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TRECE

Las palabras del amor sólo están destinadas al ser amado, es como que te arrojen desnudo a la calle, como si te hubieran asaltado, quitado la ropa y empujado a la calle, pero por otro lado, ese descubrimiento tuvo su lado bueno a mediano plazo, porque precipitó una definición en tu matrimonio que ya se hacía urgente, porque el secreto y el engaño se te hacían insoportables, y hacían peligrar nuestro amor, que ya se había hecho tan luminoso que no podía resistir la sombra, y yo tenía miedo de tu reacción, porque pensaba que te atemorizaba perder la engañosa estabilidad de tu. matrimonio, y preferirías, ante la eventualidad que se había producido, nuestros correos al descubierto, nuestra relación en evidencia, sacrificar algo que sólo estaba naciendo, que no vislumbraba ningún futuro cierto, más que ese “cásate conmigo” que tú no tomabas muy en serio, que por mi parte nada estaba resuelto tampoco, y no se advertían cambios importantes en mi situación, ante algo aparentemente tan nebuloso, yo pensaba que optarías por evitar el drama y sacrificarte, y también sacrificarme, no te conocía como te conozco ahora, Antonia, y frente a mi desconsuelo por pensar que todo estaba perdido fuiste tú la que mantuvo la esperanza y la que le infundió fuerza y vida a nuestro amor, sí, Antonia Sarowski, te lo puedo decir, fue sólo gracias a ti que ahora estamos juntos, yo había perdido toda esperanza, ahora me doy cuenta, no sé cómo en ese momento no di el mal paso de renunciar a todo, no lo hice sólo porque sentí la fuerza de tu resolución, y creo que sólo en ese momento yo pude convencerme de que me amabas, ¿te das cuenta?, sólo en ese momento, antes no había caído en la cuenta de la naturaleza ni de la magnitud de tus sentimientos hacia mí, y tal vez sentía que mientras yo te amaba tú estabas experimentando una relación que podía haber sido pasajera, ocasional, algo que sólo existía en tanto nos encontrábamos, pero que para ti era algo que por su propia naturaleza era temporal, y así efectivamente era, y cuando tú me decías que no eras para relaciones de ese tipo, es decir temporales y eventuales, yo sentía que lo nuestro, entonces, sería algo que no duraría mucho, y luchaba a brazo partido por transformarlo, mediante mi constancia y mi amor, en algo que fuera más allá de lo circunstancial, y no me daba cuenta que lo que tú me decías era otra cosa completamente distinta y opuesta, y era que sólo en la medida que lo nuestro fuera algo más que una relación ocasional, algo que verdaderamente trascendiera, tú podrías mantenerlo, a lo mejor me equivoco, y en realidad en esa época tú me estabas advirtiendo que lo nuestro iba a durar poco, porque tú lo veías en esos momentos como algo que no se sostendría en el tiempo, pero que pronto te diste cuenta que sí era algo que era mucho más que una relación ocasional e informal, y que yo estaba dispuesto a afrontar todas las consecuencias, como en muy breve plazo te lo probé, yo también sentía que lo nuestro sólo podía sustentarse en algo duradero y profundo, pero para mí era más fácil que para ti conocer mis sentimientos, porque me habían acompañado por décadas, y el conocerte de cerca no había hecho más que fortalecer esos sentimientos, y arraigarlos en la realidad, más acá de la idealidad y el mito, en tanto que yo para ti era un recién llegado, un desconocido, por el que recién empezabas a experimentar algo a lo que aún no te atrevías a llamar amor, y aún te costó un tiempo poder darle nombre a eso que te pasaba, aún lo recuerdo, el ansia por escuchar de tu boca un “te amo”, que no llegaba nunca, y te desviabas por la tangente de las palabras, porque no quisiste decirme que me amabas hasta que de verdad sentiste que me amabas, y eso me mantuvo en una angustiosa incertidumbre, pero a la larga significó que yo pudiera creer firmemente en tu amor, sobre todo porque el momento de decirme esas palabras estuvo acompañado por tu entrega, cómo no valorarlo y sentir que esa entrega no se habría producido de no mediar un sentimiento