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Vuelta a la realidad

Las olas del mar bravío empujaban fuertemente los barcos, que trataban de navegar en las temblorosas aguas. El navío enemigo disparaba sin cesar: "Pum, pum..." La capitana Clara, valiente y audaz, regentaba todos los movimientos de los tripulantes y les daba órdenes insistentemente.

- ¡Desplegad las velas! ¡Alzad los cañones! ¡Más pólvora, vamos!

Los piratas se acercaban cada vez más mientras continuaba la batalla. Uno de ellos, ayudado de unas cuerdas, lograba saltar hasta el navío contrario.

- ¿Dónde está Clara, "la cobarde" ? - preguntaba ante el miedo de los marineros, al tiempo que reía escandalosamente.

- ¿Cómo osas amenazarme, Garfio? Tenía ganas de que nos enfrentáramos cara a cara - respondía la valiente al aparecer súbitamente y mostrarle su afilada y reluciente espada.

- Ha llegado tu hora, capitana. Despídete de tu barco para siempre - contestó su contrincante esbozando una sonrisa, al tiempo que empuñaba su arma con rapidez.

- No lo creo. Te daré una lección.

El combate comenzaba. Las espadas chocaban entre sí y los enemigos batallaban ágilmente. La tripulación pirata seguía a su capitán y asaltaba la embarcación, mientras la muchedumbre se amontonaba alrededor de ellos. La capitana, sorprendentemente, conseguía tirar al suelo a su contrincante y éste, en un momento de desesperación al ver próxima la muerte, perdía su orgullo y le rogaba clemencia con insistencia. Ésta no hacía asunto a sus palabras, acercándole con cautela su espada, y...

- ¡Clara! ¡Llevas media hora en el baño, es hora de salir! - llamó fuertemente la abuela a su pequeña nieta.

El mar se desvaneció. Los piratas desaparecieron. Ahora sólo quedaba el agua de la bañera. La capitana desapareció y se convirtió en una soñadora niña de ocho años, que se bañaba rodeada de juguetes de plástico que flotaban entre las burbujas de jabón.

Una mujer de abundante pelo blanco y sonrisa apacible apareció en el cuarto de baño, y sacó del agua a su nieta al tiempo que la cogía en brazos y la envolvía en su toalla de colores.

- Yaya, ¿los piratas existen? - preguntó interesada la pequeña a su abuela, al tiempo que ésta la acomodaba en la cama de su habitación.

- No hija, no. Al menos que yo sepa - contestó riendo suavemente la mujer -. No importa, cariño. ¿De que serviría que los hubiera?

- Me gustaría conocer a uno.

- ¡Ay, Clarita! ¡Pero si tú estás muy bien en el colegio!

La niña esbozó un gesto de tristeza mientras la anciana le terminaba de ayudar a ponerse el pijama. Tras ello, se acostó y su abuela le dio un delicado beso en la frente.

- Buenas noches cielo.

* * * * *
El patio del colegio estaba repleto de niños que jugaban sin parar, parecía como si su energía no se fuera a acabar nunca. En un extremo, sentada en su columpio rojo, Clara se balanceaba con calma.

- Preparados.. 3,2,1... despegamos.

El avión comenzaba a elevarse con fuerza y subía cada vez más alto. El viento azotaba el ambiente. Las nubes esponjosas lo rodeaban y desde los cristales del aeroplano se podía disfrutar de la hermosa inmensidad azul. Pero cuando la tranquilidad se encontraba inundando el ambiente, algo hacía que la piloto se sobresaltara.

- Código rojo, error, error... motores averiados, alerta...

Clara aferraba con fuerza los mandos del aparato y se disponía a aplicar las indicaciones de emergencia. Tomaba su paracaídas y se lo colocaba a los hombros. Sin vacilar un segundo, se apresuraba en abrir la puerta trasera del avión y prepararse para saltar al vacío y salvar su vida. A los pocos segundos, se precipitaba en el aire. Sus pies rozaban el viento bajando y bajando...

De pronto, la niña se encontraba en el pedregoso suelo del patio. Sus sueños habían hecho que cayera del columpio y se había golpeado la nariz. Ahora podía respirar peor, y notaba que le sangraba. Ante la atenta mirada de algunos chiquillos que jugaban próximos a ella, la pequeña comenzó a correr hacia la puerta de entrada del colegio, intentando limpiarse la herida con la mano.

