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Con tu puedo...cap 30
Piedra en el zapato.

Fernando Gómez, sabe que hay cosas a las cuales no se podrá oponer siempre, con algunas sólo gana tiempo. La escuela es una de ellas, o él lo hace o será el Ministerio, eso le han dicho en más de una ocasión en Iquique. No le importa que los mineros se llenen de ilusiones. Lo que sí le importa es incrementar urgentemente la producción. Si trabajan contentos se sacará más mineral. Ve con preocupación que se le ha metido una piedra en el zapato. Debe sacarla y lanzarla lejos. Es Alamiro.

Una huelga en los próximos seis meses sería fatal, - medita el Administrador - para allá va la cosa, huelga y unión de los mineros, Alamiro, tienes la inteligencia y a la gente en un puño, te seguirán, pero no va a ocurrir ¿Y sabes por qué? Simplemente porque yo tengo el poder y la plata, contra eso, muchacho, no se puede combatir, siempre se encuentra alguien barato. ¡Siempre!.

Tres días después de la conversación con Alamiro, Fernando estaba en el puerto de Antofagasta, visitó un par de Agencias de Aduana, luego se le vio en las cercanías del Mercado conversando con gente que se mueve entre el puerto y el mercado. Luego regresó a la paz de su feudo.

Señoras y señores socios de la Filarmónica – partió diciendo Alamiro en la reunión que citó luego de la charla con el Administrador- Hace un par de días me citó el Administrador para conversar, en esa conversación me informaron un par de cuestiones: Una. Qué están por llegar los árboles y plantas para ponerlos en la Plaza (Ovación) sólo quiero pedirles que los cuiden, a lo mejor alguien dice que no son nuestros, y es cierto, pero, quienes hemos llegado del sur, quizás extrañemos algo del verde con el que convivíamos. Lo segundo, y es lo más importante. Vamos a tener Escuela para nuestros niños en la Oficina, (Ovación) me ha dicho don Fernando, que su hija será la madrina de ella y se construirá con motivo del casamiento.

El aplauso duró largos minutos, algunas madres, derramaron un par de lágrimas. Alamiro ofreció la palabra. Habló el maestro Juvencio Director del teatro.

Pienso que cuando el anterior Presidente se tuvo que ausentar y nos propuso al amigo Alamiro, no se equivocó, lo que ha sucedido en este tiempo, es la muestra de ello. Sé que a nuestro compañero no le gusta hablar de sí, le agrada decir. Nosotros. Recalco ese, Nosotros ya que es la muestra que tenemos a un presidente que le importa más que todos nos sintamos parte de lo nuevo que se ve en este desierto en el que habitamos. Primero la plaza, a nadie se le había ocurrido, tendremos plaza, algo de sombra, algo verde. Y ahora nos dice Tendremos escuela para nuestros niños, nuevamente habla de nosotros, ya que dice nuestros niños, él no tiene hijos. Yo quiero agradecer a mi compañero Alamiro, por lo que ha hecho ya que, aun cuando el señor Administrador diga que su hija regalará la escuela para su casamiento, si no la pide nuestro Presidente, no habría escuela para los niños de esta Oficina. Todos los que son o somos padres, tenemos la obligación de inscribir a cada hijo en esa Escuela. ¡Gracias compañero Alamiro! Y agradezca al Administrador en nombre del grupo de teatro, por este regalo que hace – lo dice con un dejo de sarcasmo.

Los asistentes celebran las noticias entregadas por Alamiro con un largo aplauso.

La reunión fue corta, los participantes se fueron retirando, en el salón quedaron los del teatro y algunos amigos entre los que no podían faltar, los hermanos Aravena. Pancho con Lastenia y Moncho feliz al lado de Francisco. Voy a poder usar el silabario que me regaló Francisco en Iquique – medita el niño Ramón- cuando vaya para la imprenta del señor Aguirre, yo podré encontrar las letras para escribir mi nombre y el de mis padres.

