carne joven y deleitarse en el corrosivo estado de tu espíritu. Lali se dirigía todas las noches al cementerio y mantenía largas y efusivas charlas con el cuidador. Un viejo barbudo de aspecto siniestro, no parecía tener ojos, despedía un olor insoportable y su pelo canoso no daba muestras del paso del tiempo. A Lali le daba seguridad la respetabilidad de su experiencia con los muertos. Los conocía de memoria, se había encariñado con ellos. Eran su familia. De tantas visitas al cementerio, lo sentía su hogar y añoraba estar con los suyos, y el cuidador un buen conversador la guiaba entre las tumbas, señalándolas con su dedo, y contando en cada parada como se deshicieron de la vida mortal de cada uno de ellos, en trágicas circunstancias del inconmensurable e inevitable destino.

- No creo en el destino Lali.
- ¿Por?
- ¿Ves esa tumba de allí? Ese pobre hombre murió de fiebre amarilla. Ese no era su destino.
Caminaron unos pasos mas…
- ¿Ves esa tumba de allí? Esa pobre mujer vio morir a sus hijos en manos de un horrible engendro de la muerte y luego se mató decapitándose ella misma con un machete.

A Lali le interesaba mucho una tumba en particular, de alguien que murió en desagradables circunstancias, así que después de visitar y recorrer mil tumbas, sus ojos se abrieron ampliamente y se quedó petrificada observando la pared de la tumba número 1000. En el epitafio se leía: Aquí yace el cuerpo de una persona que ha vivido toda su vida con sus pies en el mas allá.

- ¿Que significa eso? Preguntó, sin entender lo que quería decir tal oración.
- Cuando las personas rezan, a su dios, a los dioses, a los ángeles, a los demonios, porque hay de todo en este mundo, cuanto mas rezan mas cerca están de la muerte y de convivir con ellos.
-¿Cómo?
- Es una vieja superstición de este lugar que se ha convertido en leyenda, y en la que muchos creen. El viejo tosió y se llevó la mano a la boca. No debería contarte esto, creo que sería mejor que…
De repente se escuchó una voz de ultratumba…
- ¿Que fue eso? Lali gritó espantada refugiándose detrás del viejo que temblaba de miedo y sostenía con firmeza su querida pala de enterrar.
- Lo mejor será que excave para cerciorarnos que son los muertos y nada más que eso. Tú quédate quieta ahí y no hagas ruido.
- Lali obedeció.
- Si eres de rezar no temerás a los muertos.




Oración de Lali:

Muertos, protejan esta mi alma, al soñar, soñadora, he sido mala contigo lolito, te he engañado de la mas cruel forma en mi frío corazón pelita, te he martirizado por años serwito por favor concédanme el descanso para poder dormirme esta noche de insomnio y monstruosidades en mi mente las mas oscuras pesadillas a punto de surgir en mis malos pensamientos. Por la gracia de los santos, la sangre de los mártires y las alucinaciones de los ángeles déjenme dormir en paz esta noche. Que las criaturas del averno no atraviesen la pared y mas no me toquen desearé el bien a sus aventuradas almas y la providencia divina del santo espíritu que oscurece con su manto sagrado la luz de la habitación y como una rosa en mi pecho se claven tus espinas Jesús si esa es tu voluntad corona de espinas sangrantes como encías podridas, pero por todos los Dioses juro que no les haré mas daño estando muertos y encontraré sepulturas para que sus almas descansen en paz como yo quisiera hacerlo esta noche!

La noche anterior soñó lo siguiente (El primer sueño):

El ataúd.

