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Cosas en extinción.
Por Luís M. Villegas. HSP.
(Habitante del siglo pasado).

El asiento corrido. Por alguna extraña razón, atribuible al gusto de los norteamericanos por lo europeo, se incorporó entre el asiento delantero de los automóviles algo llamado por alguna analogía; consola, accesorio donde han ubicado por principio la palanca de velocidades. Esta anteriormente estaba colocada convenientemente a un costado del volante. Sabrá usted o recordará que hasta los años setenta-del siglo pasado- este asiento era corrido, lo que permitía compartir al gusto del usuario, la cercanía con su acompañante, propiciando el agradable contacto de los cuerpos aunque a veces fuera producto de la inercia más que de la intención de estrecharse. La presencia de éste artefacto propició que entre los pasajeros se interpusieran entre sí toda clase de objetos que se suponen necesarios o que deberían hacer mas agradable el trayecto: Discos compactos, bebidas, botanas, llaves, infaltables bolsas de maquillaje (ya que éste espacio está destinado para el arreglo personal), dulces, cigarrillos, bolsos de mano, medicamentos, moneda fraccionaria para limpia-parabrisas, payasos callejeros y/o cuidadores de autos, libros pendientes de lectura, anticonceptivos, pañuelos desechables, si tiene usted bebés; mamilas por supuesto, si amenaza llover; paraguas , lunch, periódicos diarios o revistas para distraerse en embotellamientos de tránsito o semáforos y por último: el teléfono celular, sin el cual sería imposible organizar la oficina a distancia o disponer el menú familiar o la limpieza de la casa. Convendrá conmigo que sería interesante proponer a los diseñadores de autos el retorno del asiento corrido, aunque con ello se incrementen las posibilidades de que un mayor contacto físico, propicie nuestras oportunidades de enamoramiento.
La cama matrimonial. A mediados de los años cincuenta, las películas de Hollywood dieron cuenta del fin de la cama matrimonial, para dar paso a las camas gemelas. El argumento: una mayor privacidad e higiene que permitiría respetar la individualidad e independencia de la pareja. El efecto no se hizo esperar, ya que adicionalmente, el tema de la separación y el divorcio vinieron aparejados a ésta moda en el dormir. No existen registros acerca de si el compartir efluvios nocturnos o el soportar ronquidos, flatulencias o insomnios ajenos tenga algo que ver con la solidez de los vínculos amorosos, pero es un hecho que le daba una suerte de estoicismo al asunto, al grado que las parejas duraban mas tiempo juntas. No digamos si alguno abusaba de los tragos y pasaba una noche perra aferrado a la taza del baño, requiriendo de la adecuada ministración de remedios caseros y apretones de cabeza para hacer llegar la bendita resaca. Tal vez, a manera de premio de consolación, inventaron la cama queen size y la más grande king size, las que tuvieron gran éxito, especialmente entre la juventud que, presurosa, siempre adopta todo tipo de novedades. Mal negocio. Quedó evidenciado que hombre y mujer no comparten el mismo termostato. Mientras ella se helaba con el aire acondicionado tapada con cobertor eléctrico y pijamas de franela con pata incluida, el varón dormía solo con la ropa interior puesta, ocupando cada quien su sector de cama, divididos por un metro de neutralidad que pronto se convirtió en causal del enfriamiento, además, de la relación sentimental. Si las asociaciones de padres de familia o las diversas iglesias desean progresar en el incremento de familias numerosas y parejas bien llevadas, deberán establecer como su principal objetivo la restitución del tálamo de tamaño matrimonial, el cual durante décadas demostró su eficiencia en el establecimiento ideal de los límites físicos de la pareja y su intimidad.





