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Inicio / Cuenteros Locales / adrianu / La algodonera ( recuerdo de muchacho )

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Desde el accidente ocurrido con la avioneta, la de fumigar, esta finca paso de ser de una algodonera a una ganadera. Y con ello sobrevino un silencio dejado a nuestra infancia. Un pánico profundo. Y ya de grande, por más que regreso, no puedo llenar lo dejado atrás. Fue en aquel día donde aposté a mis instintos a que algo iba a ocurrir, y efectivamente algo ocurrió.

* * *

Soy un niño, tan pleno normal, como mocoso a mi edad. Tengo apenas 6 años y como si ya fuera un atlético mancebo cuestiono a mi personalidad aunque poseo todavía el pelo parado, aquí en la finca, espero impaciente el aparecimiento de la avioneta de fumigar, que pase por delante de la línea de mi imaginación y pagué mis vacaciones de invierno. Desde acá , mientras espero, veo hacia abajo y diviso el poso de agua, y recuerdo como hace poco en mis juegos de atrapar a gallinas y a sus poyuelos, al alba temprana, logre un desenlace poco agradable pues desencadeno en un dolor de la conciencia, al haber matado por accidente a uno de estos con mi pie.

La noche pasada, ya tarde, oí a los adultos jugar al póquer, y todos los chicos, ya dormíamos o por lo menos esa era la impresión de los adultos. Mi cuarto, contiguo al comedor, filtraba la luz tras las rendijas de los tablones y hacia llegar misteriosamente los precisos rayos hacia la oscuridad, en el cuarto. En vez de lo esperado, la silenciosa luz me refundía más a las fantasías, y me recreaba en silencio tras el cobijo y resguardo de una noche encarcelada por lo barrotes de luz.

No solo los sonidos ciegos de las lámparas de gas son nuestro alumbrar también los candiles de alquitrán siguen los pasos de las noches de naipes. Aquí a pleno ojos de lechuza falta mucho para que los postes del alumbrado eléctrico, lleguen hasta acá. Y al caminar, cuando la noche comienza a fisgonear pisoteamos los escarabajos que quedan atrapados entre las grietas de la madera, y la luna bien dibujada y gigantemente naranja sale al ritmo del ocaso, y al posar tras las palmeras la tomamos como el aparecimiento de un Sol fantasmal. El viento de la noche trae a los bichos detestosos quienes trazan líneas perdidas y muchas veces van a chocar a las paredes en su despiste alocado, y cuya vida adquiere mayor auge desde que el Sol como círculo enorme y naranja, antes de la visión fantasmal, ha sucumbido tras un horizonte irreal y lleno de bruma.

La entrada de la noche invita a jugar a hurtadilla, perseguir sapos, intuir la tez de las lugareñas, e ilusionarnos fantásticamente con su caliente piel, sentimiento todavía confuso, insipiente y no maduro de nuestra naciente virilidad mientras la noche nos invaden en las horas calurosas y con ráfagas de frescura, las luminosas estrellas en beatitud estéril simplemente nos miran, trazando sus círculos lentos por la bóveda nocturna, hasta que el cansancio de nuestros parpados, nos resguarda y da paso a los sueños totalmente profundos.

Afuera, las palmeras son sacudidas por el viento, y el sonido de la mar es traído a pesar de la distancia considerable de los 20 kilómetros, y nosotros, los niños, desde nuestra habitación divisamos a través del gran hueco de ventana, como nos salpican las estrellas fijas, y es cuan el inoportuno llamado de mama sacude nuestros sueños pletorando nuestra atención:“oigan niños el sonido de la mar”, y cansados y en silencio, tratamos de aguzar el oído, ayudándonos del movimiento vi-direccional de nuestros ojos a encontrar aferrados a nuestras colchas, todos acostaditos, al misterio peculiar del suave murmullo invisible. Al fin todo queda, y con ello, también mama reconoce su cansancio y calla, tras reparar nuestras intenciones de pescar ‘las olas’ hasta que los ojos de la noche tapan los parpados de todos por igual. Y dormir acompañados de un sonido mas resaltado por la profunda imaginación del cansancio que por la realidad del origen en el mar espumoso. Aquel ‘inoportuno llamado’, fue realizado suavemente,y en esa catarata sosegada de su voz percibimos el resguardo de su cariño, el cual desde aquella vez, lo hemos encontrado muchas veces en nuestras vidas pues encontró un lugar inmutable dentro de nuestro corazón.

Ayer por la mañana, recuerdo como los rayos del Sol tendieron su cariñoso saludo y dieron puerta aun incipiente calor, divise al jornalero halar agua del poso, tapado simplemente por dos raquíticas maderas.. Con el jornalero es con el único con quien podemos mirar hacia la refrescante agua de allá abajo, pues piscina no hay, polvo abunda y calor por todos los lados nos llega. Las mangueras son los vínculos de la diversión pues llenan la portátil bañera metálica para hacernos creer que las vacaciones se vuelven esplendidas. En esta época los sembrados del algodón adquieren mayor auge y la avioneta fumigadora debe de pasar una vez al día para, a vuelo rasante, esparcir la sabana blanca sobre los nudosos capullos de la flor del algodón. Como todo niño, me llena de emoción su venida, y todos nos ponemos de acuerdo, con armas de madera para jugar a derribar al mosquetón zumbante.

Cabal en este día algo temí. El sol amaneció mas tibio, el jornalero nos impidió ver el agua del pozo y, por la mañana, al perseguir un pollito, lo he matado sin querer. Perdonen que lo mencione de nuevo pero me ha quedado algo impregnado. Pero espero que no sea para toda la vida. Aunque veo, sin dolor, que a mi edad de 43, de nuevo sale a reminiscencia el fortuito suceso.