Pero en su mente ahora la piloto se había convertido en una intrépida submarinista que buscaba la salida a la superficie, mientras sentía que se le acababa el aire de la bombona de oxígeno. Recorría las profundidades, nadaba con gran velocidad y sentía un mareo cada vez más fuerte según iba avanzando en el agua. Afortunadamente, alguien aparecía. Una compañera le tendía una bombona nueva...

- ¡Respira con fuerza! ¡Colócatelo bien, Clara! - decía su profesora, mientras le administraba el ventolín a la niña, que había acudido al botiquín en busca de ayuda, al parecer con un problema de asma.

Cuando la pequeña consiguió recobrar el aliento, se sentó en la camilla por recomendación de su maestra. Ésta le colocó un algodón en el orificio nasal y la hemorragia disminuyó.

- Clara, deberías tener más cuidado cuando juegas - le aconsejó -. ¿Dónde estabas cuando te has hecho daño?

- En los columpios.

- Y... ¿cómo ha sido? ¿No había ningún niño jugando contigo?

- No, estaba columpiándome y me he caído. Me duele la nariz.

- No pasa nada. Enseguida se te curará. Corre, sal al patio y busca a alguien para divertirte. Si necesitas algo, me lo dices. Luego nos vemos en clase.

- Vale.

- La chiquilla salió con calma del edificio. Más tarde, atravesó de nuevo el patio y se volvió a sentar en su columpio, esta vez sin balancearse.

* * * * *
En el aula, los pequeños alumnos disfrutaban de la clase de plástica. La maestra les había enseñado técnicas para pintar con acuarela, y todos, emocionados por la novedad, extendían papel de periódico por los pupitres y mojaban sus pinceles afanosamente, rellenando el dibujo que se habían esmerado en realizar hacía un rato. Todos hablaban y alborotaban, pero Clara, como siempre, callada y poco resaltable, estaba sentada en silencio, coloreando su cartulina. Había dibujado una selva a lápiz, donde una exploradora se movía cautelosamente, rodeada de animales y altas palmeras. La niña se volvió a sumergir en su fantástico universo, pintándolo de los tonos que su imaginación le sugería.

Caminaba entre grandes árboles y el calor tropical azotaba el ambiente, acompañado por el poderoso brillo del sol. Dirigía la vista hacia lo alto de un tronco y un gracioso mono le saludaba desde las frondosas hojas y bajaba velozmente para posarse en uno de sus hombros.

- Hace calorcillo, ¿eh, Clara? - le decía en tono burlón el simpático animal.

- Y que lo digas. Hoy he decidido ir a mirar más de cerca a los leones.

- ¿Los leones? - contestaba éste sorprendido -. Recuerda que quizás hoy no estén de buen humor, y como les dé por sacar las pezuñas...

- No hay problema, tú tranquilo. Sólo les quiero observar, estoy segura de que no les molestará - aseguraba la exploradora con un gesto de indiferencia.

- Bueno, si tú lo dices...

Los dos prosiguieron su camino hasta alcanzar la extensa llanura africana, la sabana. Divisaron su objetivo y al poco rato, Clara conversaba con los felinos tranquilamente. El mono jugaba en la charca junto a las cebras y uno de los leones se ofrecía para darle una vuelta por las inmediaciones. Luego, se subía a su lomo y...

- Bonito dibujo, Clara - comentó la maestra a la niña, interrumpiendo sus pensamientos -. Recuerda que no debes añadir demasiada agua a la pintura, ¿vale? - le dijo sonriendo, mientras le acariciaba su dorado pelo.

La pequeña asintió.

A los pocos minutos, el timbre que daba por finalizadas las clases de la tarde sonó, y los niños salieron disparados hacia la puerta, riendo animadamente entre ellos. Como era habitual, Clara abandonó el aula la última tras recoger sus cosas. La profesora la acompañó hasta la salida, donde su abuelo la aguardaba impaciente.

- ¡Yayo! ¡Mira qué dibujo he hecho en clase de plástica! - le contó entusiasmada al verle y darle un beso en la arrugada mejilla.

- Muy bonito, cariño - corroboró el anciano cogiéndolo al tiempo que lo contemplaba -. Precioso.

- Ésta soy yo - comentó señalando la figura de la exploradora.

- Te has dibujado muy favorecida - admitió -. Anda Clarita, vete a jugar al patio un momento, que tengo que hablar con tu profesora.

La chiquilla obedeció a su abuelo y corrió hacia su columpio rojo, en el que se empezó a balancear.

- Clara es una buena alumna, muy trabajadora - afirmó la maestra, observándola.

