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EL ESTADO PRIVADO

Omar Barsotti

Uno de los ejercicios más populares de los argentinos es juzgar el funcionamiento del Estado. Casi siempre el juicio es negativo. No es simple escepticismo, es que el Estado no funciona ni tan siquiera con un mínimo de sentido común. Al argentino de a pie le es difícil comprender tanta desidia, inequidad, imprevisión, duplicidad y estupidez.
A pesar de que el control es insito a la naturaleza del Estado en su forma republicana, los Gobiernos han superpuesto entes de control específicos sin obtener mejoras en su función. Lo cual ha revelado otras facetas del problema.
Hay ejemplos significativos. En Rosario se creó un Tribunal de Cuentas pero a poco, por decisión del Intendente Binner, se le restó la potestad de emitir resoluciones y juzgar, condiciones sine qua non para ser Tribunal, quedando reducido a una simple auditora interna. Sin embargo se le sigue llamando Tribunal y, mucha gente cree que es verídico cuando en realidad es una superchería..¿Qué anomalía mental permite aceptar tales ficciones sin que la razón se rebele?. Contaba el Gral. Perón que uno de sus tíos tenía un perro de nombre León. El tío llamaba al perro y le decía a su sobrino:” mira, le llaman León y viene, pero es perro”.
Las privatizaciones debían perfeccionarse con Entes Reguladores. Nacidos con direcciones electas por la autoridad política, se convirtieron en poco tiempo en aguantaderos para políticos en lista de espera. Estos no se preocupan por controlar, más bien en generar puestos para su clientela política y operadores electorales, eventualmente entran en colusión con quienes deben controlar. De todas maneras, al igual que el caso del Tribunal de Rosario, cumplen la función de placebos que mantienen al enfermo tranquilo mientras agoniza.
Un ejemplo es la concesión de servicios sanitarios en Santa Fe. Después de diez años de concesión Aguas Provinciales de Santa Fe S.A. fue acusada por el Gobernador Obeid de no cumplir con los términos del contrato. Pero tanto Obeid como Reuteman intervinieron en la privatización. El primero sucedió al segundo como Gobernador y recién al segundo año del nuevo mandato cayó en la cuenta de que la concesionaria no cumplía con las obras y servicios del contrato. Habían pasado diez años y el Enress, ente regulador, estaba poblado por hombres de su riñón político. Reuteman, que también puso su gente, representaba en el Senado a la Provincia. Digamos que ambos han sido un poco lerdos para ejercer el control que les demandaba su cargo.
Existiendo en Santa Fe una Defensoría del Pueblo era de esperar que actuara. Pero las Defensorías funcionan hasta que el jefe político le ordena al heroico Defensor que se deje de jorobar con determinados temas.
Es patético que el público ponga sus esperanzas en estas instituciones.
En Avellaneda sucedió el envenenamiento de siete personas por emanaciones tóxicas de las cloacas. El culpable directo está prófugo y los miembros gubernamentales a cargo del control siguen ocupando sus cargos en la intendencia.
La falta de control ( no de controladores) de los riesgos de contaminación es una constante. Se solventa con meras reconvenciones y multas irrisorias y, cuando se ha logrado algún éxito ha sido por obra de ONG¨s o el movimiento de vecinos preocupados. Nos enojamos con los Uruguayos, pero todos los cursos de agua argentinos sufren el problema sin que la autoridad actué de oficio.
La cuestión del Río Uruguay y las pasteras es otro ejemplo de carencia de Gobierno. Las fábricas en territorio uruguayo parecen haber surgido por obra de Harry Potter. Hasta que Gualeguaychú se movilizó los funcionarios no despertaron. Pero el tiempo para los reclamos había pasado. ¿Donde estaba la Cancillería argentina cuando estas obras estaban en la etapa de proyectos?.
En cualquier esquina de Rosario le pueden decir quienes y donde están vendiendo drogas. De hecho, ha habido particulares que sufriendo el flagelo en familiares cercanos investigaron por su cuenta, y con inmediato éxito. Norma Castaño, una madre valiente, desesperada, lo hizo, intentado arrancar a su hijo de las garras de la adicción. Le pareció correcto y conducente informar, pero hasta el Gobernador Reuteman la ignoró.. La mujer había arriesgado su vida realizando un trabajo que dependía de funcionarios del Estado quienes le volvieron las espaldas.
El común supone que hay policías complicados con la delincuencia.. Y la gente tiene razón. No es que toda la policía esté involucrada, pero existe una ley de omertá y su rompimiento se paga con el aislamiento o la muerte. Los policías que han denunciado estas situaciones no han encontrado apoyo de los funcionarios estatales. Esta parte es sustancial para estos comentarios ya que la tolerancia o el franco encubrimiento por parte de los miembros del Gobierno convierte a estos en parte del problema..
