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Avaricia ( Del lat. avaritia).
f. Afán desordenado por la acumulación de bienes materiales.


Jorge Cortés Herce

Tirado sobre su sillón favorito tapizado en antílope color tabaco, Billy intentaba mirar la película que había suspendido una, tres, quince veces, para atender importantes llamadas de negocios que no podía dejar pasar, ni siquiera ese domingo de verano en que la mayoría de la gente como él, disfrutaba de las playas y lugares de recreación.
Por enésima ocasión, dirigió el control remoto hacia el impresionante mueble donde lucía la enorme pantalla de plasma y una serie de aparatos con luces azules y botones que sugerían el panel de control de una nave espacial.
Nuevamente escuchó el ulular del teléfono, y poniendo la pausa, esperó a escuchar la voz de quien le hablaba a través de la máquina de recados. Era su único amigo, Julen, quien sabiendo que estaba ahí, insistió para que Billy le contestara y aceptara salir a tomar unos tragos, pero esta vez sus planes de quedarse por fin una tarde a ver esa postergada cinta, no serian perturbados por nadie.
-Ya güey, contesta... seguramente estás viendo como le sacas más lana al pobre señor Dueñas... Andaleee, nomás vamos un rato y te regresas a tus benditos bisnes...pinche Billy, me cae que eres capaz de desollar un piojo para obtener su piel... güey: ¡es domingo! Deja un ratito tu pinche manía de hacer billete, cabrón...
Billy sonrió para sí mismo, bajó el volumen de la máquina, y presionó el botón con el que la película avanzaba. Pasaron varios minutos en que veía sólo a la protagonista Christine, en movimiento, pero sin enterarse de lo que pasaba. Su mente se había quedado con las palabras de Julen. Regresó un par de veces la película tratando de concentrarse, pero no lo lograba, las escenas repetidas no le decían nada, a pesar de que estaba completamente familiarizado con los nombres y características de los personajes y de que hasta ese punto, había comprendido perfectamente la trama. Por qué se iba a cuestionar precisamente ese día lo que le decía su amigo.
Julen era la única amistad que había conservado de su otrora numeroso grupo, el único a quien no había defraudado. Sabía perfectamente que incluso su familia se había alejado de él, precisamente porque nunca le había importado traicionar a quien fuera, siempre y cuando consiguiera los beneficios que previamente había calculado.
Volvió a pausar la película y en la pantalla quedó congelada la imagen de Christine en primer plano, mirando hacia la cámara y enviando un guiño, Billy le respondió lanzando un beso a la pantalla, y bajó a prepararse un güisqui, mientras repasaba las peroratas de Julen, quien criticaba siempre su arrogancia cuando, para justificar sus actos, mencionaba una supuesta prevención para el futuro: “ no seas mamón, Billy, con el billete que tienes puedes dedicarte a disfrutar de la vida ahorita y morirte sin pedos dentro de cincuenta años”.
Sonó de nuevo el teléfono, al parecer Julen no lo dejaría en paz.
-Güey, estoy viendo una película, no voy a salir...
-¡Una película!.... no te creo, seguro estás en medio de una negociación para asegurar el futuro de los hijos que aún no tienes...
-Déjame de criticar cabrón, me cae que estoy en medio de una peli, y quiero terminar de verla, si quieres nos vemos en unas dos horas, pero tú vas a invitar, ¿verdad? Los guapos pagan- Lo adulador no era algo que habitualmente le resultaba con Julen, pero funcionó.
-¡Pinche Billy, si por eso tienes dinero.... ‘ta bien, yo disparo... Paso a las ocho y media.

¿Avaro?-se dijo mientras abría un estante y sacaba una cajita metálica, de donde extrajo unas pastillitas de colores, escogió una amarilla con una carita feliz, la puso sobre su lengua y la empujó con un trago largo de güisqui- no...yo sí disfruto de lo que tengo. Avaro es quien acumula por acumular y no necesariamente dinero...podría acumular canicas, botellas de vino, o sangre...¡yo no soy ningún avaro!, esto último no sólo lo pensó; lo gritó eufórico, mientras comenzaba el siguiente güisqui.
Al regresar a su sillón, el rostro en la pantalla no era el de Christine, ahora el guiño lo enviaba una mujer de pelo corto y rojizo, era Regina, la esposa que había muerto un par de años atrás, en un accidente automovilístico.
Billy dejó pasar lentamente el trago de escocés por su garganta, mientras reconocía ese rostro y controlaba un ligero temblor que le recorría. Presionó el botón de play, y se dejó llevar por la historia.
Regina lucía más bella que Christine, el papel de la esposa millonaria de un cínico oportunista, le quedaba a la perfección. Aunque Frank, el esposo de Regina en la película era físicamente muy distinto a Billy, le comenzó a encontrar cada vez más similitudes hasta que se vio representado a sí mismo en la pantalla. Frank, al igual que Billy, había comenzado como en un juego, cobrándole a Regina por hacerle el amor, también ella lo había tomado con gracia y le había regalado un reloj de oro y un auto convertible antes de casarse. Con estremecimiento Billy vio como Frank también provocaba un desperfecto en los frenos del auto que Regina usaría al día siguiente para viajar a San Francisco y cómo la noche previa al viaje hacían el amor “ como si nunca más lo fueran a volver a hacer”.