En contra a como hemos jugado los años anteriores, este día ninguno de los niños subió al tablón del segundo piso para ‘derivar’ al bullicioso avión; prefirieron seguir jugando canicas allá abajo y no hacerme caso. Pero mientras venia, los molestaba con tirar tierrilla sobre las rendijas de la madera, y gozaba al estropearles su juego. En aquel lugar, una página de mi historia quedo y otra tuvo que seguir madurando, sin nunca haber comprendido a cabalidad lo que todavía a mi edad adulta me perturba: el motor irritante de esos aeroplanos.


Por mas que les gritaba a todos que hay venia; a estos parecía no importarles pues seguían enrollados con su juego, empolvando sus rodillas y sudando mugrosamente pequeñas gotas, y Dios sabe si de sal. Y repetía insistentemente: –Vengan, ¡vengan!…aquí esta, ¡aquíii…!, ¡oiganme!-. E inútilmente mi voz se perdía en un espacio donde solo cabía mi pensamiento, mi ilusión y la realidad del mono motor. La esperada avioneta hizo su aparición y trazo un gran circulo, descendió, y la perdí tras el horizonte, que fue cuando deje de oír sus motores y la deje de ver. Surgió un silencio atronador y sin tiempo. De pronto, como si saliera de la nada, el zumbido regreso mas incisivo y mas fuerte: clara señal de su acercamiento, y solo recordaba como orden imperiosa, la prohibición terminante que tenia el piloto de acercarse a la casa; pero hoy, volteaba y volteaba, y no lo llegaba a detectar visualmente. Y obviamente en un niño, este momento condujo a una aflicción acorde a la altura de mi edad y al corazón no le quedo mas remedio que latir al salto de mi estupor.

¡Al fin!. En una mezcla de sorpresa, divise con espanto, casi frente a mi, a la avioneta, literalmente venia directo; el susto fue impresionante, y los chicos de allá abajo gritaron: -¡ahí esta!, ¡ahí esta!. Lo divise flamante y hermoso, amarillo y por lo cerca que paso, todos los detalles fueron perceptible como en cámara lenta. ‘Only fuel’, la hilera de remachados tornillos, la ruedita al final de la cola. Todo estaba ahí…!todo!. Y con una maestría magnánima, con una precisión perfecta, cambio su rumbo y ya no se estrello contra la casa y, a vuelo rasante se dirigió a esparcir su blanca nube envenenada sobre el tapiz blanco de algodón como si fuera música deslizarse sobre los campos interminables de mi infancia. Fue sencillamente espectacular. Ahora los niños miraban al avión y con mi boca abierta, divise toda esta primera operación tras los sembrados llenos de gloria. Pero…, tras explayar esta primera alfombra, la avioneta simplemente se levanto y ya no dio la vuelta, ya no regreso como era de esperar, y tristemente continuo a lo largo de una línea recta e infinita, sin retorno, la cual nunca se encontró de nuevo con la mía, para ya nunca regresar y nunca volver, ¡jamás!...La inmensa nave se convertía en un punto diluido sobre el horizonte que se perdía en la lejanía e inútilmente lo seguí tratando de acaparar con la mirada. E inútilmente lo he seguido esperando por el resto de mi vida, pues aunque después supe la causa de su no retorno, ese punto moteado significo algo incomprensible a mi entendimiento, donde quedo tirado todo, en aquel paraje de mi niñez.

Continuaba parado desde el segundo piso, esperando y esperando, cuando divise un carro, que a toda velocidad dejaba su estela polvorosa. Me senté sobre el piso cruzando las piernas, y vi como llegaba, frenaba a ramplón y Don Roberto, dueño de la finca y la fumigación, se bajaba con una cara desplomada e impregnada de una descomunal palidez. Vio a sus hijos, quienes continuaban jugando a los cincos. Mientras su acompañante solo le gritaba desbocadamente: - Se lo juro patrón…¡Se lo juro!-. Con una orden de mando y a la vez destemplada, como nunca le oí, me pareció que jugaba con el descolorido de la realidad, se dirigió a sus niños y les dijo secamente: “ni piensen en moverse”. Ineludiblemente se trataba de una situación crítica. Se subieron al auto y los dos se internaron de nuevo. Al cabo de un tiempo regresaron. Simplemente nos dijeron: “ya vendrán por ustedes”. Después de esperar un tiempo y venir a traernos supe lo había pasado: “el piloto de la avioneta le había estrellado el ala de esta, en la frente de la esposa de Don Roberto, quien a contra orden fue a cortar los botones, al oír el motor, levanto su frente, y como un hachazo, fue tajante ese primer impacto”


* * *

• Mi tía, Ana Maria, a pesar, además que la fumigación le cayó sobre la abierta herida, pudo sobrevivir, y con la gloria y dicha de seguir dedicándole a los cinco hijos suyos, uno de los más caros tesoros: su vida.(diciembre 1966)



Texto agregado el 20-02-2004, y leído por 369 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-04-2004 Combinas muy bien la realidad con la fantasìa. Una obra excelente, con mucha tensiòn. Felicidades amigo pedromarca
21-02-2004 eres muy descriptivo en tu narrativa, como a mi me gusta. Me hiciste transportarme a ese lugar y ponerme a jugar contigo a echarles tierrita a tus primos, jajaja, que divertido. por otro lado que recuerdo tan terrible, impactante. que bueno que tu tia se salvó. muy buena narración. un beso y mis estrellas. LaPatineta
20-02-2004 Muy pero muy bueno, besotes AnaCecilia
20-02-2004 Un cuento impresionante, con la característica narrativa que te obliga a seguir y seguir. Te preguntas al final: ¿Cuento o realidad? Te felicito. rodrigo
 
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