—Francisco.
—¿Qué deseas, Alamiro?

—Me gustaría conversar esta noche, con José Manuel, Juvencio, la Julia y ustedes dos, ¿cree que se pueda?
—Claro que se puede, les invitaré a la casa, diré que es por la unión de Lastenia y mía, yo les digo y te hago un guiño, luego se van de a poco a la casa, hay un par de botellitas de buen tinto.

Francisco habla al oído a Lastenia, ella sonríe y asiente con la cabeza. Pancho llama a cada uno de los invitados, quienes se sienten extrañados. Pancho hace un guiño a Alamiro, el presidente sale de los últimos, va del brazo con Mariana.

—Mariana, yo he de conversar con los amigos de su padre, nos vamos a juntar en casa de Lastenia y Pancho, ¿me acompañas?
—Me suena raro esa conversación, ¿Qué estás pensando, Alamiro Araya?

—En que estoy cansado de trabajar tanto y ganar poco.
—Te entiendo, te acompaño y te acompañaré en lo que sea, Alamiro.

—Amigos, cómo cada uno tiene su vaso con vino en la mano – dice Francisco, que está al lado de su compañera – les he invitado para mostrar un nuevo hogar pampino. Quiero me acompañen en este brindis por Lastenia que me ha aceptado como su compañero y espero y me comprometo a que será por largo tiempo. ¡Salud!
—¡Salud!

—La fiesta la haremos algún sábado por la noche.

Poco a poco se fue bajando la voz, los niños duermen plácidamente.

—¿Qué ocurre, Alamiro? – Pregunta Juvencio –
—Hace tiempo me viene dando vueltas en la cabeza algunas cuestiones, yo no estoy conforme con lo que trabajo y lo que gano, creo que nadie lo está, desde hace días vengo diciéndole al patrón que el salario es bajo y ahora se lo digo a ustedes, creo que podríamos hacer algo para ganar más,

—¿Hacer qué? – pregunta Juvencio –
—No sé qué, aún no lo tengo claro, el patrón me halaga y también amenaza, la última vez me llevó a ver los caballos, ahí me di cuenta más de que hay que hacer algo, las bestias tienen piso de concreto y nosotros de tierra, los caballos agua fresca corriendo todo el día y nosotros tenemos que hacer cola para llenar un par de baldes, esos animales con alimento fresco y los hijos mineros pan duro, las caballerizas con luz eléctrica y nosotros con velas, los muros de las caballerizas sin ninguna mosca u otro insecto, y en nuestras casas reinan las vinchucas. Me dije no puede ser.

—Bien Alamiro, ¿qué quieres hacer? – pregunta José Manuel que anda con su mujer
—Don Luis Emilio me hablaba de unidad y organización, de eso hablo también, de preparar la lucha para ganar más, ustedes saben más que yo, conocen mejor a la gente que yo, si por ejemplo me muestran a los mas seguro de cada sección y yo hablo con ellos y comenzamos a ver la petición. No es ni será fácil, ya me lo dijo Gómez, ¡reajuste NUNCA!.

—Yo, apoyo a Alamiro – Dice Mariana-
—Y yo. – Lastenia tercia,
—también yo. – Apoya María.
—Hay que madurarlo bien lo que dice Alamiro, no es algo de una semana, pero, cuenta conmigo, niño – dice Julia

—Alamiro se ha ganado a toititas las mújeres – dice Ernesto que mira a su Mireya
—Sí, y que se vayan con cuidado los hombres, que hay sistemas que nunca fallan – aclara Lastenia.

—Ustedes, han seguido a Don Luis Emilio, el me habló de las Mancomunales, tengo el estatuto, me gusta lo que leo, creo que al menos tenemos que quedar con una armada acá, y no a escondidas, de eso me encargaré, el Administrador está sufriendo, le duele el bolsillo más que nada, incluso creo que va a tratar de hacer algo para que me vaya. Bueno, confío en ustedes, ustedes son algo así como oganización, no me incluyan entre ustedes, ya le dije a don Luis en Iquique, no me siento bien para ello, no me arrancaré sólo. Creo que ha llegado la hora de luchar. ¿Me acompañan?

