Observo el RIP en tu cabello oscuro, sobre la áspera piel filosa, donde se mueve tu crin. Afuera hay un asalto, humo de boca, un beso de alcohol.

Dentro, muy dentro una invasión bárbara, una insurrección árabe, una asexuada marcha de nobles de pintados lunares. El cosmos observa, con ademanes distraídos el fin de este mundo. Aunque queda la duda, Porque no termina, y se envanece de su fin.
Oye por el mundo pasa esa idea, a veces pasa: estar vivo que no morir, da lo mismo.

Afuera es igual, desde aquí te tomo la palabra, como la palabra amor. Bebo de tus labios terrosos, cuando eres sombra o cuando llegas de asalto.
Lo que sucede es que el amor también es veneno, por eso me guardo de tu oprobio de dictadorzuela. Mira que no te rimo con mujerzuela, porque yo también soy fácil.

Acepto, que me veas por dentro, yo también ando haciendo crónica, de tu crónico caminar de trompo, de veleta, de cortina abierta. Yo ando haciendo manuales para describirte mejor. Y fracaso. Pero porfía le dicen al que venga un día el Acaso.

Y por acá no muero, ni mueren aun muriendo. Las colillas de cigarrillo, el sibarita reproche de tus manos, al hacerme de la mano, bajo el paraguas, en el paradero del bus. El cielo es una voluta de nubes de lluvia, bombardeando sobre este abismo de Atlante, sobre este rapto de ludibrio, de aniquilación. Si sabes a lo que sabe mi boca, sabes que no importa saber.
Y aun y con eso, te limpias la boca para que no te contamine por dentro, para no convertirte en mi espejo. Me gusta que me levantes las cejas para advertir tus ojos de globo terráqueo que escriben PELIGRO sobre los puentes del aire.
Si nada importa, bien poco importan las muertes y todas sus coces, su natural agua luna, su guadaña de vecino zafio, esta intimada es una cuestión de mantas, de Bases de Manta, de colonialismo en ciernes, Yo avisto dos reyes devorando coronas, a las puertas de los muelles.
Este efluvio de despedida, de tristeza de aguacero, de sentarse en la acera a esperar que nada pase, Por tu fuelle recorre. Reconoce que de tanto tocarte te va entrando la necesidad de hacerte vicio mi intromisión, mi misión de lazarillo derrumbando puertas, de suscriptor de cartas de amante para las horas en que tu proveedor no está en casa. Te tienes en mí, sin permiso ni derecho.

Tu labio tembloroso en puchero, tu globo inundado de confeti al estallar, Me acusa. Siento que ya no quiero ser esa sombra, ya no más, que te pide en la rebeldía del abandono del ser, en el cristal del bus, en la cara subida que se da contra el espejo, sin saber increparse lo de la deuda per cápita, no quiero ser, ya no más, el rostro de un amigo que se va, buscando refrendar su título profesional lavando platos de aburridos señores de traje, por Madrid, Roma, Nueva York.

Al borde de la depresión definitiva están las colillas de cigarrillo, Bagdad, el himno nacional del insomnio en el televisor, hacerle del dedo al noticiero, tu ausencia en la cama, los hospitales atestados, los frascos de pastillas. La resistencia a ese vulgar escape del autoexterminio.

Para remedio contra eso, Están las líneas de tus manos. Donde Dibujados tienes los mapas hacia los paraísos transmortales… A la que consultas cuando ya me va dando lo de la soledad, cuando copiando prueba en trampa, para consultarla, me engañas con que te las llevas al rostro para llorar…

Para los laberintos y El veneno existen todos lo demás

Christian Cruzatti