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Tengo ganas de dormir, mirar la tele, o pararme en la puerta de mi casa y ver cualquier cosa en la oscuridad de la noche, pero no puedo, hay un impulso que me llama hacia la máquina de escribir… Y aquí estoy, aún vivo, con tanto agotamiento en mi alma que no sé si estoy durmiendo o despierto. He visto tanto en este día. Un ciego que ve más allá de los ojos. Una anciana que vive en instante y que lo besa con tanto celo. Un grupo de perros que salen a la calle buscando alimento en los basurales. He visto tantas cosas en el día de hoy que me parece que la vida es magia pura… Quizá no sorprenda a medio mundo, pero sí que a todo mi universo. Es posible que todo salga bien este momento. Las brujas del costado se han hecho un ovillo en una esquina del cuarto. La lluvia de imágenes salen como sierpes por el silencio de la noche… hay magia en cada instante. Ves que alguien tiembla ante el devenir de la vida en el mundo. Ves que un ser humano agoniza, otros nacen, otros ríen, lloran, en general, el mundo sigue adelante, lo quiera o no lo quiera.

Si pudiera decirles lo que siento en el alma, es como una herida en carne vida pero esta no duele, pues hace mucho que ya no vivo en este cuerpo. Lo siento que va y viene mientras le sigo a distancia. Es así en mi paso por el mundo. Hay infinitos dioses que no dejan de dormir en la vida. Sonámbulos que caminan sobre sus piernas, con los ojos abiertos, mentes activas, pero algo legañoso no le deja sentir el momento en que vive. Es como si sus ojos miraran lo que solo entiendo, y lo que no, le hace daño o no lo mira… ¿se entiende?

Ya lejos de todo este glacial de murmuraciones, he agitado mi mesa de escribir y he escrito un cuento demasiado tonto y corto… Trata de dos personas que se unen en cuerpo y alma. Dicen que se aman, salen a la calle apretando sus cuerpos. Se miran, besan, no cesan de morderse al sentimiento. Llega el instante en que escuchan el llamado de la esclavitud. Se sueltan y se van a sus cadenas. Piensan toda la noche en el día siguiente. No viven si no se recuerdan. La vida continúa con ellos a su lado, pero el tiempo aplasta, desinfla todo lo creado por el ser humano. Hay un momento en que se rompe el cristal de la vida… Y ambos miran sus cuerpos y sienten que no son ellos quienes viven en ellos. Se dan media vuelta y ven el presente lleno de cuerdas, cadenas, y todas ellas de carne y hueso, de apellidos y nombres empañados de ese sentimiento maligno, de ese amor tan cortito, y se alejan ambos, a pesar de que aún continúan juntos, a gran distancia de sus sueños…

Ya a punto de beber de las aguas del sueño, puedo leer lo que he escrito. No me gusta, pero lo amo. Uno ama aquello que ha escrito con el alma. Hay un sello que proclama la unión entre el sentimiento. No le hago caso. Suenan campanas de una iglesia. Un muerto, me digo. Salgo a la calle y veo que es un heladero a estas horas de la noche. Le llamo y este viene con un helado. Le compro uno, le pago y este se va tocando unas campanas que parecieran de iglesia. He mirado mi mesa de escribir. Me asusta cuando escribo. Debo de parar, hay un tren que nos separa, es un sueño, una ilusión permanente y con fiebre eterna. Dejo la pluma y sueño que escribo. Y escribo en silencio como marco. Hay abismos mientras lo hago. Hay sentimientos que flotan como nubes. Me gustan mucho pero ellas flotan como humo. He dejado de escribir, he dejado de escribir pero la vida aún continúa escribiendo...
El pájaro de la noche ha hecho su nido. Tiene muchas alas. Una de ellas es de colores transparente. Le amo. El ave me ha mirado desde su altura. Me da vértigo. La paloma ha saltado sobre mi cuerpo. No le siento aunque ella ha hecho su nido en mi pecho. Es que, me gusta estar echado como muerto… ya lejos de este mundo, he visto a estrellas hermosas. Brillan para mí. Me aman, sufren como siempre. Les digo que soy una masita de pan. Me miran en silencio y con pena. Les digo que me muero. Saltan de mi pecho y dejan sus huellas por mi cuerpo. Han volado alto. No alcanzo a verlas. Se han hecho oscuras como la noche, sin embargo hay un hueco en mi pecho, es negro, he mirado y veo a muchas estrellas flotando en mitad de la oscuridad de mi pecho…


Mis padres son benditos, hace mucho que no respiran, son uno con la tierra y uno con el aire que respiraban… Tengo una foto de ellos. Están abrazados a la fuerza. Se notan que no se aman. Aparezco en medio de ambos. Estoy molesto. Odio mi situación de no saber quien soy ni quienes son ellos… Estoy confundido, pero no tanto como ellos. He tirado la foto y he visto que todo el cielo empieza a llover cagaditas de palomas… me siento en mi casa. Huelen a podredumbre, aunque juren que estoy en un cuarto lleno de huecos y libros por todas las paredes…

Ya es hora de dejar que los dedos descansen. Que prueben otras carnes. Que escriban notas sin nombre ni a pie de página. Ya es hora de seguir buscando la salida de este mundo… Ya es hora de vivir como si fuera el último momento…



San isidro, enero de 2007

Texto agregado el 08-01-2007, y leído por 190 visitantes. (0 votos)


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