Había caído un balde de agua fría sobre cada uno de los asistentes, no era algo que esperaban tan luego, constatan que su compañero ha madurado en un par de meses y que lo que les manifiesta es algo que ellos vienen pensando hace mucho tiempo. Algo que no encontraban el cauce por donde llevarlo.

—Alamiro – Habla José – estamos contigo, muchos de los que trabajan acá tienen experiencia mayor. Habemos algunos que estuvimos en la huelga grande. Hay compañeros de confianza en cada sección y turno. Vamos a buscar a los decididos y te ayudaremos a reunirte con ellos, a hacer bien las cosas para que no se descubra antes de tiempo. La Julita te hablará en los almuerzos, debes seguir con tu vida tal cual, te vamos a mostrar los sapos de la Oficina ¿Te parece bien?
—Sí, me parece justo.

—Bueno – habla fuerte Francisco para que le oigan en las casas vecinas- mañana hay que trabajar, tomémonos el vino que queda en las botellas, luego hay que irse ya que mañana se madruga y yo con mi doña, tenemos algo pendiente. Ya les invitaremos a nuestro casamiento, será sin cura, sin juez, pero será más firme que con ellos.

Los ojos de Pancho sonríen limpiamente, Lastenia algo azorada le mira y también sonríe.
Uno a uno comienzan a despedirse.

—Don José, señora María.
—¿Sí? Responden al unísono
—Miren, quiero, no queremos conversar con ustedes dos.
—¿Bueno, acá estamos los dos, que quieren?
—Mami, papi, debe ser en la casa, con tranquilidad.
—Mañana, ¿le parece?
—Sí, nos parece – recalca Mariana.

Del tren que llega cuatro días después de la visita de Fernando Gómez a Antofagasta, baja una treintena de hombres. Parece un enganche pequeño. Les reúnen en la puerta de la Administración y se les leen los reglamentos de la Oficina, lo único nuevo, desde la llegada de Alamiro, es que no se habla de la Ley Seca. Se les destina y mientras esperan les den sus habitaciones, don Fernando llama a Arsenio.

—¡Arsenio, vaya a buscar a Alamiro!
—Bien, señor.

—Alamiro.
—Si, señor.
—Efraín Pérez, y esos cinco trabajarán con usted hasta que terminen la Plaza y la Escuela.
—¿Qué tengo que ver yo con la Escuela, Don Fernando?
—De eso hablamos luego, lleva a tus hombres a la cantina, que les anoten y le den almuerzo mañana a las seis los quiero trabajando a todos y sigues a cargo.
—Bien. Señor.

Curiche
Abril 5, 2007

Texto agregado el 05-04-2007, y leído por 265 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
04-06-2007 Muy bueno vaya tension, es insoportable, no puedo dejar la lectura. mis 5* salambo
15-04-2007 Me armira esta capacidad de sostener de manera impecable la tensión entre lo literario y lo histórico en las lenguas de tus personajes...Sigo leyendo, querido Curi... ***** Nullasunt
13-04-2007 Aquí pones en evidencia el propósito de Fernando de deshacerse de Alamiro sin ningún escrúpulo, para él solo se trata de 'una piedra en el zapato'. Muy buena el discurso que hace Juvencio elogiando la generosidad de Alamiro, que piensa en términos de 'nosotros' y no de 'yo'. Es interesante ver como los obreros más viejos se sorprenden ante la claridad de propósitos de Alamiro y se disponen a apoyarlo en todo lo que puedan, aunque Alamiro no entre en la organización. loretopaz
12-04-2007 Si Sorgalim lo dice. Todo esto debe ser muy bueno. dalecaspa
09-04-2007 tambien lo visitó acá el uneador/a. debe pasar mirándose el pupo todo el día. pampino_del_loa
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