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En fin, aquello no era en modo alguno parecido a morirse, como alguien le había dicho (o bien el mismo había pensado, no recordaba bien) años atrás. No. Era más bien VIVIRSE, a solas (todo lo contrario) y en el sentido más puro que podía encontrarle, de la manera más propia que se podía imaginar. Más aún cuando a ésas alturas ya no resonaban los ecos gigantes de los maestros que en la academia le inculcaban hasta las lágrimas que el cierre de un sistema vital es operacional y no absoluto. Pero absoluto sí, operacional quizá y cómo saberlo, ahora confusión y algo como esas certezas a contracorriente (cierre absoluto absoluto) que despiertan adheridas a uno por la mañana y no vuelven a despegarse jamás, aunque desinfectes el pijama, las sábanas y las paredes de la casa: no hay cómo sacarlas del sueño...ni de la vigilia, luego, en fin, se van quedando como visitas molestas y vienen como con una fuente inagotable de hastío de lógica, de BASTA YA DE LÓGICA. Basta ya. Hasta que uno decide sabiamente, y un poco a quemarropa porque esto siempre está allí (en el pijama, la pared, las sábanas) dejarse convencer por esto que vuelve a cada tanto, no quiere irse y no es en absoluto parecido a morirse, sino a VIVIRSE, y a solas y en bruto.

Había que dar saltos por entre los roqueríos, y de algún modo, también por entre esas brumas que se iban acumulando en torno a los bordes de su cuerpo. Había que ocuparse de que el equilibrio no cediera a un paso en falso al resbalar en las ulvas o en los recuerdos de consistencia más viscosa.
De salto en salto, las olas golpeaban los roqueríos y los espacios de la memoria cedían ante el vaivén, del mismo modo que la certeza y el magnetismo de correr más adelante, hacia el centro mismo del océano, venía como un sueño repetido, como un oleaje serio que se adhería otra vez y ahora no era necesario sacar, y para qué, nunca más la necesidad de desmalezar los jardines de la infancia, ni más necesario, luego, desinfectar ("Deja ya Marcelo ése pijama y esas sábanas"). No era, ya más necesario el exterminador (Gonzalo, tan devoto de sus insectos como de su amigo: "Y, Marcelo, que ya te he dicho que no hay NA-DA")...y empeñarse y porfiar.
Ya no más.
Para qué
y qué saca uno de tanto esfuerzo, si al final volver siempre a lo mismo, hacer frente al océano corriendo hacia sus fauces para vi-vir-se en el sentido más propio que se le ocurre a uno ("cierre operacional", la voz de Humberto, y no tendría acaso razón; pero para qué dudarlo ahora).
Correr entre las rocas, más al centro, más profundo, donde ahora ya nada más que océano...y soledad y correr,y el viento y correr. En absoluto parecido a morirse,
todo lo contrario.
Después, de improviso ya sólo el mar y un salto hacia el centro.

Texto agregado el 25-02-2003, y leído por 388 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-05-2003 curioso, no se que decir, me gusta pero es raro como lo escribes. burbuja
21-03-2003 BASTA YA DE LÓGICA. amen hermano... dulcilith
 
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