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CITADINO.

A Amayrany

Deja que el marino se enamore del mar,
deja que el campesino lo haga de su parcela
y que la mujer joven y morena
haga lo propio con su huerto.

Y deja que yo permanezca enamorada
de mi terruño de asfalto y de su rostro gris...

CONVERSACIONES DE OTOÑO.

A cassiel

Un día, caminaré a tu lado las calles del centro olvidado
tomadas las manos francas de los buenos camaradas...

*

CRÓNICAS DEL CENTRO OLVIDADO
(Primera entrega)


A pesar de todas las modificaciones, de los incontables cambios de nombre a sus calles, de la aparente anarquía en la colocación de los números a los predios, a pesar del olor a orín, a pesar del caótico vaivén de las multitudes, de las marchas y mítines cotidianos, el Centro de la Ciudad de México es un lugar para recordar.

Un centro histórico que navega a contracorriente de las grandes tiendas, de los hoteles empotrados en los edificios antiguos, del mar espeso y apestoso de la basura, de los vendedores ambulantes y de los danzantes de vientres abultados que no tienen ningún parentesco directo con Nezahuacóyotl o con el joven abuelo Cuauthémoc.

Entre calles estrechas se agolpan los autos, en su mayoría de clase media, otros más lujosos contrastan dramáticamente con los “bicitaxis” que conducen fatigosamente hombres de rostros humeados.

Aún hay paseantes, se conservan cafés antiquísimos donde la luz es taciturna, donde las butacas son de un rojo estridente, cortinas colgadas a mitad de la ventana. Entrar a un café de estos es penetrar a un gran bullicio que de pronto se decanta hasta el silencio. En aquel momento, nada más parecido al mar: olas de voces multicolores vienen, dejando playas en silencio cuando se alejan.

Ya no hay cines. Ya no en el centro. Los han retirado. Apenas uno en la calle de Isabel La Católica, con un letrero desvencijado -casi por caerse- anuncia la premiere de alguna película de los años 70. Solo la marquesina huérfana da testimonio de que este edificio viejo fue alguna vez una sala de cine. Hoy, tan solo es un pordiosero maloliente y pobre.

Lo más grato tal vez sean los museos. Prácticamente hay uno en cada calle y cuando oficialmente no hay un museo, existe una construcción colonial que recuerda que el centro es -en sí mismo- un gran museo.

Están las bibliotecas, ¡Ah! qué hermosas, con sus techos altos, sus portones amplios, sus lamparitas de luz blanca tan próxima a las mesas de caoba bien cuidadas que incitan provocadoramente al estudio. Los anaqueles que de piso a techo y de pared a pared muestran los costados de los libros y de los tratados. Todo pulcramente ordenado y clasificado, atesorando el paso del tiempo, de la historia.

Cuánta añoranza de este centro que es el de mi ciudad, aunque ya casi nadie le visite con esos fines. La gente se anega en las calles del Carmen y Moneda solo para comerciar las baratijas que han llegado del Japón. Las novedades electrónicas de Corea, vamos, hasta la Virgen de Guadalupe se puede encontrar "made in Taiwan" más barata que en ninguna otra parte, con la garantía de que se conserve su rostro moreno y que sus ojos no sean rasgados.

Desde la terraza de un hotel contemplo su Zócalo y mientras bebo un expreso, experimento la melancolía del citadino. La melancolía por el Centro olvidado, aquel que contemplaron los ojos de mi padre cuando llegó de su pueblo hace más de cincuenta años, cuando la ciudad era solo un lunar oscuro y limpio tomado por asalto por un vasto sembradío de milpas.. Aquel era su universo; el centro del mundo se instalaba justo aquí: su preparatoria, la número 1, la que tenía grandes corredores con murales de Siqueiros y Rivera.

"Yo besaba esos muros y me apretaba a ellos con fuerza" me dijo un día mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Luego el café bohemio, donde se sentaba con los camaradas y entre tragos de café y bocanadas de cigarro se decidía el porvenir: la universidad, la carrera, el destino político de las nuevas generaciones. Casta de jóvenes dispuestos, emocionados, inspirados en la obra política, cultural y educativa de Jesús Reyes Heroles, de Lombardo Toledano, de Justo Sierra.

Cuadras más adelante, su trabajo. La vidriera "la Cantabra" de donde era uno de sus gerentes, a los 16 años. Uno de los socios hablaba inglés. "Mr. Villanueva" -se dirigía a mi padre con impecable elegancia y respeto - "I need to talk you".

