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Uno era Dios, el otro era Diablo. Ambos eran amigos, amigos de siempre. Cuando iban de un lado hacia otro, no había estrella que no les mirase y apuntase de ellos que eran amigos eternos. Un tiempo, estaba Dios tan pensativo, mientras Diablo no cesaba de hablarle, contándole de ciertas ideas, proyectos, sueños, ambiciones que deseaba realizar junto a Dios ¡Hay que hacer esto... Cambiar esta estrella fugaz, este color de la oscuridad, un poco de ruido, de sonidos aullantes ¡Anímate!, decía Diablo. Pero Dios continuaba pensativo con su mirada eterna, diáfana, puesta hacia su horizonte preferido, la eternidad. ¿Qué te pasa, qué te ocurre, qué piensas?, preguntó Demonio. Dios le miró a los ojos un instante, le sonrió y le dijo que pensaba crear un lugar celestial, algo que había visionado, y que sería tan hermoso que nadie podría creer que no fuera eterno. Demonio bajó la mirada, jamás le había visto una mirada tan hermosa, luminosa como una estrella, cálida como nada en el universo. Lo haré, dijo Dios, y lo haré en siete instantes de luz, y siete momentos oscuros de sueño... Demonio sonrió como burlándose de él. Me avisas si deseas ayuda, le dijo. Dios volvió a sonreírle y le agradeció sus buenas voluntades... Yo te aviso, le respondió.

Pasaron los siete instantes, y los siete sueños, y Dios vino a saludar a Demonio. Este estaba sentado frente a una fogata. En este lugar había una serie de formas extrañas, abstractas; sonidos, gemidos, gañidos de algo jamás escuchado. Apenas le vio, le hizo pasar. Dios le saludó con el rostro brillante y una mirada aún más brillante, nueva, tierna... Estoy agotado, dijo Dios, deseo descansar. Diablo le vio caminar hasta tumbarse sobre un espacio insondable. Se le ve bien, demasiado bien, pensó Diablo. Miró cómo dormía Dios y se llenó de total curiosidad. Se fue de aquel lugar, dejándole dormido y bajó de los cielos hasta llegar a un lugar de color celeste... Cuando llegó, notó tierra, mucha tierra color marrón oscuro, habitada por árboles, plantas, frutos, flores de diferentes colores. No está mal, se dijo Diablo, pero yo le hubiese cambiado de color, sobre todo el de esos árboles de color marrón. Yo les hubiese colocado el color negro, así como cuando esa estrella no cesa de brillar. Y las pondría todas del mismo tamaño, iguales, simétricas, todos idénticos para que nadie se sienta diferente. Les pondría nombre, les animaría a que hablaran, que pudieran pasear por todos lados. Diablo continuó caminando hasta llegar a un lugar poblado de agua, de un líquido color azul, casi celeste, habitado de seres grises, de colores y tamaños caprichosos... No está mal, pero yo hubiese colocado toda esta mar de color rojo. Y los cielos los haría amarillo y no de tantos colores tardíos, como esas franjas de colores variados. Y esas extrañas nebulosas de blanco aire, las volverían de color verde encendido, así como las plantas nacientes... Diablo continuó caminado hasta llegar a una encalada y vio a un animal. Le pareció extraño y se le acercó un poco más, tratando que el bello animal no se percatara de su gigantesca presencia. Cuando estuvo a unos pasos, el hermoso animal, volteó. Demonio paró, ni siquiera respiró, nada, tan solo le miró a los ojos, y, extrañamente, el bello animal, le devolvió la mirada y esa mirada era tan luminosa, diáfana, sin tiempo, inocente, tonta, cristalina, casi como un espejo en donde Demonio se podría ver su rostro. El animal no se inmutó ante aquella gigantesca presencia y le ofreció una cálida y amigable sonrisa... Diablo cerró los ojos y por primera vez en su existencia pudo vislumbrar el poder de Dios en los ojos de aquel extraño y bello animal... ¡Me ha engañado!, gritó desde las profundidades de su morada. ¡Esto es maravilloso! ¡Y yo que pensaba que era un tonto...! Demonio volvió a mirar por segunda vez al bello animal y se alejó de éste como si su mirada quemara... Viajó y no se detuvo hasta llegar a su morada. Dios aún descansaba. Cogió una hoja de escribir y anotó que se vengaría por haberle sido desleal... Creí que sabía más..., pensaba mientras dejaba la nota. Luego, bajó hacia la creación de Dios y se puso a conversar suavemente con el hermoso animal. Le dijo que podría cambiar esto, que debería beber, cubrir su belleza, que hacía daño a los ojos de un ser imperfecto como las demás criaturas. Muchas cosas más le dijo Diablo al bello animal, y éste escuchó cada una de sus palabras, sintiendo que podría ser dios así como su padre...




San isidro, Diciembre del 2006

Texto agregado el 04-12-2006, y leído por 312 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-12-2006 Es un texto fantàstico. Lo màs grandioso es la forma en que se relata todo, con una frescura ùnica y muy original. FELICIDADES. Grandiosa manera de escribir ***** HadaPerversa
 
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