Gris

Es el color de los cadáveres, es decir que se muere de hambre sin tener que comer como quien dice tengo adelgazar para verme bien. Gris es afirmar cínico, que es destino natural que se muera implacable la mitad de la humanidad, es privilegiar la vida de quien nace donde las injusticias se reparten y paren. Parturientos mantis, pueblan los carigrises de la ONU, los carapálidas del G7, las jaulas de las universidades. El ego malvavisco esputa un desgarro de saña adiamantado con reconocimientos. Yo, a mi vez, les he creído. Lo confieso. Cuando estalla tu arrebol, haciendo signo PARE a los violentos estragos de un cardumen de rabias, yo no sé si desaparecerán los Bush, los al qaeda, los genocidas gobiernos africanos; pero sé que de no aparecer, yo me iré muriendo mucho antes de que pueda hacer algo por traicionar a su curso natural de Armagedón. Alguien se ha quedado dormido al volante, el primer accidente ya ha sido previsto en los infiernos.
Con todo y eso aparecen encallada la flota urbana de estrellas, cuando en la oscuridad se aprecia el firmamento. Dicen que las soledades se prestan para veneno, pero bien pueden dilatar pupilas, robustecer las espinas anteriores de los escépticos y atrapar a alguna deidad cuando de la época del apareamiento. Tierra y Yo somos Uno. Por eso Sangra el atardecer cuando da la víspera en el pecho. Sin ti habrían más desiertos, remolinos de arena contra los saris de tu mirada, contra los puntos de ideas de colores que se asoman cuando te da la esperanza en la frente.
Pueblan los buses de desidia reurbana, remortal, y fallecida convicción, el voluntarismo es mito o ficción, misterio de novela policial. Tengo colgado dos membretes de honor por radiografiar zafios estertores de gente que quiso vivir desafiando y se rindió. Pasa que es vanidad la lucha. A la vez sucede que uno se ufana de la propia desdicha. Cuando abro paraguas para que no caiga de bruces la epiléptica utopía y me deje admirando delirios, busco en la primera página esa mentira que me deje el resabio de cordura que me devuelva a su juego, de sociedad secreta, de comodidad, de coprofagia, y de canibalismo.
Sobran las ideas que justifican disparates, sobra la voluntad de creerles. En la calle rociando de gas pimienta la cara de niños sucios la policía va cumpliendo deberes. En las fronteras van matando niños a quienes llaman ilegales, muro de verdugos rodean las fronteras de los imperios terrenales. Hay delitos como el nacer y estar vivo.
Hay, a su vez, palabras que cuestan lo mismo, pero saben distinto, le dicen ajusticiamiento a matar, y cueva o nido, a lo que llamarían refugio o estrategia militar. El antepasado del hombre civilizado, somos, si es que hay futuro por venir y si ese futuro no tiene a estos hombres grises discutiendo inútiles acuerdos de cómo matar mejor y primero, decidiendo cuál asesino es el bueno. Que nos tienen sedientos e idiotas admirando armas de fuego, en cosas que llaman películas de oropel taquillero, a lo que es propaganda de gobierno, que llaman libertad a exhibir a una mujer sin cerebro paseando su cuerpo, que tienen a una mujer sin mirada soterrada en burkas, que tienen a una mujer sin cerebro mutilada en los nervios, cosido su dentado vientre, para fanáticos y consumidores de morales repugnantes, que se arrastran bífidos en su adobo de mercado y pusilánimes tradiciones de mentes cortas y enfermas. Un mundo macho, águila calvo, hundido en el escozor de matar sin llorar, de vender sin dar, de amar sólo a lo que se ve.
Cuando te apareces en medio de la soledad, no necesitas de cuerpo, para hacerme completo, para chuparme este veneno y encabritarme hacia el esmerilado teflón estrellado de las noches.

Christian Cruzatti