- Sí, es verdad. Siempre hace sus deberes y cumple sus obligaciones, pero creo que ése no es el asunto, ¿me equivoco?

- Evidentemente no, quería comentarle cosas acerca de su actitud con los demás compañeros.

- Bueno... es muy tímida, bastante callada. Sólamente juega de vez en cuando con una amiga que tiene en el barrio. Ella también tiene un carácter parecido, es introvertida y se llevan bien.

- Pero, dígame... ¿cómo podemos hacer que se relacione más? En el colegio estos temas nos preocupan.

- Está claro que su carácter no se puede cambiar, pero creo que ella, con el tiempo, se dará cuenta de que sería bueno que participara más, hiciera nuevos amigos... Mire, está teniendo una infancia algo dura, se lo aseguro, pero nosotros intentamos llevarla por el buen camino, y pienso que por ahora vamos por la vía correcta. Ya sabe que mi hijo y nuera murieron en un accidente de coche hace un par de años, y para una niña de seis años es algo difícil de asimilar. Cree que volverán, como si se hubieran ido de viaje. Pienso que ésa es otra circunstancia. Además, tiene ataques de asma y... - explicó con cautela el hombre.

- Lo comprendo. Le aseguro que en el colegio haremos todo lo posible para que mejore la situación - aseguró la joven mujer.

- Muchas gracias, es usted muy amable.

- Nos veremos en la recogida de notas.

- Hasta entonces.

El anciano se despidió amablemente y se dirigió hacia el patio. La maestra observó cómo abuelo y nieta se alejaban cruzando la verja del centro y suspiró melancólicamente, antes de volver de nuevo al edificio y adentrarse en la sala de profesores.

* * * * *
EL PAÍS
Madrid, 7 de Abril
CLARA NAVARRO


Recuerdo mi infancia como si fuera ayer. Sí, a mis 37 años, la recuerdo. No voy a negar que fue dura, algo difícil. Mis continuos ataques de asma hacían que lo pasara mal. A mis escasos seis años, mis padres fallecieron en un accidente y quizás ésa fuera una de las razones que hizo que mi timidez aumentara. Tenía un carácter introvertido y no era una ventaja, sobre todo en el colegio.

Hay muchas cosas de las que me puedo lamentar. Pero de lo que nunca presentaré queja alguna es de mi imaginación, esa fantasía desbordante que nació en mi prematura niñez. Primero dibujaba las historias que mi mente creaba ,más tarde, escribí. Ésa fue mi salvación. Una profesora, mi antigua maestra de los primeros cursos de primaria, cuando ya estaba en quinto curso, viendo que mis relaciones con los compañeros no había mejorado demasiado, me aconsejó participar en un taller literario que ella misma había organizado. Allí descubrí cuál era mi vocación, aprendí a plasmar mi imaginación en el papel y ¿por qué no?: a hacer amigos, volver a la realidad, conocer a gente con mis mismas inquietudes.

Hoy en día, he publicado 14 libros y llevo escribiendo en periódicos y publicaciones desde mi juventud. Y este breve artículo lo he redactado por el mero hecho de dar las gracias a toda la gente que ha leído mis libros, mis historias, mis noticias, mis opiniones... Especialmente quiero mandar mi más sincero agradecimiento a esa maestra que me ayudó a encontrar mi futuro sin pretenderlo, que me ayudó a expulsar la timidez y sacar al exterior a la verdadera Clara. Esa extraordinaria mujer es la culpable de que yo esté aquí, y espero seguir estando por muchos años.

GRACIAS DE CORAZÓN


* * * * *

Una envejecida mujer, que ya rozaba la edad de la jubilación, hojeaba el periódico matutino cuando se encontró el artículo que la llenó de orgullo y agradecimiento. Nunca la había olvidado, nunca se había alejado de su mente la mejor escritora novel que jamás había conocido.

- Clara... - susurró.

Y tras ello, sonrió complacida.

Texto agregado el 11-09-2006, y leído por 339 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
20-01-2007 Es la tercera vez que lo leo, y cada vez me gusta más... pero solo puedo votar una vez :'( Cossete
13-09-2006 wow. no tengo palabras. ***** Cossete
12-09-2006 Martii, k soy mile. Oye me ha encantado tu cuento, no lo digo por el mero hecho de que seas mi amiga, creo que realmente vas a conseguir hacer realidad tu sueño de ser escritora. No te rindas nunca y ahí estoy yo para que no lo olvides. bss wapa!! livia_29
 
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