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El Lechuzo que descubrió la luz (3)

Para Fernando

Todos volvieron sorprendidos su vista miope y pitañosa hacia "Neblí-nebuloso", el cual estaba eufórico y desafiante. Se había quedado varado en el aire, casi como un colibrí libando goloso las flores de su descubrimiento y de su tesis, a pesar de su reforzado peso y desafiando el amenazante peligro que le llovería. Los discípulos, admirados, no atendieron al maestro lechuzo que se fue de espaldas destroncado por un síncope repentino, pues aquella frase del lechucillo insolente fue como si le hubieran dado un mazazo directo en la cabeza.

Se hizo un negro silencio, casi sepulcral, como en las tumbas frías. Luego, todos vieron al venerable maestro que levantándose, atolondrado, no encontraba las gafas; y mientras se acomodaba la corbata, lanzaba tosecillas nerviosas y estornudaba indiscreto como si lo hubiera prendido un acceso o granulación de frío. Vino de repente un desplome de hilaridad que contagió el ambiente, y rieron también las lejanas estrellas lanzando fulgores de luz sobre aquella descampada institución docente, que cerró los ojos.

Empero, tratando de superar el estado de general confusión y recuperándose de su asombro, el graduado doctor lechuzo y maestro de generaciones, metió compostura en un santiamén, haciendo valer su autoridad y sus títulos de Universidad, los cuales llevaba siempre consigo, como álbum de fotografías.

Golpeando fuertemente un palo hueco, atrajo la atención de todos: —Está loco Neblí-nebuloso, no ha comido este día —aseveró el sabio profesor. Y todavía arguyó entre furibundo y tembloroso: —no le hagan caso, no sabe lo que dice. Lo más seguro es que anoche se cayó de la cama y se pegó en la nuca. Es un gurrumino ignorante, pelagatos, rústico y patán, hijo de piconeros.

—¿Que qué quiere decir gurrumino y piconero exactamente?
—¡Ah!, pues es lo mismo que enano y carbonero, respectivamente.

Y subiendo más el tono rabioso y llegando a colérico, continuó ordenando el profesor lechuzo su teoría: "tal vez corriendo se golpeó la cabeza este sotreta mochuelo y se le removieron los sesos hasta el suelo, por eso razona con las charnelas de las uñas de sus patas; o bien, estuvo por mucho tiempo anoche viendo la televisión y alcanzó a ver el prohibido programa "Un mundo nos vigila".

Luego, para salvar la situación, porque seguía confundido por lo inesperado de aquella objeción a su doctrina, y por la reacción general del grupo, añadió el orientador desorientado: —Bueno, por hoy se acabó la lección. Para mañana, como tarea, escriban cinco planas de la frase: "La esencia de toda la realidad es lo negro".

Y tú "Neblí-nebuloso", —dijo dirigiéndose en tono más ríspido al contestatario: vas a escribir esta frase 1,000 veces, en latín y en griego, para que no se te olvide nunca la doctrina negra, clásica y perennemente endrina de las lechuzas. Todos pueden irse a descansar y a buscar su caza de hoy. Recuerden que las ratas negras y los cuervos son las mejores viandas y las más sabrosas presas que podemos hallar en nuestro entorno, les dijo a los demás. Luego añadió: —“Nebli-nebuloso”, pollito loco, dijo en tono nervioso, tú te esperas un poco.

En cuanto los alumnos desaparecieron de la vista, el sabio educador se volvió a nuestro "Neblí-nebuloso", dirigiéndose primeramente en un tono conciliador zalamero, pero insidioso: —"Pequeño aluconcillo, espero que estos disparates que acabas de decir ante tus compañeros no se vuelvan a repetir nunca jamás en tu negra vida, ¿Oíste bien? Eso es un atentado grave e indigno de un lechuzo joven e inteligente como tú”. —Luego, prosiguió: “porque tú sabes y conoces bien como buen estudiante, las consecuencias de un comportamiento semejante; estás enterado del castigo que se atiene aquel que intenta meter teorías extrañas y revolucionarias entre nuestros hatos pacíficos y bandadas, como son tus condiscípulos de aves disciplinadas.

