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Paranoia

Me desperté temprano, con la sensación de que se acababa el mundo. Fui hasta la cocina en busca de algo para desayunar, no sabría decir bien si era de día o de noche, me preparé un café. Recuerdo haber soñado, y despertar con la sensación de un retroceso en el tiempo de unos minutos, al minuto, me volví a dormir y tuve otro sueño. Sonó el aparatito con su música chillona, y el teléfono al mismo tiempo.
Me dirigí a la cocina a buscar el celular, pero me detuve unos pasos antes de la mesa de madera del comedor, donde observé el aparato con temor de atender. Caminé lentamente y de puntillas, sin embargo, retrocedí. Fui rumbo al teléfono. Volví a observar el celular que reposaba en la mesa. Golpearon la puerta. Me sentí perdido y alarmado al mismo tiempo. Mi pánico crecía desmedidamente. Corrí hacia la puerta, retrocedí. Corrí rumbo al celular. Me acerqué cuanto pude. Las persianas bajas me daban cierta seguridad. Ya cerca de la mesa, acerqué mi mano lentamente. Caminé unos pasos hacia mi habitación. Me senté en la cama. -¿Qué hago?- me pregunté. Volvieron a tocar la puerta con mas insistencia ésta vez. A través del cristal de la ventana observé un rostro, quería decirme algo. Pegó su boca al vidrio y sus manos alrededor de su cabeza, una mujer, a la vez que dejaba su aliento. Me levanté de la cama, otra vez el teléfono aumentó de volumen, y golpeaban la puerta, ¡Estás rodeado! gritaron desde afuera. Me desmayé sin rodeos. Fui hasta la cocina en busca de algo para desayunar, no sabría decir bien si era de día o de noche, me preparé un café. Recuerdo haber soñado y haber despertado con la sensación de un retroceso en el tiempo de unos minutos, al minuto, me volví a dormir y tuve otro sueño. Observé por la ventana y vi que pasaba una mujer, tocaron la puerta. Las paredes se me venían encima, no podía ver bien, me sentía mareado, toqué la aspereza de la pared, sonó el teléfono, tropecé y me di la cabeza contra el suelo. Un río de sangre regaba surcos en el suelo que se dirigían al comedor. Me apoyé en el marco de la puerta y penetré en el comedor con cierta valentía. El teléfono seguía sonando. Debajo de la mesa gotas de sangre constituían un charco. Mi primera reacción fue tocarme la cabeza. Pensaba en lo que había ocurrido cuando la sangre en mis manos me confirmó que yo no estaba loco. Había sufrido un duro golpe. Deduje que tenía que limpiar rápidamente. Me aterroricé. -¿Qué está pasando?-. Ni pienso abrirles me dije. Recordé que en el armario algo que me sea útil podría encontrar, una automática, una mágnum 357 y una mini-uzi. Que integran mi colección. Cargué el revólver con las pocas balas que me quedaban. Me temblaban las manos. Me escondí detrás de un mueble y apunté hacia la puerta. El móvil ya no sonaba. Esperé unos minutos, incontables minutos. Unas gotas de sudor caían de mi frente. Un olor a quemado provenía de la cocina. Volvieron a tocar a la puerta. Sostuve el revólver con toda firmeza. Creí escuchar un chirrido, la visibilidad ahora era nula. Toqué el piso con mi mano izquierda, y se me disparó el arma. Quedé tendido en el suelo. El sueño volvió a invadirme, levántate me dije. Una vez en pie, fui hacia la puerta. No había nadie. Que extraña pesadilla me dije. Revisé toda la casa y me di cuenta que faltaba un arma. Pensé en telefonear a la policía. Me fui a dormir. Cuando me desperté, me dolía la cabeza, y todo estaba en orden.

Texto agregado el 12-03-2007, y leído por 294 visitantes. (0 votos)


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