El centro al que llegaban los tranvías llamados trolebuses y los camiones popularmente conocidos como "delfines" por ser azules. Y la disyuntiva shakesperiana le sorprendía a media tarde ¿tomarse un refresco? porque el calor y el hambre eran tremendos ¿o ir en el "delfín" a Ciudad Universitaria? que quedaba al otro lado de la capital.

Todo ha desaparecido, el tiempo, como una gran polvareda se ha llevado consigo y poco a poco aquel rostro diáfano. El mismo centro que vio mi padre, fue el mismo de Carlos Fuentes, de Octavio Paz, Jaime Sabines y Juan Rulfo.

Estamos en otro siglo, pero solo por curiosidad -y para escribir mi propia historia- este domingo buscaré la calle antigua, sacudiré el tizne de los años si es necesario hasta encontrar aquel número de Donceles donde Aura y Felipe –personajes de Carlos Fuentes- encontraron su inmortalidad.

Puede que ahí esté el perro de metal oxidado, semejante a los fetos de los perros que se hallan en los museos de historia natural. Si me sonríe, no me esperes, porque entraré a reconocerme en el olor de las plantas que no dan frutos, en las baldosas húmedas y enmohecidas. Tal vez me encuentre.

…Solo tal vez...





Texto agregado el 23-08-2006, y leído por 234 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
25-02-2010 si maravilloso, llegar a la pza de las tres culturas o coyoacan, ola u. en fin q lindo , wey hombrenuevo
19-10-2006 Aquí dan ganas de charlar ¿verdad? Más aún cuando quien describe lo hace no sólo con añoranza sino con amor a los lugares y sus fantasmas, los aromas, las luces y sombras, los colores... Este es un testimonio que sólo se encuentra de vez en cuando, y hay que atesorarlo. Como los parques, las plazas, las bibliotecas. Es que, como dice Manns, de repente los lugares desaparecen, y co ellos, nuestros queridos fantasmas... venicio
27-09-2006 ufff yo mi tesis la hice sobre el centro historico asi que imaginate todo lo que fotografie y levante mientras camine por un año en esa ciudad chiquita o en ese pueblo tan concurrido por que solo cuando estas mucho tiempo sobre sus calles y te adentras en las vecindades te das cuenta que el centro tambien es una colonia , un barrio, un pueblo divido en dos injustamente por un eje vial, que parece que le corto la panza a la ciudad por la mitad y los barrios, las bandas, las familias se dividieron... y hoy a pesar que me ecuentro en un lugar cercano al paraiso no dejo de sentir esa nostalgia por "mi terruño de asfalto y de rostro gris" al cual espero regresar algun dia que recupere las cosas que una vez perdi... arcano20
24-08-2006 Me parecio un tour maravillos, con vivas imagen y una narracion agil y hermosa*5 terref
24-08-2006 Grrrrrrrr (me borraron mi comentario : el extenso) Bien... luego del exabrupto, el comentario de nueva cuenta (que espero que no borren). Laura... esta voz tuya me gusta muchísimo... es la voz que se permite colgar muros donde palabras y desdoblar calles entre puntos suspensivos o descansos necesarios. Tienes una capacidad (y creo que ya te lo había mencionado) para darle el tiempo y sitio justo a cada espacio, así la calle ni pasa ligera ni pesa, ni se apresura... simplemente se retiene en la mirada, y es que tu escrito es casi como observar en medio del gentío lo cotidiano, lo cotidiano entonces llega con un dejo de melancolía, (eso lo más agradable) remembranza, quizá ahí su encanto -tu encanto- permitir a la evocación hacerse palpable no sólo en el escritor sino en el que recibe las palabras y de alguna forma las vuelve propias... estos textos son maravillosos... cuando hablas de tu infancia, de los compañeros de clases, de tu México (mi México) maravilloso... sencillamente no puedo menos que : aplaudirte, 2: reconocerte, 3: agradecerlo, y se agradece con convicción, con la nariz repleta de aromas, con los pies cansados de tanto paso imaginario en esas mismas calles que trazaste, así... con esa carga física y emocional se agradece. Algo que es capaz de despertar a la memoria o incluso darle vida aún desde la nada (mira que cualquiera puede ver el centro de la ciudad de México aquí, sin haber venido nunca) es entonces un algo que debe repetirse... Petición: ya quiero leer la segunda entrega (además agradezco las primeras palabras... Diva querida, muchas gracias –igualmente hermosos versos-) Bello. Bello. Un abrazo y mi cariño de costumbre, de siempre. amay_rany
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