Primero, está la expulsión automática de la escuela; y lego, si es que estas cosas las has dicho o propalado entre tus familiares y amigos, tendrás un severo escarmiento de parte del majestuoso y noble Consejo mayor de Lechuzas".

—¿Que quiénes eran los del Consejo mayor de Lechuzas?

—Pues las más negras de ellas. Las que se creían y sentían dueñas y señoras de la vida, tiempo, sueño y destino del conjunto. Aquellas que por maquinación se habían alzado y constituido como casta intocable, clase especial y nivel espumoso; las que por su envenenada distinción habían sabido apropiarse, sin méritos propios, sino por oportunismo, de una categoría que no les permitía, según ellas, mezclarse con las consideradas y llamadas del subgénero y de jaez más baja y directamente plebeyas.

Por eso, a las que eran diversas de su palurdo linaje, de su clan y su calaña, las consideraban no sólo sus trabajadoras, sino tributarias, deshecho, comistrajo y ostensiblemente sus esclavas; pero, aún más, deberían ser sus aduladoras y su aplauso perenne; porque se hacían obedecer y admirar, tanto por su falsa apariencia de buenas, inteligentes y mojigatas; así como por el embaucamiento y matiz postizo de sus palabras; los embelecos y zalemas que repartían por conveniencia; o, también, decididamente por la fuerza, mostrando todo su negro poder.

Consecuentemente, a esta esfera o cuerpo que formaba la cresta del Consejo, podían llegar y entrar a su camaradería teatral o abombamiento, porque todo era falso, únicamente aquellas que eran menos inteligentes, menos dotadas, zafias y más feas que ellas; pero sobre todo, aceptaban en su torcida amistad a las dóciles o manejables, las aduladoras. parlanchinas y lagoteras; también las fácilmente plegables a sus caprichos; y, de modo especial, tenían por amigos a todos los panegiristas de su fementida belleza, inteligencia y quienes admiraban, escribían y exaltaban todos sus hechos y ocurrencias.

A las aves bonitas, inteligentes y honestas, acababan por despedirlas y alejaban de su círculo, porque no podían soportar que otros no las vieran solamente a ellas, y de su atadura indemnizada y bien subvencionada con regalos pudieran desviar sus halagos y hacia otras volvieran sus miradas.

Como se podrá comprender, de todo esto se deduce que era una clase especial y podrida, que por conveniencia reservada no estaban dispuestas a dejar el poder, el mando y el sitial de principales. Por eso, las lechuceras estaban en todo, lo vigilaban y controlaban todo.

Ellas determinaban qué se debía comer, cómo se debía vestir, qué se debía enseñar en la escuela; en qué grado convenía colocar a los lechucillos y la calificación que les convenía; también con quién se podía platicar y escribir, a quiénes podrían invitar a las fiestas, y hasta quién merecía vivir, y quién era postulante a la expulsión del gremio, cuando se habían propuesto hacerle la vida pesada. ¡Ay de la lechuza que fuera inteligente, sobresaliera por sus dotes, fuera más bonita o las contradijera!

Bueno, pero dejemos a las negras, que a nadie interesan, y sigamos a "Neblí-nebuloso" ante el profesor lechuzo.

Luego de hacerle las anteriores reprensiones y amenazas, como pertenecía al partido del COR, se quedó pensativo el viejo lechuzo, y dijo concluyente y arrollador, tratando en todo de llevar ventaja y hacer patente su autoridad:

—"Díme, eso que has dicho, ¿acaso te lo contó tu abuelo? —Porque... no; espero que tú no habrás desobedecido la orden que has aprendido antes de decir "mamá", y que te hayas atrevido a traspasar las leyes inflexibles y rigurosas del sueño de las lechuzas. Y pronunció sentencioso: —“Ni siquiera quiero imaginarme que te hayas levantado a media noche para ir a visitar la tierra. Y añadió enfático: —Ya sabes que esta desobediencia se castiga con el extrañamiento de la especie, el destierro total e inexorablemente y hasta con la pena de muerte. El sueño negro de las lechuzas es sagrado, y solamente de noche podemos vivir. Es reo de muerte quien ose disturbarlo.

