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El cazador de cocodrilos
(1962 – 2006)

Yo lo conocí.

¿Podría decir que era un tipo amigable, con humor, predominante? No se. En absoluto nunca estuve frente a él. Lo veía tras los documentales, dándole biberón a cachorros, metiéndose en lagunetas y en cada una de sus tomas, volteándose hacia la cámara para dar la explicación correspondiente y, hasta su muerte oí que había sido contratado por Discovery Channel o Animal Planet.


Me percate de su fisonomía en los primeros programas con su interacción con los animales. Y me agrado su manera sencilla, grata y con alto sentido compenetrado a su medio ambiente

Nunca vi completamente un programa de él.

Desde que su fama se fue agrandando, comenzó a exagerar más sus ademanes que por naturaleza los traía y gestos corporales. Se estaba convirtiendo en un producto de Hollywood (resultaba claro) pero a pesar de que muchas veces su gesticulación rayaba cerca del limite de lo artificial, el nativo de Australia, nunca se separo de su sonrisa. Y la daba de lleno y sinceramente.

Siempre he cuidado mis limites sobre los astros despepitados que cruzan los cielos, a pesar de su paso innatamente sin importar el desenlace, él conservaría su entusiasmo ante las cámaras de su convicción…y por ello, cuando por casualidad, viendo el televisor agenciaba el ‘click’ para el cambio del canal y aparecía en una de sus escenas, simplemente le contestaba con un igual sonrisa, me tomaba unos segundos y presto, le daba el siguiente ‘click ‘

Y aun con tan tenue panorama sobre su persona, sigo insistiendo “Yo lo conocí”

¿Por que? Talvez porque secretamente él tenia un pensamiento intimo sobre su destino (sobre todo cuando mostraba sus brazos extendidos y gesticulada enormemente sus músculos faciales ante las cámaras), secretamente él manejaba una creencia, “Nunca voy a morir”

Y es como un cuchillo filudo clavado en nuestro ideas arraigadas, instintivamente cuando supimos de su muerte, apuesto que por un momentito, pocos volteamos a ver sobre nuestro hombro…pero no encontramos nada.

Definitivamente, son pocos los hombres en este mundo que a través de su incursión ante la humanidad pueden transmitir tal carisma.


Si queremos honrar por un momento su muerte, basta con poner la música de Juan Salvador Gaviota, sumergirnos en el mar de la imaginación, y ver en un azul magnificente como mil manta-rayas moviendo sus apacibles aletas, tranquilas y en una sola dirección surcado con parsimonia el mar infinito.


Recuerdo claramente como fue entrevistado cuando llego a New York, después de varios años ante las cámaras acababa de realizar su primera película y saltaba a la fama. Estaba en un edificio, en el cuarto o quinto nivel, acompañado de su esposa, y desde ya comenzaba a mostrar de una manera mas exagerada sus ‘entupidos visajes’. La cámara le enfocaba pero él no se comportaba petulante ni presuntuoso, simplemente repetía ante todos –Que el era famoso- y señalaba sobre la ventana a toda la multitud conglomerada en las puertas del hotel y que asomaba por las calles. Cuando la cámara enfoco a todos los de afuera, apenas era una veintena la muchedumbre aglomerada por su nombre.

Pero a él no le importaba si hubiesen veinte, cuarenta o solo una persona…siempre transmitía esa su desmesurada felicidad. Y toda la loca alegría denotaba algo genuino, ‘se sentía feliz’ y lo más importante, su deseo de transmitir toda su explosión interna de embriaguez, ante los pocos recursos que gozaba para hacerlo: su boca, sus brazos, su poses, no se daban a vasto ante el arroyo de sentimientos que golpeaban e invadían el recinto de su pecho, pues daba la impresión como si al unísono todos amontonados quisiesen expresarse a la vez.

Y ese cabal, era el sentimiento con que se definía ‘el cazador de cocodrilos’

Aquí no mencionare sobre su dominio y conocimiento inigualable de su oficio ni sobre su amor intenso sobre el reino animal, y en especial ante las especies raras y peligrosas.

Aquí me referiré a la trascendencia de su actuar en su paso por éste mundo.

Para plantearse la pregunta ¿Cómo murió?, o mejor dicho ¿Qué pensamientos surcaron su mente desde que la punta de la aguijón de la raya lo estoco certeramente en el pecho hasta unos milisegundos antes de perder el conocimiento?

¡Ja!, tarea inaudita e imposible…pero con una realidad palpable Si lo llegáramos a saber, todo el mundo con una pizca de sensibilidad, nos sentiríamos identificados con tales pensamientos – Pues a todos nos dolería el pecho y más de alguno derramaría una lágrima.