El pañuelo. De uso obligado en la sociedad rural como secante del sudor y de no pocas lágrimas y otras secreciones vegetales y animales, supo lucir, como paliacate, sus bellos y encendidos colores, decorando cuellos y cabezas campesinas. En su versión urbana, de mejores géneros, viajando desde el algodón hasta la fina seda fue parte del arreglo cotidiano. Fiel compañero en la conquista seductora, fue entregado gentilmente a la dama que lo requería, desplegando el aroma de una suave colonia que denotaba la pulcritud del caballero oportuno que lo ofrecía sin esperar su retorno, obteniendo como pago único, la sonrisa del beneplácito femenino. Por su parte, en su versión de mujer, fue ejemplo de exquisitez en su bordado, llegando a convertirse en una verdadera obra de arte que identificó la simpatía y no pocas veces el inicio de amores intensos no siempre permitidos, pero si desatados por la caída inocente de ese pequeño pedazo de tela capaz de contener y desbocar todos los sueños románticos de una época. El tosco invento de los pañuelos desechables limitó su uso al nivel funcional, casi equiparándolo al del papel higiénico, destacando las versiones grotescas con decorados o aromas dignos de un desodorante de axilas. Hoy vive el pañuelo refinado en los museos de la moda antigua como un testimonio, siempre secreto, de su alianza con los sentimientos. El paño campirano subsiste hoy cubriendo los rostros, de por sí anónimos, de los que protestan en las calles, siempre con la constante del sudor, las lágrimas y ahora también de la sangre.
El cortejo. Si bien es que ha cambiado tanto, que da la impresión de haber desaparecido, en realidad se sigue manteniendo como el conducto hacia la continuación de la especie. Siempre empezó de la misma manera. Una mirada que encontraba respuesta. El roce de una mano que transmitía algo extraño pero cautivador. El resto era previsible. La chica preguntaba (a sus amigas) acerca del prospecto y si cumplía con los requisitos, todo empezaba. La primera cita, chocolates, flores, discos, serenatas, poemas, cartas intensas, café, helados, palomitas de maíz en el cine, refrescos y con suerte, talvez el primer beso. El resto, como siempre, quedaba a criterio de la chica, quien escogía cuando, como, donde y hasta donde avanzaba el romance. Inevitablemente todo llegaba a su consumación, aunque el éxito de éste evento era circunstancia determinante para que la situación prosperara a otros estratos, ya que si no existía chispa, todo terminaba rápidamente, a menudo en el departamento de corazones rotos que Elvis describió en forma singular. Actualmente la secuencia es la misma, solo que abreviada y a menudo propiciada por la ingesta excesiva de bebidas espirituosas-frecuentemente adulteradas-que adquieren los jóvenes en puestos callejeros en dosis, desde medio litro, hasta un galón en envases desechables. Con el nombre de antro se bautizan los sitios donde se reúnen a lo mismo y además a recibir la oferta de meseros y clientes para adquirir drogas que se consumen en el momento de la compra, con la adecuada tutoría de cientos de decibelios de algo virtual que quiere parecer música y que ayuda al procesamiento de los enervantes y que produce tal aturdimiento, que el intercambio de palabras se ha reducido a algunos monosílabos, siempre acompañados del prefijo-sufijo; guey, el que tiene la virtud de ser utilizado para todos los géneros; masculino, femenino y lésbico-gay para finalizar con un categórico ¡va!, que significa que algo se ha iniciado.
Quizá lo que ha cambiado solo sea el protocolo y en todas las épocas haya existido el romanticismo en diferentes acepciones. Lo cierto es que si desde la perspectiva de los humoristas gringos, que nos regalaron la imagen del cavernícola golpeando con un basto a la chica de sus sueños, para después arrastrarla de los cabellos hacia la piedra marital, algo debemos haber adelantado de acuerdo con las actuales declaratorias de las mujeres en busca de la equidad de género, lo que ha despertado, además, el ansia de reconocimiento de los grupos de homosexuales más avanzados, quienes también quieren obligación en eso de vivir en pareja. Obviamente como en todo, los de afuera quieren entrar y los de adentro quieren salir. ¡Que brocha!



Texto agregado el 13-11-2006, y leído por 226 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-11-2006 Que buena prosa llena de humor, de ironia.. caminas por ella y te deslizas con facilidad en la lectura. Los señalameintos que haces son todos correctos, la consila, el asiento, el pañuelo, la cama . de cada uno se pueden escribir, pero tu los resumes con estilo y humor in confundi ble de un hombre que sabe muy bien lo que dice... un abrazo ruben sendero
 
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