verdadero, sentir también aquello que yo intuía, y era saber que tú eras esa persona íntegra que yo adivinaba, y a la que había amado sin conocerla, y que al conocerte podía no sólo seguir amándote, sino amarte más aún, y más, y más, Antonia de mi alma, como te amo ahora, ansioso por correr a buscarte al aeropuerto, hoy vuelves de tu viaje y yo estaré ahí para recibirte, tu chofer Vásquez fiel y enamorado, que ya te recogió, te llevó a almorzar, porque para variar en el avión no te reconocieron como la princesa que eres, y te sirvieron un desayuno bajo en grasas consistente en pan con zapallitos italianos y verduras varias, así es que tu chofer humilde y leal te llevó a un restaurante español donde te despachaste un gazpacho andaluz y una corvina con ensalada de habas, y como no quería devolverte tan temprano te llevó al cine a ver el último éxito del cine nacional, “Promedio rojo”, un verdadero bodrio, al mejor estilo del cine nacional, segura candidata a premios en Cannes, Sitges y demás festivales y luego, como no, postulada al Oscar a la mejor película extranjera, en fin, todo un éxito, el cine lleno de adolescentes fascinados por la desproporcionada cantidad de garabatos que se prodigaban por minuto, entre los cuales los más socorridos eran los referidos a correrse la paja, lo que explicaría el entusiasmo adolescente, alargamos aún la tarde tomándonos un café en el Coppelia, pero no vayan a creer que en el Coppelia de Providencia, nunca tan tradicionales, no, en el Coppelia del Alto Las Condes, y luego devolverte a las nueve de la noche, y volver a Viña, contento por tu regreso y triste por tener que devolverte, princesa, triste también porque durante el almuerzo se produjo un momento difícil, cuando tú me contaste que en Nueva York surgió la posibilidad de algún cargo para ti con sede en el extranjero, tú lo sabes, Antonia, sería nuestro fin, yo no puedo irme, me lo preguntaste y te dije, no puedo irme, tengo hijos que dependen de mí, y no podría tampoco irme como tu consorte, no tengo alma de mantenido, ni podría hacerlo, por mi y por mis hijos, tú me entiendes, y yo te entiendo a ti, tú también tienes que velar por tus hijos, eres la única proveedora, ahora que Alfonso no está, y verdaderamente no está, excepto para aparecerse por el computador e intentar llevarse a Francisco y a la Sofía con él a Canadá, con él, que no ha podido o no ha querido hacerse cargo de sus responsabilidades económicas, ahora entusiasma a los niños con irse a Canadá, te está castigando, Antonia, créemelo, yo ya tengo alguna experiencia al respecto, te está castigando, él, tan civilizado, que no armó un escándalo, no te pegó, ni te echó de la casa cuando descubrió nuestros correos, no, se mantuvo en silencio, se amurró, sí, pero no le hizo asco a irse de vacaciones a Iquique y a Miami con su mujer el año pasado, con la misma mujer que seguía viéndose con otro hombre, con la misma que no sólo se lo había reconocido, sino que también había manifestado su voluntad de seguir con ello, yo no lo podía entender, Antonia, y casi no te lo podía creer, ¿cómo, tan flemático?, ahora, a la luz de algunas cosas que tú me has contado, puedo empezar a entenderlo, pero las conclusiones que saco me dejan una imagen de Alfonso bastante más disminuida que la que tenía antes, y al mismo tiempo me pregunto cómo llegaste a casarte con alguien así, pero creo que no es justo preguntarte eso sin que yo o tú me preguntes lo mismo a mí, más bien lo que tendría que preguntarte, si es que tengo ese derecho, es cómo se mantuvo tu matrimonio por tantos años, te contaba ayer que mi matrimonio tuvo una primera etapa de construcción y logros que duró cerca de diez años, pero que luego siguieron largos años de desilusión y vacío, en los que asumí el rol de gran proveedor, aplastado por la depresión, sintiendo que había enterrado mi vida bajo mi familia, más de diez años de mi vida botados al vacío, y sin ver ningún horizonte para mí más que ese mismo vacío, no debería hacerte esa pregunta, sino hacérmela a mí mismo, cómo se mantuvo mi matrimonio tantos años en