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Inicio / Cuenteros Locales / daicelot / Lados B: la rebelión contra el idiota

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No lo sé. Es una extraña sensación de amor. No es rara, pero no es normal. Es como si yo fuera la ropa sucia lavándose en aquella lavadora desconocida. Soy yo como un juguete, el primer lugar en medio de la oscuridad.

Es una extraña visión, es un extraño sentimiento. En este momento escucho a Yann. El retrouvailles. Aquel maravilloso pequeño disco lleno de imágenes que no perturban. Hace frío.

En realidad no tengo nada que decir pero deseo teclear. Teclear todo lo cursi que se me ocurra, lo cursi o lo pueril, el amor entre los hombres o las formas más manoseadas y bellas que se me vengan a la cabeza. Ideas pop o accesibles, ideas de artistas o de perros vagos. Alguna cosa vendrá así porque quiere, al lado de la música que todo lo puede, que todo lo entiende, que todo lo viste de celofán.

Digamos que este es el principio de un monumental grito desesperado. Digamos que ahora mismo mi linfa se vuelve tornasol y que detrás de todos los ecos del mundo se esconde un gato chico y tiñoso que quiere ser tigre y no puede por los genes. Digamos que las horas pasan tan rápido que de pararse a respirar un mosquito perdería la vida. Digamos que la vida es ese respirar, y más largo aun, infinito.Al final pasa que la belleza es temporal.

Y de vuelta al inicio. Porque resulta que lo que hago es esperar a que un cd se copie y después repito la bandeja del reproductor para escuchar los mismos temas una y otra vez. Te diré cómo son esos temas. Esos temas son bonitos, lentejas, como terciopelos y aguas autóctonas muy claritas y de líneas melódicas endiabladamente bellas.

Las canciones me las pasó un amigo el otro día y ahora recién las vengo oír. Pero estoy seguro que esto no te importa y tampoco lo otro que había dicho. Digamos que hoy, nada te importa, y a mí todo. Porque es obvio, además, que me preocupe lo exhume mí cuando dejo presionado el acelerador al lado de los sentimientos, cuando el camuflaje de mis acciones con mis pensamientos, de mis decires con mis expresares, se vuelve tan perfecto.

Hay una belleza importante en todo este asunto que espero logres captar. En todo este asunto de los cables, de la tecnología, del amor en los barriales helados y con agua vieja. En el amor dicen que siempre hay belleza, lo que no es verdad en todos los ejemplos, pero bueno. Es una mierda hermosa, más mierda y más bella que todas las cosas que no puedo ver cuando intento tirarme de las cascadas o reventarme la cabeza con destornilladores de lata. Piensa en un clavicordio y olvidémonos de todo lo que haya dicho antes.

El clavicordio es conmovedor hasta las lágrimas, es la pieza maestra de algún alfeñique admirable, de alguna hermosa medio perdida entre los silencios lastimeros que se producen cuando los cerebros se apagan. El clavicordio tiene una reverberancia que se cuela a nosotros como una barrera de goma. Es como que tú mismo ahora me estuvieses amando y yo, a su vez, te correspondiera. Amor utópico, de ese que soñamos exista pero jamás concretamos. Y luego viene la tirada más bella. Un par de acordes, tonales, mezclados, de un extasiamiento perturbador, asesino, rechinante de todos los dientes de todos los caballos de todas las colas al viento y de todos los mares agitados cuando las personas se vuelven plantas o tubérculos verdes sanos y nutridos. Es de una hermosura tan plasmada en verde que no puedo decirlo de otra forma. Honeysuckle Suite, se llama el tema, y es de un tal (o unos tales, si es que es una agrupación) Rachels, en el disco conocido como Selenography.

Ahora dejémonos de leseras.

Me aburrí de ti y tus estupideces, de tener que estarte explicando todo por el miedo a que me digas en algún comentario que lo que estoy escribiendo no vale para nada la pena porque no lo entiendes. Cógete solo, ahora escribiré de verdad y saltaré todos los mundos que quiera. Ahora yo mando y te azotaré si así lo deseo, betarraga humana, bicho que andas husmeando y piensas que tu cabeza es mejor que la mía por el sencillo hecho de que no entiendes apenas los significados se vuelven transparentes en la más clara expresión de los fluires. Fuck you, animal de carga, mula de carga, abeja sin lanza, chinga tu madre y aléjate de todos nosotros, que estamos malditos y con la marca de los mil insectos que se arrancaron del arca de Noé. Y eso si que lo conoces. Cuando digo Noé piensas en la Biblia y hasta dices, ah, sí, ya tengo claro lo que este gilipollas está queriendo decirme y no, no tienes ni idea el profundo odio que surge en mí cuando te paras al frente mío con ojos grandes y absurdos y me dices que la demencia no está de moda o que Radiohead por fin es un algoritmo de las calculadoras automáticas o que el puto Harry Potter es un libro digno. Púdrete, envilecido hijo de la mercadotecnia, aléjate de los parámetros satánicos que cubren a los muchachos dignos de fama y gloria, a los que se inundan de balas en las guerras, a los que lloran bien callados, a los que se agachan en las micros con el peso de sus propias almas retumbándoles como cuero de tambor africano en las sienes. ¿Qué sabes tú de todo eso si no lo has vivido? ¿Qué sabes tú, enano, si eres un cabro chico inmaduro, una larva blanquecina que de conocimiento real no tiene nada? ¿Qué puedes llegar a saber si en tu pequeño y denigrante universo sólo se abren pasos a insulsos postulados de lógicas prosaicas? Eres enfermizamente inferior, enfermizamente lacra, basura, bosta de bueyes famélicos con gonorrea. Eso eres. Eso son todos ustedes sarta de imbéciles, hijos de perra, purulencias putrefactas, ignominiosas, insólitamente incultas, aberrantes, entes deleznables y buitres.

Aléjense de mí que los odio. Que en toda mi pasión sólo hay cabida a los sinceros de corazón. Y ustedes, los sinceros de corazón, desentiéndanse de los desechos que contaminan las frutas de los canastos. De los arrogantes que juran poseer mapas del futuro o del pasado, o de la filosofía o de la ciencia. Aléjense. Alejémonos, vámonos todos donde ellos no nos alcancen, donde el refugio sea de arroz blanco, de música densa, sensual, sensitivamente roja. Vámonos de aquí y dejemos a los otros carcomiéndose la rabia lentamente en una infinidad sin tonos.

Texto agregado el 04-09-2006, y leído por 172 visitantes. (0 votos)


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