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Inicio / Cuenteros Locales / Tildur / La Voz, capitulo II

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El viejo y algo destartalado Ibiza tomó la curva con velocidad, y los neumáticos rechinaron como si protestaran por el duro trato que se les estaban dando aquella noche. Mientras tanto, Luis vaciaba la ultima caja por la ventanilla, dejando la calle llena de hojas de papel que iban cayendo cual copos de nieve.

- ¿Crees que esto servirá para algo?- Dijo mientras se volvía a acomodar en el asiento
- ¿Qué?- Le respondió el ajetreado conductor
- Digo que si esto servirá para algo... no se, hace treinta años tal vez... pero ¿hoy en día?
- ¡Hace treinta años esto no valía nada! La gente ya lo había visto muchas veces. En cambio esto será noticia mañana ¡Ya lo verás!

De pronto la sonrisa del hombre que iba al volante desapareció, mientras comenzaba a apreciarse el ruido de unas sirenas cada vez mas cercanas.

- ¡Mierda!- Fue todo cuanto exclamó

Luis sintió como se pegaba al asiento cuando su compañero pisó el acelerador a fondo, y el SEAT se lanzó a la carrera con un rugido metálico. De pronto un coche patrulla surgió de una calle a su derecha, obligándolos a torcer su trayectoria. El espejo retrovisor salto con un crujido y quedo tendido en el asfalto tras ellos.

Luis se agarró al asiento mientras observaba los coches de la policía tras ellos. Un giro inesperado a la izquierda, luego otro a la derecha. El lateral del coche rozando contra la pared del estrecho callejón. Mas curvas, demasiadas para contarlas. Y de pronto, una bajada en curva, hacia un aparcamiento subterráneo. Cerrado. Un portalón metálico cerraba la entrada. El Ibiza se detuvo a escasos palmos con otro agudo rechinar de ruedas. El conductor apagó las luces

Ninguno de los dos se atrevió a respirar. Las sirenas se oían cerca, cada vez más cerca. De pronto oyeron como los coches patrullas pasaban tras ellos, alejándose, sin verlos. Solo entonces ambos respiraron. Aún esperaron algunos minutos, con el corazón en un puño, temiendo volver a oír las sirenas en cualquier momento.

- Joder, ha faltado poco- Dijo el otro hombre malhumorado- Creo que ya se han ido.
- ¿Y ahora que hacemos?
- Pues largarnos para nuestras casas- Dijo mientras encendía las luces del coche.

De pronto estaba frente a ellos, a plena luz de los focos, mirándolos directamente. Ambos lo miraron aterrados.

- No podéis

Los faros se apagaron poco a poco, hasta que solo quedó la oscuridad de la noche sin luna en la ciudad.




Los dedos de Victor se movían a la velocidad del rayo sobre su teclado, mientras más y más lineas de comandos iban llenando su pantalla. De pronto se detuvo, y observó su obra, por fin acabada. El ordenador tardo unos minutos en compilar y estar listo para ejecutar. Victor tomo aire, y luego presionó enter.

El cuadro de información mostraba las cambiantes letras de las miles de direcciones a las que estaba enviando. Victor sonrió. Aquello estaba preparado para saltarse las endebles defensas de la mayoría de paginas no oficiales. Mañana los foros, los blogs, todo amanecería con su mensaje. Con el mensaje de Los Caballeros, la libertad, frente a las narices de los censores.

Una ventana emergente le advirtió de que estaba siendo rastreado. Unos segundos después se abrieron otras dos, y al poco ya eran diez los programas que lo estaban rastreando. Víctor vigiló la barra de procesos... setenta por ciento. Esperó un poco más, hasta llegar a setenta y cinco, cuando ya casi eran veintena los boots que le seguían la pista. Solo entonces uso el as que se guardaba en la manga. El señuelo funcionó, y la mayoría de programas de rastreo le perdieron la pista. Cuando la barra de procesos alcanzo el cien por cien, el programa autoconcluyó, y el ordenador se desconecto de la red. Victor aguanto la respiración por unos segundos. Luego volvió a respirar, y se quedó pensando las consecuencias que tendría lo que había hechó. Sin duda mañana iba a ser noticia. De pronto la puerta de su habitación se abrió bruscamente. Victor miró asustado.

