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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El caso del poderoso pesticida (Capítulo I)

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Pill Mc Laughing dormitaba en su desvencijado escritorio cuando -acostumbrado su oído de sabueso a las más mínimas vibraciones- le pareció sentir un muy suave golpeteo en su puerta. Aún adormilado, con sus greñas en absoluto desorden y sus ropas arrugadas como repollo, caminó descalzo los tres pasos que lo separaban de la manilla y la jaló con brusquedad. Asomó su cabeza e hizo un paneo en ciento ochenta grados, concluyendo que alguna inusitada brisa había sido la causante del extraño ruido. Se disponía a cerrar de nuevo la puerta, cuando un ligero zumbido despertó una vez más su curiosidad. El sonido era muy débil pero para sus oídos sensibles, ello equivalía a un alboroto mayúsculo.
-Acá abajo señor Mc Laughing- le pareció escuchar y haciendo caso al sonidito, pudo percatarse que un ser minúsculo, enfundado en un sobretodo a la medida y cubierta, la que podría ser su cabeza, con un sombrero calado a presión, parecía querer decirle algo muy importante.

El detective privado se arrodilló sorprendido para contemplar aquella figurilla liliputiense y cuando sus ojos estuvieron a escasos centímetros del objetivo, se encontró carota a minicarita con una simpática hormiga que emulaba a un ser humano, vestida como un gangster de los años treinta. Divertido, el detective permitió que el insecto trepara a su descomunal mano. Algo le decía que un asunto sumamente interesante estaba por venir.

Después de más de media hora de exposición por parte de la hormiguita, que hablaba un fluido castellano, con ligero acento francés, Mc Laughing se enteró que un connotado científico pretendía crear un poderoso insecticida que acabaría con todas las hormigas del mundo.
-Figúrese usted el desastre que significaría aquello, si consideramos que se rompería el equilibrio biológico- comentaba la hormiguita, que, a todo esto, se llamaba, Clarisa Templetton, nombre heredado de los dueños de la casa en la cual habían establecido su hormiguero hacía ya largos años.
-Todas las Templetton nos caracterizamos por ser muy preocupadas de los derechos de todos los habitantes de este planeta. Por lo mismo, organizamos escuadrones para vigilar el perfecto funcionamiento de la sociedad en la cual estamos insertas. Y da la casualidad que, hace unos días, recibimos un mensaje que nos alertaba sobre las intenciones del malvado Conde Ludivich. Lo grave es que él no dará a conocer sus verdaderos planes, sino que los disfrazará, como es su costumbre. Lo que usted debe saber, señor Mc Laughing, es que bastaría una sola gotita del poderoso insecticida para que se extermine la población completa de hormigas de todo el estado de Texas, ¿se da usted cuenta de la magnitud del problema?

El detective se acarició la barbilla, aún no despierto del todo. La hormiguita disertaba, sentada sobre una caja de fósforos y vaya a saberse como, colocaba una patita sobre la otra, provocándose un efecto muy sensual. Su fama de excelente sabueso, le había valido atender a una nutrida clientela, en la que se contaban, por supuesto, muchos seres humanos complicados en los más diferentes asuntos, como también, de una enorme variedad de los más exóticos animalitos del orbe. Pocos meses atrás, había resuelto, por ejemplo, un caso de infidelidad de una gansa, que mantenía relaciones con un pavo. Ese asunto tuvo enorme trascendencia, ya que, los científicos dejaron entrever que estas aves podrían ser el eslabón para crear una nueva especie que revolucionaría el mercado.

-Todo está muy bien, creo que este es un caso interesantísimo, ideal para que yo lo resuelva. Pero usted supondrá, señorita Templetton, que soy un profesional y mis honorarios son altos.
-La hormiguita se pasó su diminuta lengua por los labios y sacando un pequeño cigarrillo de uno de los bolsillos del sobretodo, lo encendió y dijo con voz resuelta:
-Pagaremos lo que sea. ¿Entendió bien, señor Mc Laughingh? Lo que sea. Nuestra permanencia en este mundo es mucho más importante que una cantidad equis de dólares.
Cuando llegaron a un acuerdo, retirándose la hormiguita cautelosa, pero contenta, el detective le preguntó:
-¿Dónde aprendió a fumar, señorita Templetton?
-Recuerde usted, señor Mc Laughing que coexistimos con los humanos durante miles de años. ¿Algo se nos habrá pegado ¿no?
-Hum, si…
La hormiguita iba bastante lejos cuando el detective le preguntó de nuevo:
-Y ese acento afrancesado ¿De donde lo sacó?
-Televisión por cable, querido amigo, eso ya es opción personal.
Y la hormiguita desapareció…

(Concluye)















Texto agregado el 22-01-2007, y leído por 277 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-01-2007 Tu estilo tiene un ritmo que agarra al lector y no lo suelta hasta que finaliza de leer. Tu fantasía no tiene límites porque siempre logras asombrarnos..Y yo quiero ante todo saber que ocurre con la hormiga, el simpático detective y la historia. churruka
22-01-2007 jajajajajajajajja, Dios mio gui, podràs creer que he leìdo todo sin parar de reir. Est``a tan genila este cuento. Jajajajajaja, te pasaste, imaginè a la hormiguita de pierna arriba, y fumando, jajajajaja. No es chiste que estàn super organizadas. Lo que me matò es que aprendiò francès por tv cable, jajajajajaja. Y lo magistral por ejemplo, un caso de infidelidad de una gansa, que mantenía relaciones con un pavo. ajajajajajaja Besos Vic Eres lo m*************aximo 6236013
22-01-2007 Es un buen relato, en realidad tu imaginacion y hermosa narracion, mis estrellas. gfdsa_elisa
22-01-2007 jajajajaj, me mataste!!! está buenísimo!!! Una gansa infiel, una hormiguita sexi y afrancesada, unos personajes espectaculares!!. Me encantó gui, me alegraste la noche. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
 
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