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Un repentino recalentamiento de la Tierra hizo que, en tiempos remotos, muchos bloques de hielo comenzaran a despegarse del Continente Antártico.

Los icebergs iban a la deriva, según las corrientes marinas, derritiéndose lentamente y adquiriendo formas caprichosas.

El más grande de ellos, llegó a convertirse en una verdadera obra de arte; tan exquisita que una de sus partículas despertó de su sueño milenario para admirar semejante espectáculo. Sabía que el fenómeno duraría poco tiempo. Realizó grandes esfuerzos tratando de agudizar sus sentidos al máximo, para disfrutar tanta belleza, pero éstos estaban entumecidos. Aún así se estremeció.

Los rayos del Sol la arrancaron cruelmente de su morada silenciosa, elevándola en un vapor danzante hasta alojarla en los cirros que viajaban hacia el norte.

Sin terminar de darse cuenta de lo que estaba sucediendo, miraba asombrada hacia abajo y comenzó a descubrir colores más allá del blanco de la nieve y el azul intenso del cielo.

La asustaron los truenos, la enceguecieron los relámpagos y en un acto de arrojo colectivo cayó precipitadamente sobre la tierra sedienta. Allí se sintió útil al nutrir las raíces de los campos de trigo. Le llevó vida a una espiga dorada. Compartió con ella el destino de ser molidas, amasadas y horneadas, para finalmente ser presentadas en la mesa de un banquete. Unas manos de mujer partieron el pan caliente y el vapor se confundió en la humedad del ambiente.

Visitó cada rincón del salón, acarició la seda de las faldas de las damas, se deslizó por el filo de los sables de los guerreros vestidos de gala, hasta que decidió participar de un brindis pegándose al rocío de una copa.

El guante blanco y suave de un sirviente la llevó hacia la cocina, y la descuidó toscamente, dejándola caer en los desagües. Así conoció los olores desagradables, recorrió las alcantarillas de París, llegando hasta el Sena, donde creyó perderse para siempre.

Se deslizó a través de ese espejo que a su paso va pintando, en su reflejo, las riveras… como un cuadro siempre inconcluso.

Fue rescatada del río por una campesina mientras lavaba sus cabellos; y en un movimiento de látigo se estrelló en los labios carmesí que la cobijaron tibiamente. La mujer lamió su boca y le mostró su interior. Sus sentimientos, sus miedos, sus salvajes deseos le fueron revelados. Como un ladrón, hurgó en sus pensamientos, profanó su corazón y descubrió las palabras que nunca dirá una enamorada. Salió de ese mundo tan especial convertida en una lágrima, que inevitablemente se añade a todo amor.

Un alquimista del rey, que estaba buscando el aroma del perfume perfecto, recogió así del rostro de la doncella, su ingrediente más preciado. Concibió una fragancia tan fina y delicada, que ninguna mujer se atrevía a usar. Solo la utilizaban para ser obsequiada. De esta manera, estuvo como objeto imperturbable junto a las jóvenes más bellas de la época. Recorrió los canales de Venecia; desde su prisión de vidrio apreció los atardeceres en el Nilo, fue disputada por las tribus nómades del desierto, llegando hasta el lejano Oriente para ser elogiada por los emperadores. Cada paraje, cada paisaje de este mundo sensible a los ojos de una mujer, le sirvió de cortés anfitrión.
No supo bien cuánto tiempo pasó impregnada en ese aroma tan valioso. El alcohol encerrado en la botella le negó la noción de los años transcurridos.

Un coleccionista americano la cambió por un montón de papeles para anexarla a su interminable lista de antigüedades. Ya a nadie le importaba la composición de la sustancia, sino el valor que significaba la procedencia y la extraña forma del envase; a tal punto que su poseedor derramó el contenido sobre un pordiosero, en un acto de excentricidad y arrogancia.

Las calles ruidosas la sacudieron de su letargo. Creyó salir de su encierro, pero solo se extendieron un poco los límites. Los edificios angulosos y agresivos impedían ver el horizonte. El Sol se mostraba mezquino por entre las largas sombras que eclipsaban la nitidez de los colores que le sabía regalar la naturaleza.

El mendigo la llevaba en sus vestiduras cuando fue atrapado y trasladado a un hospital psiquiátrico. Abandonó los harapos para adherirse a las paredes del asilo, desde donde fue testigo de la realidad de los desquiciados, de los relegados. Varias veces había escuchado la romántica creencia de que los locos saben de las cosas verdaderas. Pero lo que vio fue muy diferente. El aspecto más resaltante era el abandono y el olvido del hombre por parte del hombre.
Cansada de tantas experiencias comenzó a sentir la necesidad de volver al sur, como respondiendo al llamado de sus orígenes.

Los vientos la fueron llevando lentamente de regreso a casa. En su aérea travesía fue reflexionando acerca de todo lo que había vivido.

Hizo una última parada en la plaza principal de una ciudad mediterránea.
Se detuvo frente a un cantero de flores, a manera de despedida. De pronto el jardinero de la plaza le clavó la mirada. Por primera vez alguien notaba su existencia, pero se aterró cuando se dio cuenta que una a una, las personas se le acercaban, formando un circulo sofocante e instigador.

Llamaron a especialistas para estudiarla y se formó una comisión internacional para establecer sus cualidades.
Todos formularon sus teorías disparatadas, pero ninguno supo descubrir en ella las cosas que tenía para compartir.

Triste y acongojada, emprendió el último tramo hacia su hogar. Antes de dormirse para siempre, escuchó la voz madre que la consoló:

- Entiendo la pena que sientes por no haber podido transmitir todo lo que has aprendido. Pero está bien que así sea. Nadie fuera del género humano puede intervenir en el destino de la humanidad, puesto que los hombres deben encontrar, por si solos, el final de su arco iris.

Texto agregado el 10-11-2006, y leído por 388 visitantes. (29 votos)


Lectores Opinan
24-08-2007 Excelente relato, escrito con elegante estilo. Muy bien! doctora
08-08-2007 Un texto muy bello que da forma a la esencia de la vida y su verdad interior. andrula
04-04-2007 Excelente texto. RocioNoboa
01-04-2007 Es impresionante de que manera tan hermosa nos narras el camino al conocimiento pleno, hacia la verdad y que cada camino es único e intransferible. Pero si es necesario para la Humanidad que quien haya llegado a ese conocimiento, al final del arco iris, enseñe, a quien quiera aprenderlo, cual es el camino y al menos alertarle de las señales que nos lleva a el. ¡¡hermoso!!me gustó muchisimo. Enhorabuena CapitanContreras
28-03-2007 TIENE UNA GRAN IMAGINACIÓN. PINTAS LAS HISTORIAS CON UNA COMPOSICIÓN MUY RÍTMICA. FELICIDADES. sarbalap
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