- Hola, tio. Ja, ya sabía yo que estarías despierto frente al ordenador... ¿te pasa algo?- Dijo su compañero de piso
- ¿Eh?... No nada. ¿Qué querías?
- Necesitaba unas pilas. De las pequeñas. No tendrás por ahí ¿verdad?.


Victor se despertó animado. Apenas había dormido, pero se sentía ansioso por ver que es lo que había pasado. Cogió algo para desayunar y fue a mirar las noticias en su portatil. Como era de esperar, la mayoría de medios de información no decían nada, aunque en uno encontró una escueta referencia a un ataque terrorista en la red. Pero lo que le importaba era lo que opinase la gente. Había quien se sentía ofendido por la intromisión en sus paginas, otros, como siempre, se oponían al mensaje. Victor llevaba tiempo sospechando que tal vez fueran programas los que enviasen aquellas respuestas, para dar una falsa impresión de que la mayoría tenía la opinión que mas le convenía al gobierno. En cualquier caso, bastante gente parecía sorprendida, y mas de uno se alegraba, aunque muchos no lo dijesen demasiado alto. Entre todo ellos encontró alguno que, estupidamente, se adjudicaba la acción. Tendrían problemas por ello.

Acabó de desayunar, se vistió con rapidez y salió a la calle. Llegaba tarde al trabajo y caía una fina lluvia desde lo alto de un cielo gris y encapotado. La gente pasaba apurada con sus paraguas, y el trafico, como siempre, no era muy bueno. Los conductores, desesperados, llenaban el aire con el ruido de sus bocinas. De pronto una mano se poso sobre su hombro.

- Victor- Era ella- lo has hecho tu ¿verdad?
- Si. Veo que has sabido ver las señales que dejé- dijo el con una sonrisa
- Si. ¿Y si las viese alguien mas?
- Tranquila, nadie más las puede entender.
- Victor, esto ha sido muy grande. Creo que no les ha hecho ninguna gracia. Pondrán a gente a trabajar en el tema. Gente inteligente y con muchos recursos a su disposición.- parecía preocupada.
- Oh, vamos. Ayer mismo eras tu la que decía que no podíamos andar todo el día escondidos.
- Baja la voz- dijo ella mientras se alejaba un poco más hacían un pequeño callejón- Victor, crei que tenías mas cabeza, joder. Se te ha ido un poco la mano. Creo... creo que lo mejor es que desaparezcas una temporada.
- ¿Qué?- dijo Victor sorprendido
- Si. Pide unas vacaciones en el curro y vente a mi casa. Si no pasa nada... pues ya volverás para la tuya.
- No puedo pedir unas vacaciones ahora.
- Pues deja el trabajo. Victor, esto es serio.
- No puedo. Lo siento, pero no puedo. Tranquilízate, no me pasará nada- dijo mientras le acariciaba la mejilla. Ella lo miro a los ojos con tristeza.
- Esta bien. Si necesitas algo.. cualquier cosa, ya sabes. Y ten cuidado ¿vale?


La jornada de trabajo, como contraste con el resto de la mañana, fue extremadamente aburrida y deprimente. Por suerte las horas pasaron, y al fin Victor pudo salir hacia su casa

Corrió hacia el autobús mientras subían a el los últimos pasajeros. Seguía lloviznando, y no quería mojarse, ni mucho menos esperar al siguiente bus con el ruido del trafico como banda sonora. Corría entre la multitud con dificultad, puesto que la mayoría de gente seguía su camino, ya fuese porque no lo habían visto con sus ojos bajos o porque no querían verlo. De pronto tropezó fuertemenete con un hombre que, como muchos otros, no se había apartado lo más minimo. El hombre vestía una larga cazadora con una capucha que le cubría la cabeza, y portaba en sus manos lo que parecía una carpeta y un sobre, que cayeron con el golpe.

Victor se detuvo, pensando si ayudar a recoger los papeles a aquel extraño que no se había apartado lo más mínimo, y perder el bus por ello. Mientras lo decidía, el autobus arranco por fin y se perdió en la corriente de metal y gasolina de la avenida. Se agachó a regañadientes y recogió el sobre, que seguía en el suelo. Cuando se giró el hombre con el que había tropezado había desaparecido perdido entre la marea humana. Se quedo allí unos instantes más, quieto, con el sobre en la mano, buscando al hombre. Luego se fijó en la dirección del sobre. Aquella era su casa.

Texto agregado el 16-08-2006, y leído por 151 visitantes. (0 votos)


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