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Inicio / Cuenteros Locales / DiegoClow / “ La verruga maligna, asquerosa y desdentada y la princesa”.

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Hace mucho, mucho tiempo… En una tierra sin nombre (el reino se llamaba Sin Nombre), sin ubicación geográfica coherente pero fructífera vivía una princesa llamada María Conchita Zamorano. Ella vivía muy feliz en un castillo, en lo alto de una torre iluminada por el sol.
Un día la princesa bajó al pueblo a comprar unas chuchearías y un arnés cuando vio a la cosa más fea que haya visto en su vida: una verruga asquerosa y desdentada. Aunque la princesa lo ignorara, la verruga era, a parte de horrorosa, maligna. Cuando la princesa la vio, la verruga estaba haciendo una danza moderna y erótica, lo que repugnó a la princesa:
-Mirad como se revuelca.
La princesa sentía asco por esa cosa seudo viviente. Pero la verruga miró a la hermosa princesa y quedó maravillado. Dejó de bailar y se acercó a la asqueada princesa.
-Hola, me llamo Tod Verruga.
La princesa respondió:
-Yo me llamo María Conchita Zamorano, repugnante ser.
La verruga había quedado encantada por las palabras de esa princesa de bustos prominentes.
-Ni en tus sueños te daré bola, plebeyo. Soy la princesa del reino Sin Nombre y soy inconquistable por alguien que no sea un príncipe y cuyo presupuesto sea obsceno.
La verruga quedó decepcionada y se marchó triste. La princesa siguió de compras, pero lo que ignoraba la princesa era que la verruga no iba a llorar al cuartito: iba al Bosque Terrorífico de las Brujas Malas, Feas e Incomibles. Ese era el lugar en donde habitaban las brujas y los brujos más malos del mundo. Obviamente, el atractivo y encantador Diego S. Clow tenía sus sucursales mágicas en lugares más top y visitados.
La verruga detuvo sus pasos frente a una casa vieja y fea, tan vieja y fea y arruinada como la mujer que salió de ella. Sin embargo era más linda que la verruga.
- ¿Qué deseas, aborto de la Naturaleza?
La verruga respondió con la mirada baja:
-Quiero un hechizo mágico que logre hacer que la princesa María Conchita Zamorano sea mía.
La vieja fea y arruinada lo miró pensando que era una broma. No había hechizo tan fuerte para lograr que alguien vivo y con buen gusto se enamorara de eso.
-Muy bien, muy bien. Haré lo que pueda.
Mientras tanto en el reino Sin Nombre el padre de la princesa le había hecho un regalo…
- ¡Mirad, hija mía! ¡Te he comprado un hada madrina!
Como dije en una ocasión: todas las princesas decentes tienen una. Pero al parecer, el rey había sacado esta hada de un bar de mala muerte. Tenía alas transparentes y cristalinas; un cabello castaño y rizado; una corona dorada; un vestido de seda azul y unas zapatillas que hacían juego. También tenía brazos de levantador de pesas; piernas de futbolista; barba y algo que sobresaltaba de lugares en donde ningún hada tiene relieve. Con voz masculina se presentó el hada:
-Feliz cumpleaños, oh, princesita.
La princesa miró su regalo y dijo entusiasmada:
- ¡Gracias, papito! ¡Es el hada más hermosa de todo el universo!
María Conchita Zamorano y el hada compartieron muchos momentos juntas. Iban de compras, se depilaban juntas, tomaban sol en las playas reales, probaban puntería con un fusil Rémington desde la ventana del castillo más cercana al pueblo (quien le diera a los mendigos ganaba más puntos que quien le diera a los clérigos). Se divertían mucho. Pero no sé por que será que todo lo bueno pronto acaba: la princesa se enamoró.
Una tarde de verano cuando la princesa y el hada jugaban a decapitar burgueses traidores a la corona, la princesita vio a un hombre muy bello: era negro, de pelo largo y con rastas, fornido y alto (típico príncipe encantador). La princesa quedó deslumbrada al ver que vestía con rojo, verde, amarillo y negro. La princesa quedó maravillada.