El peligro fue su elemento. El profesional de los deportes, oficios o trabajos extremos maneja un umbral ante el peligro por encima del hombre medio, recae en una confianza sobre la vida y en una intempestuosidad hacia la aventura pero justificando un principio, para ellos muy claro, llamado como ‘un riesgo medido.’


En ésta ocasión, el riesgo fue medido pero no calculado. Todo oficio extremo demanda primero que se de ‘lo calculado’ pues el conocimiento, y el tiempo invertido en adquirir experiencia en el medio de supervivencia es importantísimo, ésta vez su mente le jugo una treta, es requisito para sobrevivir ante cualquier animal peligroso, haberse enfrentado desde la niñez, así como él lo hizo con los cocodrilos (aun así no se garantiza nada y, Roy Horn del dúo de magos Siegfried y Roy de los Angeles cayo ante las mandíbulas de su tigre). Pero tengo que ser honesto, si me hubiera encontrado junto a él en el oceano, no le hubiera podido advertir nada. Lo trágico siempre tiene una explicación perfectamente explicable (valga la redundancia) pero después, nunca antes.

Pero nos martillea la pregunta incesante ¿Por que se acerco a la raya tan cercanamente?, De nuevo cruzo la pregunta, ante la imposibilidad de saberlo, pero tratando de dar luz sobre sus acciones ¿acaso si uno de nosotros nos hubiéramos encontrado en la misma situación, no lo hubiéramos echo?, a sabiendas de no franquear nuestro umbral del peligro y sintiéndonos avasallados por la cauda de acontecimientos, repito, ¿no hubiéramos obrado nosotros de igual manera?

Para los que contesten ¡NO!, los tratare de a orillar a un SI.

¿Acosta de su muerte?

Si desde los siete años, ya se emocionaba cazando cocodrilos (no cabe duda que Australia es una de las tierras misteriosas más grandes de la Tierra, y de alguna manera los genes lo empujaban a pertenecer a ese misterio) , es imposible que no lo embriague esa clase de riesgos, para él calculado pero primordiales a la vez.

No sabemos los pensamientos que saltaron a su mente en sus últimos momentos, solamente podemos a son de preguntas atisbar los sentimientos más profundos del ser humano.

¿Acaso no pensó en su familia? Creo que inmediatamente sintió que había perforado el centro de su pecho-su corazón- Si más, talvez sintió un punzón…y pensando cada vez más en ese momento, cada quien en particular tendrá sus propias conjeturas…dejemos al mundo propio apoderarse según sus criterios e intimas convicciones de revivir con el pensamiento lo que nunca sabremos.


Pero ahora me doy cuenta del porque, tan tercamente he creído conocerlo, simplemente por haber coincidido en un punto muy particular. He sentido como a veces soy jalado por el torbellino de la vida…pero aun así guardo la idea entupida de que no me pasara nada…y también rió muchas veces con el mismo ímpetu y las mismas muecas ante la vida.

No me juzguen a mal, pues también todos ustedes, aun sin aceptarlo concientemente, han obran igual, pocas o muchas veces.

¿Será que todavía pronuncian con intensidad ¡NO!? No importa, hay seres que no les duele ninguna saeta clavada en su pecho, y simplemente morirán como todos los demás, es decir, talvez no trágicamente, pero si al compás de todos los acordes simples de la vida, sin haber mostrado ningún Allegro vivace en el recorrer de la misma.

Y en este corto homenaje póstumo, mejor me sincero con todos ustedes y simplemente concluiré.

A Steven Irwin, el cazador de cocodrilos, al hombre que nunca conocí



© 2006 registro en la ciudad de Guatemala

Adrian

Texto agregado el 11-09-2006, y leído por 620 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
30-09-2007 ***** sin lugar a dudas un gran hombre... y éste un fantástico escrito. Cuando estamos tan cerca del peligro nos extaciamos a tal punto que a veces nos olvidamos de nosotros mismo.... un abrazo y gracias por este maravilloso homenaje a Steven jackievidela
03-11-2006 Ecelente editorial y tributo********* Gracias por pasar a mis tintas y apoyarme BajoCero
01-10-2006 Steven Irwin ...un hombre que le demostró a los animales, que no todos los hombres son tan SALVAJES como parecen!***** monica-escritora-erootica
13-09-2006 Supongo que primero pensó que mala suerte, luego pensó que iba a morir allí en medio del oceano, lejos de su casa, luego pensó en Bindi su hijita, luego en Terri su esposa y quizo llorar pero ya estaba muerto... rodrigourrejola
 
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