esas condiciones, no sé, es que yo soy muy compuestito, y al pensar en la palabra me asalta el concepto arquitectónico de “composición”, que tiene que ver con fachadas ¿verdad?, es el empeño de mantener fachadas, que ocultan el vacío detrás de ellas, eso no es arquitectura, al menos como yo la entiendo, la Rosario y el Cucho y sus cuatro niñitos, qué linda familia, pero detrás de los muros de esa linda casita se escondía sólo el vacío, el desamor y la soledad, sí, Antonia, esa parte puedo entenderla, yo también dejé de vivir por muchos años, años irrecuperables, pero tomé conciencia de ello, y ahora esos años se me aparecen como fantasmas, me gritan todos los días que ahora voy a cumplir los cincuenta, y dejé de vivir prácticamente todos mis años cuarenta ¿te das cuenta? una década de mi vida desperdiciada, ¿qué hice en estos años?, casi no puedo recordarlo, ya habían nacido todos mis hijos, de ellos no puedo arrepentirme, tú sabes cómo los quiero, cómo me ha afectado separarme de ellos, he ahí para qué valieron la pena los primeros años de mi matrimonio, es lo que rescato y por lo que sigo luchando, y no quisiera que se interpusieran entre nosotros, pero todo tiene su tiempo, no debo intentar un encuentro forzado, no puedo ponerte entre mis hijos y yo, no los puedo poner entre tú y yo, no puedo pensar que tus hijos se interponen entre nosotros, por eso, cuando Alfonso maniobra para separarte de tus hijos, yo no puedo aprobarlo, porque aún cuando nuestros respectivos hijos signifiquen una causa para no poder estar juntos, ellos son una parte tan importante de nuestras vidas que, sin ellos, no estaríamos completos, no podríamos ser felices.

Texto agregado el 07-11-2006, y leído por 205 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-11-2006 es bellisimo Kucho... estos sentimientos por Antonieta son puros y honestos... y tu "cuento", "narracion", "historia" o como la llames, es hermosa... seguila... besos.lau. aruald
20-11-2006 Kucho, la verdad es que no sé si me impresiona más lo fuerte de la historia o lo apasionado y bien escrito del relato. Una y otra cosa hacen que lo lea a mil por hora, con tanta coma y tan sin punto, para luego releerlo a menos velocidad y paladearlo como el texto lo merece. UN GRAN ABRAZO! elnegropablo
12-11-2006 Este texto tiene un profundo error ¿Cómo poner en este texto, Promedio Rojo? Ese monumento al bodrio. Aunque pensándolo bien, quizás, sí revela bien, el alma de los ochentas, esa generación apolítica, huera, preocupada de sus ombligos, de su bienestar personal, de su absoluta falta de compromiso con algo distinto a su propio alimento, con su matinal saludo a la bandera,… y que hoy es el “poder adquisitivo hacia el cual va toda la propaganda de nuestros medios de comunicación….y contrasta con la de los setenta y también con la de los noventa ¡por Dios que tenemos esperanza en esta última! Antonieta debiera haberse indigestado (hay que ver Padre Nuestro) pero como es delicada, debe haber bajado sus párpados para ocultar el color de sus ojos y tú pensaste que estaba emocionada contigo…. bueno eso también es cierto,... (Se me vino la imagen de la Dama y el Vagabundo cuando están comiendo el último tallarín que queda en el plato y a la luz de la luna…y que es mucho mejor película que le Promedio Rojo) porque si este amor exuberante que profesas por ella y que te tiene ahíto y empalagado, gozoso y más que eso radiante, casi como para andar sacando pica, no se hace eterno - lo cual es nuestro deseo – no sé qué historia merece pasar a la eternidad tipo Romeo y Julieta, Andrómana y Héctor, Paris y Helena, que no sea la de Antonieta y José Agustín. BaronRojo
12-11-2006 Lográs trasmitir las reflexiones sobre tus viviencias con claridad. En varias de ellas me identifico, y las voy leyendo con ansiedad y comprendiéndote no sabés cuanto!. Un abrazo. Lili lilianazwe
07-11-2006 Me conmueves, me zamarreas el alma, bella história con matices siempre muy profundos, es un texto de una intimidad increíble, gracias por compartirla+++++ madb
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