Cuando de pronto, llegó a mis venas. Uvas eran, y el teclado bajo mi pera, la pantalla al frente llevándose mi mente lejos muy lejos, cuando todo parece cercano. Y el piso, ¿ dónde está el piso ?.

Fármacos eran, si.

Parpadeos que vacilan y duran tanto, demasiado. Los brazos de un hombre no pueden con mi cuerpo, llantos de una niña familiar y sonrisas bajo mis manos. El viento corre, corre con llantas de dolor.

Todo lo negro que se puede pensar, metales invaden las estelas de mi alma.

Cuando los yo los ellos y ustedes son uno, la vista queda en la espalda. El corazón no contiene el amor, lo que palpitan ahora son mis recuerdos. Y yo sigo siendo ellos, los clichés que nadie entiende, los sobreentendidos de un humano que corre porque no puede hacer más que eso. Correr y no entender, una sutíl lluvia de cordura llega tarde para apenas bordearme.

Acaso un soplido desconocido llegara a mi consuelo para no hacer caso a cada letra.