Cuando se dispuso a dormir, y apagó la lámpara, se quitó su remera, sus pantalones y sus medias, y luego se acostó sobre la cama, en total oscuridad, un sofocante calor se dispersó por toda su habitación, imposible de respirar, una niebla de muerte penetraba por debajo de la puerta que se mecía entreabierta. Aún no sentía la pesadumbre del sueño, siempre se dormía rápido. Pensó en las cosas que había hecho durante el día, y en las que tendría que hacer cuando despierte, no eran tantas cosas ni tan importantes, pensó en sus seres queridos, y en sus amigos, y en alguien de sus íntimos afectos personales.
Sus pensamientos desaparecieron y ya se dormía cuando escuchó que la puerta se movía, sintió que un frío infernal recorría todo su cuerpo, y vio cierta luz , una lámpara en la calle que no le molestaba, las persianas seguían cerradas, de abrir la ventana la luz le alumbraría. Se levantó y fue al baño, cerca de su pieza, a oscuras, donde se lavó las manos y la cara, orinó y volvió a su cama. Escuchó una música algo extraña a bajo volumen que venía de la calle, de un auto de alguien que pasaba, -tengo que dormir- se dijo, perdiendo la paciencia, mañana tengo que disfrutar del día, mantuvo los ojos cerrados lo máximo que pudo, y los tuvo que abrir, sintió una cosquilla en los labios primero y luego cerca de la nariz. Después sintió comezón en una de sus piernas, y se rascó hasta que la picazón desapareció. Dormir boca arriba es lo mas aconsejable pensó, y ya había dormido boca abajo, de costado, hacia ambos lados, y esta vez dormía boca arriba y sin taparse por el sofocante calor. La almohada bajo su nuca le rendía un sueño angelical. Sintió una ráfaga de aire gélido que le intranquilizó de momento, pero no perdió la calma, la sábana junto a sus pies terminó en el piso. Lo mejor era intentar dormir. Se mantuvo boca arriba, con los ojos cerrados, brazos extendidos y ambas palmas de la mano abiertas y hacia arriba, intentando dormir. Recordó que existía un método para dormir en paz, consistía en contar, hasta un número, el que quiera, y así dormiría bien, a veces el sueño tardaba en venir y a veces no llegaba nunca. La mesita ratona que tenía cerca se movió misteriosamente y el ruido le hizo perder la cuenta que llevaba mentalmente Abrió los ojos y en su cara se veía el miedo, que aquel que viese su expresión sentiría mas miedo que la propia persona asustada en una circunstancia como esta.
Sus párpados pegados en el techo de arriba del postigo de sus ojos y mirando violentamente hacia la mesita quieta ahora. Una ilusión de los sentidos pensó y volvió a recostar su nuca en la almohada para dormirse. Su cuerpo comenzó a transpirar, se quitó la remera, y le quedaba su ropa interior, también se la quitó. Se levantó de la cama y fue hasta la puerta y la cerró con llave, volvió a acostarse. Esta vez con su cuerpo hacia la izquierda, pero recordó que dormir aplastando el corazón no es bueno, muchos han dormido así y no han despertado jamás. Se acostó mirando hacia la derecha entonces, su brazo apretando contra una de sus costillas, lo sintió ahora más dormido que el resto de su cuerpo. Se puso boca abajo, el colchón le molestaba la parte de abajo del cuerpo, si entienden a lo que me refiero. Volvió su cuerpo hacia arriba y una suave respiración soltaba de sus labios, pronto comenzó a hacerse profunda. Su corazón, taladrando a intervalos regulares y golpeando desde adentro de su pecho como si quisiera desprenderse del cuerpo. Quiso calmar su agitada respiración, y comenzó a inhalar y exhalar aire contaminado una y otra vez para liberar tensiones musculares. Unas manos invisibles tocaban su piel, y sintió que le tocaba el alma, el frío envolvía la pieza en que dormía. Sintió que no podía mover el cuerpo. Solo los ojos que observan la oscuridad de la habitación, donde nada se ve. Un sueño le hizo dormir. Una pesadilla le hizo despertar. Vocalizó un grito y no había nadie a su lado. Había sido una pesadilla así que volvió a recostar su cabeza en la almohada. La almohada se corrió y su cabeza quedó apoyada en el colchón. La almohada cayó al suelo. Cuando estaba por dormirse, el colchón ya no era un colchón como el de antes. Comenzó por su espalda un rasguño que le perforaba, pasó por sus muslos y llegó hasta sus pies, lo que sintió. No podía salir de la cama, una siniestra fuerza se lo impedía. Los esfuerzos por liberarse de aquello que le torturaba el cotidiano descanso le imposibilitaban el sereno descanso.
Cuando por fin abrió los ojos, seguía siendo de noche, y no podía ver nada ni escuchar nada, era demasiado tarde, ya habían enterrado el ataúd. Nunca nadie supo si con un cuerpo adentro o vacío.


