Ya se me había hecho tarde, demasiado tarde... Abrí el cajón del mueble y busqué un collar de perlas que combinara con mi pulsera. Retoqué mi peinado y mi maquillaje, mmmm... ese labial que me trajo Paul de París es buenísimo!!.
Busqué entonces la cartera que había comprado en New York en mi último viaje.

APURO
En veinte minutos tenía que estar en el centro para cumplir con mi cita, sólo me faltaba un toque de perfume... PERFUMEEE!!!!! Me olvidé de comprar el perfume en el free shop del Aeropuerto, esas fragancias francesas de U$S100 que hace rato necesitaba reponer, Dios!! ¿qué hago ahora sin mi perfume? Esto es una verdadera desgracia.

DESESPERACIÓN
Revolví cajones y cajones y no encontré una gota de nada... ¿cómo voy a hacer si el perfume francés es el toque indispensable para estar espléndida?
Y bueno, tendré que enfrentar la noche sin mi preciado perfume.
Salí apurada, con olor a nada. La calle era un caos, busqué un taxi había uno parado en el semáforo y corrí para alcanzarlo. Al cruzar, una mujer con ropas sucias y harapientas se cruzó en mi camino y se arrodilló ante mí con el mismo gesto de desesperación que tenía yo hace unos segundos por no tener mi perfume francés. Me imploró por unas monedas, necesitaba leche para su bebé, se las dí. Tanto lío por un poco de leche...