Neblí-nebuloso, siguió callado, y nada contestó, pues se quedó por unos segundos meditabundo, ya que le entró un sobrecogimiento, turbación y pavidez jamás sentidos al querer ordenar sus pensamientos, junto con una desazón en su corazón, al pensar no en sí mismo, porque era valiente, sino en las consecuencias que podían venir para sus familiares y a cuantos había pensado exponer sus descubrimientos.

Comprendió que todo era imprevisible todavía, debido a que aquello había sido simplemente como encender una pequeña fogata, y la primera manifestación de inconformidad y oposición ante el sabio maestro delante de todo el grupo. Faltaba la prueba de fuego. Por eso, como sabio pensador, tras reflexionar por unos breves instantes y sin duda para meditar mejor sus planes, sólo musitó, mientras hacía como que iba a emprender el vuelo, de prisa: —Señor profesor, yo solamente he soñado, y tal vez despierto, que no todo en la vida es negro; pero, casi estoy seguro de ello—, y diciendo esto salió destapado, como a mil por hora.

Bueno, vete a tu casa, por hoy te la puedo pasar, pero no toda —le alcanzó a gritar el maestro—; por eso, llama a tus papás; —¡No! —dijo rectificándose al momento: —yo mismo iré a hacerles una visita, porque he de advertirles que deben tener mucho cuidado contigo. —Les dices que me preparen la mejor habitación, por si debo abarracar entre Ustedes esta noche. ¡Ah!, y que me preparen una buena cena, con vino francés.

Antes de llegar a casa, Neblí-nebuloso fue a visitar a su abuelo. Este era un viejo lechuzo entrado en años que vivía lejos del hatajo, substraído a pugnas y toda serie de lides políticas, pues desde hacía algunos años vivía solitario como un ermitaño en la montaña.

—¿Que cómo se llamaba el abuelo lechuzo?
—Le decían "Azor-milano", porque había sido cuando joven un aguerrido lechuzo, comparable a un aguilucho esmerejón, y ahora parecía que hacía penitencia, se preparaba a la muerte, o simplemente había alcanzado la visión de la existencia auténtica en la meditación y el silencio.

Delante de su abuelo abrió todo su tierno pecho, digo su tímido buche Neblí-nebuloso, y desembuchando paso a paso todo lo acaecido en sus últimas experiencias, le pidió entonces su sabio consejo al abuelo, sobre la manera en que debía comportarse de ahí en adelante.
El abuelo "Azor-milano", comprendió todo al momento, y se quedó contemplando por un largo rato a su querido nieto, entre incrédulo y admirado; luego, derramando unas lágrimas resfriadas, porque le vino en mente, como se lo refirió en seguida a su nieto favorito, que a él le había sucedido lo mismo muchos años atrás; pero que, temiendo el dolor y el qué dirán de los demás, había seguido la corriente de sus parientes y la política del menor esfuerzo.

Le advirtió que habría de afrontar luchas interminables, pues la luz haría daño a sus ojos, mientras no se adaptara a ella, pero también a los demás, cuando se las mostrase, pues era como la verdad, que no dejaba a ningún ignorante de pie cuando se le tomaba por amiga. Le aconsejó detalladamente, que se fuera con cuidado en todos sus descubrimientos, y que le contara todo a sus padres, pues en ellos tendría los mejores amigos y el más grande apoyo en todos sus singulares proyectos.

Y, cuando emprendía el vuelo alegre por el espacio azulino que reverberaba sobre los árboles la luz de la luna, contento el lechucillo, por haber hallado quién lo comprendiera, escuchó la última frase que le alcanzó a decir el abuelo:

"Si tienes madera de mártir, prepárate para morir crucificado".... CONTINUARÁ.....

Texto agregado el 13-02-2004, y leído por 264 visitantes. (0 votos)


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