La nota decía eso, Lali había garabateado con mano temblorosa y bajo pulso febril la oración porque creía que nadie la escuchaba esas incoherencias, y no me extraña, por palabras de Lali, que quisiera olvidarse de los epitafios leídos en las mil tumbas junto a los gusanos y cadáveres ya descompuestos, a excepción de una media docena que el buen cuidador del cementerio conservaba frescos en la cripta de los féretros reales del cementerio. No todos podían estar allí. Pocos cadáveres, los elegidos, y esto se remonta a la siguiente historia que el decrépito viejo me contó recordando cuando era joven excavando tumbas:

Ni bien hubimos terminado la preparatoria, que por otra parte, resultó difícil de llevar a cabo, aunque es cierto que hay incontables cadáveres, no es sencillo conseguirlos. Así que ni bien estuvimos cerca del cementerio, plena noche, de luna llena, comenzamos con nuestro propósito principal, desenterrar cadáveres. Debíamos llevarlos a una casa ubicada en la cuesta de una colina, a la que se accede por un camino de frondosa vegetación a ambos lados, cuesta arriba y calle polvorienta. No es para menos que mi amigo se sintiera cansado de tanto andar con un muerto sobre sus espaldas, lo cierto es que tuve que ayudarlo, no solo a desenterrar los especimenes, también a embalsamarlos, para que no se pudran. Estábamos en la casa con un muerto sobre la mesa, una mesa rectangular pero sólida, estable y segura. Allí apoyamos el finado, casi en plena descomposición putrefacta, pero nuestra tarea fue brillante, y en pocos minutos, veinte de reloj, el cadáver quedó embalsamado, por nuestras propias manos. La ligereza con que mi amigo frotó el asqueroso líquido fue extraordinaria, más aun que la brillantez opaca con lo que pensó todo. No íbamos a revivirlo, nuestras intenciones se estancaron simplemente en embalsamarlo, y no solo a ese, sino a muchos, esa era nuestra idea original, lamentablemente, algo salió mal, no lo esperábamos... una sirena aulló a lo lejos, y nos dio aviso del visto bueno que se trataba de la policía, así que tuvimos, que esconder el cadáver en un armario y apagar las luces de la casa, nosotros nos tumbamos boca abajo en el suelo. El patrullero por suerte siguió de largo sin percatarse de nuestra presencia en la oscuridad. Luego encendimos las luces, y volvimos a poner al muerto sobre la mesa, ya a esta altura solo nos quedaba ponerlo de estatua y de eso me encargue yo, lo paré y allí quedo adornando el comedor de la vieja casa, bonito, pero desgarrador, porque parecía que nos estuviese mirando, aunque no podía moverse, miraba fijo y de frente. Yo que de anatomía se lo suficiente, no escatimé propuestas para que se quedara allí, y mi amigo tuvo la descabellada idea de que fuera puesto en una plaza publica como estatua modelo. Lamentablemente esto no pudo ser, ya que las autoridades competentes no estuvieron de acuerdo. Lo peor de todo fue que el compuesto químico que usamos para embalsamarlo fue el responsable de que el embalsamamiento no durara tanto, y el cadáver momificado cayó al suelo como alguien a quien le cortan una pierna, no pudimos ponerlo de pie, y tuvimos que volver a enterrarlo, allí en la tumba numero diez.


Continuará…

Texto agregado el 12-04-2007, y leído por 539 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
13-04-2007 Me fascinan los temas paranormales; quizás, por que, he tenido experiencias reales de éste tipo, que se asemejan a las relatadas por tí, en ésta historia de terror. Interesantísimo! Estaré esperando la continuación. yetsenia123
 
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