La expectativa creció cuando la trama dio un giro completo a la historia plenamente conocida por Billy. Esta vez, un ladrón de autos fue quien sufriría las consecuencias del sabotaje de Frank. En la película, Regina había usado la camioneta de Billy, y había salvado la vida. Billy comenzó a sudar cuando vio en la película esa especie de mundo paralelo.
Mientras se encontraba en San Francisco, Regina pidió a Billy -personificado por Frank- le llevara unas muestras de tela a su amiga Frida, esa amiga con quien Billy había estado flirteando por meses sin permitir que el muro levantado para no perder la fábrica de billetes que significaba estar al lado de Regina, fuera derribado. La escena de Frida, recibiendo a Frank-Billy sin ningún tapujo y entrelazando cuerpos y lenguas desde la entrada misma de la casa, produjo en Billy una erección que terminó siendo satisfecha por una acción onanista, mientras regresaba una y otra vez esa parte del encuentro.
No le importó más si Regina se enteraba, ni siquiera hubo otro intento de asesinato. El olor de Frida lo tenía perdido.
Durante meses, la nueva amante de Billy le cambió el aspecto. Cada vez le exigía más y más, mientras él perdía peso y seguridad en sí mismo. Lo que con Regina era atrevimiento y poses de gigoló autoritario, con Frida se convertía en sumisión y disposición para complacerla en todo, ante esa mujer, su “self made man status”, no le servían ya de nada. Todo ese tiempo, Billy vio a decenas de hombres desfilar por la casa de Frida, sin hacer una sola pregunta, aceptando tácitamente la existencia de otros amantes. Nada le importaba más que esos encuentros en que agotado, salía de la casa tras dejar cuatro o cinco condones conteniendo su simiente.



Su amigo pasó por él a las ocho cincuenta, fueron a un pub cercano a su casa. La plática de Billy, giró todo el tiempo en torno a una tal Frida, esa noche parecía otro, estaba completamente desquiciado. Después de cuatro güisquis, Billy por fin lo propuso.
Su amigo no podía creer la absurda propuesta, su fantasía sexual de hacer un trío, no suponía esa clase de trío.
-Estás loco, ¿cómo crees? Con dos viejas es otra cosa, pero...
-No seas güey, nosotros no vamos a interactuar, pero ella quiere que lleve a un amigo, y sólo te tengo a ti...
-Nel, yo paso, ya me imagino, agarrándonos a espadazos, ¿no?
-Vamos, no seas mala onda ya me dijo que sólo, mejor ni vaya...y ya no aguanto, aquí traigo su aroma.


Les abrió la puerta una muchacha llenita que Billy no conocía: No estaba Frida, pero no tardaría en llegar, los condujo a un salón, también desconocido, con dos sofás de cuero y un par de revisteros.
Después de un rato, entró al fin Frida con cara de enroque de ajedrez. La cara de Billy se endulzó sólo por unos momentos, no veía a la excitante mujer de antes.
-¿Qué pasa, guapa?
-Nada, que desde hoy te quedas de planta, una de mis asistentes cometió la perrada de llevarse una buena parte de las reservas, y en lo que la localizo, tengo que ver como la repongo, así que estarán a trabajos forzados.
-No entiendo, linda; ¿a qué te refieres?...
-¿No oiste? El banco.... hay un déficit...y vamos a reponerlo...
-Muy bien, ¿en que ayudamos?- Preguntó en tono naíf sin terminar de entender. Mientras la seguían a lo largo de un frío pasillo, el ya eterno olor de Frida, fue siendo superado por otro, lejanamente familiar.
Al llegar a un enorme almacén repleto de cilindros de aluminio, uno de ellos rotulado con su nombre, comenzó a comprender.
-Esos recipientes, ¿los ves? Tu amigo comienza de ceros y el tuyo habrá que rellenarlo. No tiene ni la mitad de lo que habías donado, esa perra se llevó gran parte del semen que habías ido dejando en los condones que usábamos ... Muy bien, ¡a darle!, ¿alguien quiere una revista?...


-¿Ya ves?, ¡eso es avaricia!- dijo Billy en medio de una carcajada babeante, mientras era apoyado por su amigo para mantener el equilibrio.

Texto agregado el 05-01-2007, y leído por 267 visitantes. (0 votos)


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