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Apenas distingo la hora. Las 4 y diez. ¿Solo? Me parecía mas tarde. Espera un momento, ese bar lo cierran siempre a las 5. Ah, vale, que el reloj que me han regalado con la enésima copa no tiene pila. Según mi móvil son… ¡las 5 y media! Vaya tela. Con esta edad y sigo comportándome como un universitario inconsciente. Y mañana se supone que iba a hacer cosas en casa. En fin, otro día.

Todo se sigue moviendo, me cuesta tanto enfocar la vista y parar todo lo que me rodea que no voy a hacerlo. Hagamos balance de otra aciaga noche:
- Para empezar, el Atleti ha vuelto a perder, y van ni se saben.
- Había quedado con mi ex para cenar y tomar unas copas y se ha rajado a última hora
- He perdido a la mitad de mis amigos de camino a otro bar.
- La repugnante esa me ha dicho que no quería nada, solo le ha faltado que me dijera que prefiere que seamos amigos para que la estampara contra la barra de un bofetón, vaya subnormal, se creerá que va sobrada con los tíos, ¡no te jode!
- Me he gastado otros 40 eurazos en copas y tabaco, la hipoteca la va a pagar Rita este mes
- No me he traído abrigo y como el coche está en el taller, tengo un frío de cojones.
- Llevo casi una hora esperando al puto búho y por aquí no aparece ni uno, y cuando aparezca, a ver si cabemos todos los borrachos que estamos aquí, que ya somos unos cuantos… Mira tú por donde, ahí está.

¡Coño, no empujes! ¡Me voy a cagar en tu puta madre, payaso!

Joder, no puedo ni respirar. Y el que me está dando la espalda huele mal. ¿O soy yo? Bueno, me voy a dar la vuelta, por si acaso.

¿Y ésta? Joder, la tengo a dos centímetros, como la eche el aliento me la cargo. Está un poco delgada, pero me gustan sus ojos. Y su vestido, aunque no se cómo acaba. Tampoco ha tenido una buena noche, me parece. “Hola, que tal”, acierto a decir.

Bueno, esto se mueve. Ya sólo me quedan doce paradas. Paciencia.

La verdad es que esta tía me parece guapa, le voy a sonreír a ver que hace. ¡Me sonríe! A ver si frena bruscamente el autobús y me froto un poco, es lo único que voy a conseguir esta noche. Huele bien, la verdad, incluso a estas horas. ¿O será que me huele todo a whisky y me encanta la fragancia del alcohol? ¡Joder, que frenazo! ¡Maldito inútil! La Ojos casi me tira. La agarro por la cintura para que no nos caigamos. Tiene buena figura, por cierto. Me da las gracias. Y ya no voy a apartar mis ojos de los suyos, me prometo. Me encantan. Sonreímos. La observo detenidamente, ella a mí también, sin hablar. Hago un rápido repaso a sus inmensos y brillantes ojos, sus cejas, sus pómulos, su flequillo, sus tres pendientes, su boca. Sigo sonriendo, ella también, se muerde un poco el labio, y se da cuenta de que mis ojos se ponen como platos. Lo hemos notado los dos al mismo tiempo. Voy a acercar mis labios a los suyos, a ver que pasa. ¡Échale valor! Un poco más. Así es, sin prisa pero sin pausa. Despacio, un último esfuerzo. Perfecto, ya está.

Su saliva se junta con la mía, mi mano en su cintura, la suya en mi cuello, quedan todavía tres paradas, tiempo de sobra para cambiar el rumbo de la noche, bueno, ya lo he cambiado, a decir verdad.

“Parada solicitada”. Frenazo. Chocan nuestros dientes. Nos separamos. Sonreímos. “Perdona”, dice. Me río. Volvemos a besarnos, nada de magreo y lenguas en plan cerdo, son besos suaves, como si nos hubiéramos besado mil veces. Entrelazamos las manos y nos apoyamos en un lateral del bus. Ahora la acaricio la cara. Tiene la piel tremendamente suave.

- Esta es mi parada, dice.
- ¿Puedo acompañarte un rato más?
- Si, gracias, y vuelve a sonreír.

Nos sentamos un rato en el banco enfrente de su portal, y nos besamos un poco más. Se está haciendo de día, maldita sea. No quiero dejar de besarla, adoro cómo lo hace y me encanta esta aventura que no quiero que acabe.

- He de irme, mañana quiero hacer cosas
- Si, yo también, o al menos esa era mi idea ayer
- ¿Vives muy lejos?
- Dos calles mas para allá, y le señalo la dirección con la cabeza
- Bueno, me llamo Marta, por cierto
- Yo Jorge. ¿Me das tu número?
- Apunta
- Espero verte pronto.
- Y yo. Dame un beso que me voy

Media hora mas tarde, efectivamente, se fue. Y yo, después de verla entrar en el portal.

Hace una preciosa mañana. Me encanta este frío tan cortante que suele hacer a las puertas del invierno. Voy a coger un resfriado tan maravilloso… Es adorable cómo llueve y cómo me calo hasta los pensamientos. Me encanta no haber cogido abrigo y que el coche esté en el taller, es una delicia indescriptible caminar entre los charcos empapándome los pies y reventado de cansancio. Que bonita queda la mierda en la entrada de mi portal. ¡Estos chavales y sus botellones, que majos que son! Que guapa está la vieja del sexto mirándome como si me quisiera matar, por cierto. ¡Joder, que buen día he tenido!

Texto agregado el 03-01-2007, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


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