Noches de maldito viento

Hace días que las noches son poseídas por el viento, que arremete contra los árboles de mango y se instala en las partículas de polvo que se pegan a mi ventana. Hace días que tu pelo dejó de ser corto para que mis dedos puedan nadar en él y acariciar tus ideas; hace tiempo que dejaste de ser un desconocido con amor a las letras y a la noche y al hastío, para ser lo que hoy eres, el eterno amante perfecto de mis tontos cuentos de amor.

Me pregunto si habrá un momento en que con un dedo callé las palabras de tus labios, antes que el cielo se derrumbe ante nosotros, si las estrellas se tornarán amarillas y palidecerán ante el verde de tus ojos, si tus besos se volverán fuego que queme mis entrañas y entonces, vuelvo a pensar en que hace días que tus manos se mueren en mis caderas cada noche, que tu lengua se pasea en la vereda de mi cuello y de toda mi piel, que tu hombría me acaricia cada madrugada.

Hace días que el viento se mete en las rendijas de nuestras almas, que juguetea con tus orejas, les susurra cantos de vela; hace días que el viento se apodera de mí y se cuela en nuestras sábanas, se va quedando como rastro de polvo que deja huellas de tus sueños a mi espalda. Hace días que el viento es beso que se impregna de tu aliento para convertir el mío en un huracán de fuego.