Sapráfago

El lenguaje es pura impotencia,
Pensar enfurece si no sirven las palabras,
Mirarte funciona mejor para el efecto
De decirte cosas.
De mortal es constatar que,
La sensualidad del alma no tiene idioma.

Un escritor es un impotente.
No irriga al amar, lo suficiente,
Su soledad lo traiciona.
Ama a quien lo abandona.

De flores de aire es su tumba.
Así como las palabras son de sueño,
Despierto, sueña que sueña,
Y sólo tiene los ojos abiertos,
Para alumbrar las cavernas,
De sus miles de sueños incumplidos.

Siento al silencio, subir,
Zahiriendo a mi ventana,
Entrando en bandadas de sombras,
Con un ligero rumor de río.
Acampa sobre la pampa triste de mi pecho,
Pega su oído, a su mismo silencio,
Al verte, calla todo de mí por dentro,
Hay duelo.
Siento que la que eras, por tu mano,
Ha muerto.

Esta vagabundez idiota arde,
En una tristeza seca, de ventana empolvada.
Yerro el rumbo,
Sin líneas en las manos,
Errabundo.
Con el hedor rancio del pasado,
En los ojos y en los pasos.

En ti aún mora el que he sido,
Y se fue,
Los fantasmas de beso, me cobran,
En los meandros de imágenes
Que dan a tu boca.

Son muchos los que he sido,
Que es imposible que haya existido el uno,
El yo mismo,
Que me sigas amando es absurdo,
Una hormonal estupidez,
Amas a tres círculos dibujados con un marcador,
Junto a tu reflejo,
En el espejo del baño.



Niego que yo haya sido,
Yo no existí,
Para existir tuve que haber nacido,
Pero yo estoy muerto,
Desde que nací.

Les digo que no sé, que sé eso de no saber,
De tu mirada, irrepetible, irrepetida,
Que creí ver, que no he querido olvidar pero olvidé.
No saber es un dolor, más que aquél, de quien lo que sabe, le duele.
Me escuece no verme con tus ojos,
Me arden tus ojos que ya no están.

Cuando voy sin rumbo, de tumbo en tumbas,
Solitario y crepuscular, manchado de mi finitud,
De mi mortalidad.
Invoco a la placa de sol de tus arábicos labios
Y sobre mi desértico cielo, vaciado,
La sombra de tu risa, seca mi oceánico llanto,
E imagino que existes, sólo por disimular la muerte,
Por el gesto rebelde de aparentar existir.

Nada de eso importa,
La calle, la gente, tu sonrisa. No saber decirte que te quise. Morir sin ti.
El bar envenenado de humo, tus caderas tras la humareda, la sal en la cerveza. Mi propósito de que algo importe, esta y todas las noches:
Nada de eso importa, porque no hay alguien a quién le importe.
Si siento un fatal arrepentimiento, un cercenamiento al mirarme en el espejo.

No he podido hablar más claro en defensa de este condenado Sr. Presidente del tribunal. Me reservo el derecho al debate. Le pago el receso…