Cromagnon es un compendio del desgobierno: Los empresarios lucían desfachatadamente, una absoluta incapacidad e irresponsabilidad, la policía estaba ciega, los bomberos carecían de recursos técnicos y humanos, los inspectores coimeaban, los directores de los inspectores no vigilaban a sus subalternos, los secretarios no controlaban a sus directores y los ministros descansaban en sus secretarios. Todos seleccionaban su personal entre su clientela política poniendo poca o ninguna atención a la idoneidad u honradez, ni tan siquiera exigiendo asistencia al trabajo. El Jefe de Gobierno de Bs.As. estaba ocupado y preocupado con su reelección.
Pero Cromagnon hubo muchos. Los desbordes del Ludueña y el Saladillo, el derrumbe de los muelles en Parque España en Rosario y el desborde del Salado en Santa Fé, estaban preanunciados. Existen estudios, informes, planes y advertencias a las que se hizo oídos sordos. Las preocupaciones de los funcionarios eran otras. Siempre hay una elección que atender..
Mezclados en este cuadro, personas honestas cumplen con sus funciones pero toleran el incumplimiento ajeno. A la espera de sus jubilaciones o una promoción, prefieren callar a poner en riesgo sus futuros. Hay una larga lista de denunciantes y testigos castigados, muertos o desaparecidos que ha impuesto un silente y efectivo terror.
La AFIP y los entes fiscales provinciales se preocupan mucho por la evasión, pero se pasan por alto lo más grueso. Conviene recordar que simultáneamente con la decisión de devolver el IVA a los productores agropecuarios se gestó una de las estafas fiscales más grande de la Argentina. Obligado el exportador a devolver el IVA al productor la trampa se resolvió inscribiendo en la AFIP a productores y consignatarios falsos. Se compra el producto exportable en negro al verdadero productor y se lo envía a exportación. El exportador deposita automáticamente el IVA en el CBU(cuenta bancaria) del productor ficticio. Así, se despachan a puerto enormes cantidades de cereal mientras aguante el “papel”(la documentación en la jerga). Comprando en negro al 92% del precio pizarra y con un retorno de IVA del 21% el negocio superaba en un 1000% las ganancias de cualquier acopio normal.. En el proceso intervienen contadores, escribanos, y abogados que comparten con el financista y los demás actores las ganancias. El que vende en negro, a la vez, elude el impuesto a las ganancias. Estos negocios son generados desde la misma AFIP. Hoy la devolución del IVA se ha reducido sustancialmente pero aún así el negocio es muy rendidor. Aunque hubo acusados, hasta el momento no hay un solo caso de condena. En cualquier bar del centro de Rosario, vecino al venerable palacio de la Bolsa de Comercio puede hallarse a estos operadores, en pleno milagro de multiplicación de los panes. Los funcionarios de la AFIP los conocen y, en ocasiones tienen tratos con ellos.
La AFIP como ente controlador es una ficción. Avala este aserto el hecho que, durante el 2001, cuarenta y cinco mil millones de dólares se fueron del país sin que los funcionarios de esta institución puedan decirnos quienes los sacaron. Recordemos que cuando un particular va a cambiar 100 dólares le hacen llenar un cojudo formulario y poner la firma bajo la mirada ominosa del cajero. Es un paradigma de la Argentina: poco para lo mucho y mucho para lo poco.
La corporación política tiene muchas formas de explotar el poder del Estado manejando los recursos humanos. Esto les permite pagar lealtades y compromisos políticos y asegurarse medios y almas para futuras compulsas electorales. Los cien millones de dólares extra que gastó el concejo deliberante de Rosario desde 1992 a 2001 tuvieron esa finalidad, además de mejorar la calidad de vida de los políticos y asegurar la renovación sin límites de sus mandatos. En verdad, todas las Legislaturas y Concejos del país tienen ese uso inconfeso por encima de sus funciones declaradas. Y pueden agregarse sin hesitar entes estatales como el Anses, el Fonavi y una entidad tan insospechable como la Biblioteca del Congreso, y tantos otros que seguramente el amable lector puede agregar sin temor a equivocarse.
El Estado, que en realidad es una abstracción, paga el pato. Es el árbol que tapa el bosque. Un tótem sobre el cual podemos descargar nuestras iras y culpas. El problema debe enfocarse de distinta forma si se lo quiere comprender.
El Estado es un sistema complejo que suma el territorio, la población, la nacionalidad y el ordenamiento jurídico que garantiza la convivencia, el bien común, la seguridad y la integridad nacional.
El Estado presta su estructura al Gobierno para lograr esos objetivos. El Estado, por lo tanto, no es el Gobierno. Este último está conformado por individuos de la población elegidos al efecto y con el compromiso de gobernar para todos.
