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Solía ir a casa de mis abuelos todos los miércoles por la tarde, los días que libraba mi madre en su trabajo. Mi abuela nos esperaba ansiosa. Siempre tenia preparada la merienda: Enormes bocadillos de nocilla, batidos de chocolate y de postre nos reservaba una bolsa de chucherías que nos entregaba a escondidas de mamá. Ella la acusaba de malcriarnos, de engolosinarnos con porquerías. Le decía que de esa forma no conseguiría que la quisiéramos más, que así no se compraba el cariño. No sé. Yo la quise mucho más que a mi madre, porque nos hacia reír, nos contaba cuentos preciosos que jamás podré olvidar, porque jugaba con nosotros y por mil cosas más. Yo creo que sí que nos quería. Mamá nunca tenía tiempo para jugar con nosotros o para dedicarnos una sonrisa. Solo se entregaba a ella y a su trabajo. A mi padre no lo conocí. No sé si él hubiese sido diferente a mama o a la abuela.
La otra noche soñé que estaba al otro lado. Vivía con mi padre e íbamos a visitar a mi abuelo. Aquel abuelo no nos preparaba la merienda, ni nos hacia reír. Creo que tampoco nos quería. Mi padre nos contaba cuentos, nos llevaba al cine y jugaba con nosotros en el parque. Y allí estaba ella, mi abuela, que nos saludaba con la mano y nos guiñaba un ojo.

Texto agregado el 09-03-2003, y leído por 622 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-10-2005 Al igual que yo, amé tanto a mi abuela, y esto le escribí: Muchas noches he soñado, que al amanecer ella estaría curada, pero por mas que lo supliqué al cielo, así como dice la oración padre nuestro que estas en el cielo, de dentro de él quería hallar piedad, quería que esto terminara, pero fue eterno el sufrimiento, para ella, para mi, para todos, cáncer a los huesos dijeron los médicos, irreversible, lamentablemente demasiado tarde para hacer algo, ¿y ahora? ¿qué hacer ante esta determinación?, ¿será el destino ó alguna maldición?, nunca lo sabré, solo sé que fue injusto, precisamente para ella demasiado cruel. Interminables se hicieron los minutos que esperaba despertara, mirando sus ojos hundidos, su respiración agitada, y sus manos, pálidas huesudas, en que se había convertido aquella mujer vigorosa, risueña, tierna y tibia, yo siempre sentí la tibieza que irradiaba de sus manos al acariciar, de su voz al hablar, yo desde niña la empecé amar, a confiar, su sola presencia protegía, es mi mamita Otilia, mi abuela paterna, la recuerdo ahora, la veo cantando algún santiago (baile tradicional de la Sierra Peruana), o contándome cuentos de su imaginación, a veces me quedaba dormida en su regazo, mientras ella acariciaba mis pies fríos, siento todavía ese tibio de sus manos, llevaba cargando en sus años una vida rehecha, reconstruida por ella misma, no necesitaba contar a nadie que tenía por marido a uno que le fue infiel, que la golpeó por años, pero al que al final acogió, volvió a enamorarlo y tenerlo airosa a sus pies, es mi abuelo, pero de él no quiero hablar hoy; muchas veces corría yo hacia ella, ella conocía la desesperación de mis ojos, cuando le pedía nos salve a mi madre y hermanas de mi padre, que borracho venía otra vez a golpear la mesa, a gritar y amenazar con matar, muchas veces también ella se enfrentó por nosotras a su propio hijo cegado por el alcohol, quien se convertía en un niño al ver el poderío de su madre, mas sumiso jamás he vuelto a ver a otro hombre, ¿sería su mirada?, ¿sería su voz?, o sería tal vez que la amaba como yo, y era incapaz de negarse a sus órdenes ¡que tal lisura, haciendo asustar a las chicas, ándate a dormir!, suficiente para que mis hermanas de 5 y 10 años, mi madre muy joven y yo de 12, nos sintiéramos tranquilas, se sentaba ella con nosotras en la sala, esperando que el “ogro” se duerma, tamaño sermón al otro día le esperaría a mi padre. Esos son años que al rememorarlos se acomodan todos a la altura de mi cuello, si… es un llanto atragantado, pero como el tiempo es el mejor remedio para todo, en nuestro caso no fue la excepción, endurecimos el alma, envejecimos en espíritu y seguimos danzando en estos caminos que nos dibuja la vida. Hay momentos que es necesario recordarla, para agarrar fuerzas de su ejemplo, para no tenderse a morir, yo tenía 24 años cuando ella partió, para no volver jamás, para quedarse viva en mis recuerdos, a veces en mi realidad, es una compañía, es una voz, aunque diga mi Psiquiatra otra cosa, yo vivo tendida todo el tiempo en su sombra, que a veces se torna a colores, es soñar despierta, y ahora van 11 años, desde que la metieron en un ataúd, dos días después de mi cumpleaños, yo le debo algo hasta hoy, le debo lágrimas, las que no derramé ese día, cuando frente al que sería su sepulcro yo abrazaba a mi padre, destrozado hasta la células, no quise, o mejor dicho no pude aumentar mas agua a ese mar de llantos, lamentos por aquí, ¡perdón!, por allí. El día que pasó eso que llaman “muerte”, cuando su cuerpo se quedo sin respiro, ante mis ojos, frente mi rostro, si lloré hasta quedar exhausta, hasta quedarme dormida, pero todo había terminado, no había mas dolor; le debo lágrimas. Es que si lloro por ella, me habré despedido definitivamente, mas ella no sabe que no se ha ido, no la dejaré irse de mí, por eso no lloro por ella, por ella sonrío, por ella transcurro mis días. Hubiese querido que mis hijos la conozcan, la aprendan a amar, pero para ellos es solo un concepto, una bisabuela en el cementerio, visitada religiosamente por su hijo, de la mano de su esposa, cuantos cambios ha dejado mi abuela, hoy podría decir que mi padre es un santo (es un ángel en la tierra como lo digo en mi poema, dedicado a él), mi madre llena de fortaleza, mis hermanas la mas chiquita Abogada, recién casada, la segunda una Docente Matemática, una mujer bella y soltera, no cree en el matrimonio, pero a su modo es feliz, y yo, encuéntrome aquí tejiendo líneas, para suspirar y quedarme tranquila, como siempre que la recuerdo, que vuelvo a sentir todo lo tibio. MARIAOTILIA
10-03-2003 me gusta tu texto por la ternura que irradia. Creo que hoy estoy con el antojo de los textos largos. Me gustarpia leer el tuyo con un dibujo más profundo y más desarrollado de tus personajes, la principal, la abuela, la madre, el abuelo, el papá. Se antoja para un cuento bastantes cuartillas. Un abrazo gammboa
 
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