Unos minutos más tarde se conocieron, se besaron y vivieron felices para… ¡ESPEREN! Se olvidan de la verruga.
La última vez que habíamos visto a este repugnante ser estaba en la casa de la vieja fea del bosque encargando un hechizo. Bien, la vieja fea, todo este tiempo estuvo buscando un hechizo para hacer que la princesa se enamorara del adefesio sin dientes. Y lo encontró. Era una joya de la magia negra-amorosa del año VIII. La bruja llamó a dos amigas y en el medio de un páramo solitario se colocaron alrededor de una olla humeante y pronunciaron el hechizo y de repente de la olla salió algo verde como humo: era el hechizo (no sé por que motivo, razón o circunferencia los hechizos en los cuentos tienen forma física). El hechizo salió volando por el aire rumbo a la princesa. Pero lo que todos ignoraban era que el hada tenía un sensor de hechizos perjudicadores y pudo detectar (¿quién no? Era una cosa verde fluorescente) el hechizo que se les acercaba.
- ¡No-o-o-o-o-o-o!
Dijo el hada interponiéndose entre el hechizo y la princesa. El hechizo golpeó el pecho del hada y la destruyó haciéndola desaparecer en una voluta de humo maloliente.
-Oh, mi hada nos ha salvado, amorcito.
El príncipe Bob miró a su amada y ambos se besaron… Y la verruga apareció en el cuarto con una ballesta llena de flechas envenenada.
-La princesa será mía o de nadie.
Y cuando iba a disparar del techo cae una araña (de las que dan luz, no de las que comen bichos) de 500 kilos y aplasta a la verruga. El príncipe y la princesa se besaron… Y la verruga dijo desde el suelo:
-Te amo princesa, serás mía.
El príncipe se paró, tomó la ballesta y le disparó a discreción. Luego fue hacia la princesa y se besaron y… Y la verruga dijo:
- ¡No! Ella será mía.
Entre la princesa y el príncipe lograron levantar la araña y arrojaron a la verruga desde lo alto de la torre más alta de castillo.
El príncipe y la princesa se besaron y sonó el celular de la princesa:
-Hola… hola. ¿Hablo con la princesa María Conchita Zamorano?
La princesa respondió muy inocentemente:
-Si, ¿quién es?
-Soy Tod, Tod Verruga. Y serás mía.
La princesa miró por la ventana y vio que la verruga estaba trepando la torre. Le arrojó su celular con el que le golpeó la cabeza a la verruga haciéndola perder el equilibrio y provocando que cayera al foso de los cocodrilos caníbales de oeste.

Un mes más tarde la princesa María conchita Zamorano y el príncipe Bob Della Porree se casaban en una lujosa boda llena de invitados (nobles) y periodistas. Pero cuando el clérigo pregunta si alguien se opone, una voz conocida gritó “no”. La verruga se hallaba entre los invitados (estaba algo mojada).
-Yo me opongo, ella será…
No pudo terminar porque justo pasaba por ahí un camión de Coca-Cola que lo chocó de frente y lo arrastró hasta un pueblo de leprosos donde conoció al amor de su vida y vivió muy feliz para siempre con ella.
La princesa y el príncipe tuvieron diecisiete hijos y vivieron en la más terrible de las pobrezas ya que el príncipe era principiado. Tenía un astillero muy chiquito y la princesa tuvo que salir a trabajar porque su padre murió y le dejó todo a su hermanastra que no apareció nunca en este cuento.
La vieja fea siguió con su negocio de hechicería y Papá Noel… Papá Noel no aparece en esta historia.

Moraleja:

No uséis la magia para opacar vuestra fealdad. Mejor será que marchéis a un pueblo de leprosos y te caséis con alguien tan feo y arruinado como vos.



-FIN-

Texto agregado el 29-01-2007, y leído por 838 visitantes. (0 votos)


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