Cuando ocurren frecuentes fallas de control y prevención como las que nos han servido de ejemplos hay que concluir que el Gobierno no gobierna, es decir, no existe.
¿Pero qué es entonces, lo que ocupa la estructura estatal?
El Gobierno ha sido sustituido por un sistema de corporaciones que compiten o colaboran entre sí para utilizar el poder y los recursos surgentes del Estado. Hay una resultante de esta compulsa de fuerzas, pero, difícilmente pueda salir de esa puja un plan relacionado con el interés de la población y los objetivos que justifican la existencia del Estado, más bien hay una repartija que el ciudadano común detecta justificando su crítica.
Una corporación es un grupo de personas con intereses comunes. En la organización social las corporaciones se suponen entidades intermedias que representan a sectores de la población ante al público y el Estado. En este sentido las corporaciones son funcionales a la organización del Estado en tanto y cuanto contribuyen a la administración del poder.
Pero cuando el Espíritu corporativo está dominado por sentimientos primarios de lealtad al grupo a costa de un sentimiento más amplio y universal que responda al interés nacional, el acto gubernamental se retarda, se diluye y se vuelve ineficiente y, finalmente es irracional. Por último, las luchas intestinas de cada corporación consumen todas las energías intelectuales disponibles y abre oportunidades para quienes triunfan con trampas o por la mera fuerza.
Cuando las privatizaciones avanzaron se hablaba de la destrucción del Patrimonio Nacional, pero, en realidad, aquellas empresas a las que considerábamos nuestras ya hacía años que no lo eran. Pandillas internas y externas las habían transformado en una fuente de recursos privado. Un coto de caza. Un botín de guerra cuya existencia y explotación había sido apropiada por intrusos tolerados y/o introducidos por el Gobierno.
En las simpatías futboleras esto es inofensivo, pero en la política y en la vida empresarial, profesional y gremial, es fatal. Aunque muchos de sus componentes no incurren en delitos o similares, pecan por omisión., Estos partisanos son tremendamente benevolentes con los miembros de su corporación admitiendo situaciones que no tolerarían a los extraños. Al final se degradan moralmente y acaban aceptando cualquier cosa.
La existencia del Estado es una cuestión de fe. Es una creencia, un convenio entre los habitantes de un país que permite la vida en común dentro de parámetros razonables de participación.
Cuando los gobernantes, como el célebre rey francés, creen que ellos son el Estado estamos en presencia de un peligroso proceso de entropía psicológica y emocional. Si dejamos de creer que tenemos un Estado. Si abandonamos los sentimientos que nos han llevado a crearlo desaparecerá irremediablemente aunque el cuerpo de normas y leyes que lo conforman permanezca en los papeles.
En estos momentos la cuestión no reside en las privatizaciones de las empresas del Estado, sino en la privatización del mismo Estado.
Cuando en diversas notas y artículos periodísticos y charlas he comentado la exacción cometida en el Concejo Deliberante de Rosario detecté un fenómeno que pareciera ser la raíz del problema. Nadie, ni tan siquiera se escandaliza Al principio me sorprendió, después lo utilicé como un test que me ha permitido extraer las siguientes conclusiones:
Primero, a nadie le parece fuera de lugar que los funcionarios aprovechen sus cargos para enriquecerse. Segundo, nadie, absolutamente nadie, entiende que el dinero fagocitado con estas maniobras es su propio dinero escatimado al imprescindible uso público. Tercero, hay más bien un sentimiento de envidia y de deseo de estar en esa privilegiada posición. Y quiero aclarar, no es una cuestión de nivel social, educativo o cultural. Es, para nuestra desdicha, una lamentable característica que nos une más allá de nuestras estridentes disidencias..
Sin embargo, cuando los dineros de los particulares fueron estancados en bonos y en bancos por el corralón y el corralito, los depositantes se indignaron y salieron a la calle a promover el cacerolazo y otras expresiones de repudio bastante violentas en defensa de lo que consideraban su legítima propiedad.
Para el argentino el dinero del Estado surge espontánea y mágicamente y el que tiene el poder tiene el derecho de usarlo a “piaccere”. En síntesis, el Estado no es nuestro, es privado y, como todo el mundo sabe, el derecho de propiedad es sagrado.

Omar G.Barsotti -13/11/2006



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Texto agregado el 25-01-2007, y leído por 132 visitantes. (0 votos)


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