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En un lugar de la ciudad.


En un rincón del cuarto las arañas han venido a formar un nuevo nido, son muchas arañas de patas peludas y largas que se mueven silenciosas y hábiles como si fueran hechas de lo que esta echo la nada.
Yo al principio las veía ir y venir, ajetreadas y nerviosas primero por mi presencia o por las breves corrientes de aire que se levantan al abrir y cerrar puertas, no me preocupaba porque en realidad no se metían conmigo ni se extendían hacia mi territorio en la habitación y al acostumbrarnos a la presencia de unas y otro terminamos por ser accidente común y cotidiano.
De pronto nuestra relación tomo un giro inesperado y yo empecé a traer moscas y mosquitos e insectos que podía atrapar en cajas de cerillos, al llegar los dejaba libres cerca de la telaraña que empezaba a ser ya de considerable tamaño y al sentir a los insectos atrapados en ella cobraba una vida repentina y empezaba a moverse al tiempo que las inquilinas salían a empezar a envolver a sus victimas en una bella mortaja de ceda.
Así fue pasando el tiempo en el que el pacto no cambiaba, yo salía a hacer mis recorridos por las noches y regresaba poco antes del amanecer, con cajetillas de cerillos repletas de moscas, mosquitos, grillos y hasta mariposas, para alimentar a mis huéspedes.
Sin darme cuenta ellas también empezaron a cambiar, se hicieron más grandes y curiosas, al grado de venir a pararse enfrente de mi cama y verme con sus múltiples ojos llenos de curiosidad.
Así paso el tiempo y poco a poco todo se volvió normalidad, yo continuaba con mis travesías nocturnas alimentándome con lo que fuera y ellas salvo la diferencia de que ya no se comían los regalos míos seguían ahí con su inmensa telaraña que era cada vez mas y mas grande abarcando desde una esquina en el techo hasta la esquina contraria en el piso cubriendo toda la pared. Para evitar que se quedaran atrapadas hice una entrada de mascotas en la puerta y de ves en cuando podía oírlas entrar y salir durante el día mientras dormía.
Los vecinos del edificio empezaron a mudarse, o al menos eso fue lo que pensé hasta que ustedes llegaron y derribaron la puerta, pero yo le digo de forma inequívoca que aun siendo vampiro, los cuerpos que encontraron en esa telaraña no los traje yo, son de ellas por eso no se comen mis moscas ya.
Jorge P. Guillen.
Julio 2006-07-17

Texto agregado el 03-02-2007, y leído por 129 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-07-2009 Muy, muy bueno zapatos_rotos
03-02-2007 Magnífico..El final es cojonudo...Muy bien churruka
 
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