Hablaba el otro día de ese sexto sentido, del destino en que no creo. Decía, y repito, que nos rodea día y noche. Lo veo, lo oigo, lo huelo, lo siento, los saboreo en cada segundo que se desgrana del reloj, en cada hoja de otoño que cae del calendario, en cada nuevo amanecer con el frescor de la primavera. He tratado, trato, y tratare de ignorarlo, justificandolo como subjetividades y trampas de la memoria.

Y seguiré sorpendiendome cuando lea un mensaje y vea lo que ya sabía que pondría, cada vez que vea mi vida como una escena de pelicula llena de topicos. Es una sensación extraña, entre lo satisfactorio y lo intrigante. Y a veces también puede dar miedo. Miedo, porque a veces el destino es cruel y traicionero. Te deja que creas, hace todo tal y como tu piensas, y luego le da un giro al guión, dejandote descolocado.

Quizas mi destino sea no creer en el destino, negarlo y contradecirlo, mientras sigo los caminos que me marca. Quien sabe, quizas despues de todo esta historia tenga un final feliz.