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Pueden creer que estoy loco, pero lo que hice, en su momento fue la desición perfecta.

Todo comenzó la noche del 3 de febrero, estaba en mi trabajo, el encargado de la cocina en el restaurante más famoso de la ciudad; todo transcurría de manera normal hasta el cierre; cuando llegó ella. La esposa del dueño; sirve aclarar que teníamos una aventura hace ya 5 meses; yo la amaba hasta el momento que pronunció esas dos palabra "estoy embarazada". En ese momento sentí que mi mundo se derrumbaba; comenzamos a forcejear, ella cayó, no estoy seguro con que se golpeó, pero fue contundente; ella yacía muerta en mis pies.

En ese momento sentí que mi vida se acababa; sólo tenía 19 años y podrá pasar el resto de mis días en la cárcel. A continuación efectué el acto más valiente de mi vida; no, no avisé a la policía.

Lo que hice fue desnudarla como lo hacía cada noche en la oscuridad de la cava; pero esta vez ella no reaccionaba. Cargué su cuerpo hasta la sierra, corté una a una sus partes; luego, como no sabía que hacer con ellas, las tajé.

Nadie sospecharía del aumento de las reservas de carne, ya que la nevera siempre estaba al máximo de capacidad.

Ya mi fechoría estaba hecha y era perfecta, nadie sospecharía de mi porque nadie sabía de nuestra relación.

Días después empezaron las indagatorias, quién la había visto, quién sabía de ella, dónde fue el último lugar en el que estuvo.

Nadie daba respuesta alguna y yo seguía tranquilo, como si no supiera nada. El esposo, mi jefe, estaba inconsolable, al parecer sí la quería; eso no me afectaba, yo sólo seguía con mi vida.

Así pasaron los días, investigaban y no encontraban nada, mientras yo seguía sirviendo trozos de Angela.

Una noche, mientras intentaba dormir, la ví; estaba seguro que la había asesinado, que ya no existía, que la había servido: pero aún así la veía perfectamente.

Paso el tiempo y los sueños fueron más constantes, fueron más reales. No sólo soñaba de noche, también lo hacía de día; su recuerdo me atormentaba cada vez más.

Me estaba volviendo paranóico, sospechaba de todos, sentía que ellos sabían algo o sino lo sospechaban. Me volví uraño, no salía de mi casa, seguía soñando con ella, la proyectaba en cualquier persona, ya todos eran igual a ella.

No aguantaba más, pensé en el suicidio; esa sería una forma fácil de librarme de este karma; lo intenté, pero mi valentía había desaparecido, no era capaz de empuñar el arma para dispararme; tomé una desición desesperada, corrí a la puerta, esperaba el primer auto, bus, camión, motocicleta que pasara. Al fin aparecio uno y me lanzé.

Fallé en ese intento también, el conductor del vehículo me vio y desvio su carro chocando con los que estaban aparcados.

Ya no sabía que hacer, así que hice lo que debí hacer cuando ocurrió todo; llamé al cuartel de policía y me acusé del asesinato involuntario y posterior desaparición de Angela.

Los agentes fueron a mi casa, indagaron todo, vieron las cartas que me escribía, me preguntaron por qué lo había hecho; confesé todo desde las intensas noches de pasión en cada parte del restaurante hasta la forma en que corté cada parte de ella.

Los policías estaban aterrados, fui satanizado por los medios, me llamaban "Carnicero".

Muchas de las personas que había estado en el restaurante se escandalizaron al saber que habían comido carne humana.

Todos querían mi cabeza, propusieron miles de formas para que muriera, ya que esa era la pena que me esperaba. Pero la justicia sólo puede efectuar las penas que están estipuladas en los códigos penales.

Durante el corto juicio que tuve que afrontar, me hallaron culpable y decidieron que mi pena era la de muerte, tal como me lo esperaba; me parecía una sentencia justa, aunque el homicidio fue involuntario, condenaron la forma en que oculte la evidencia.

Pasé poco tiempo en la cárcel, un mes para ser exacto. Durante ese tiempo los demás reos me vaían con sigilo, seguramente creían que si había cometido tal acto de crueldad sería capaz de hacer cualquier cosa.

Ya falta poco para mi hora; un sacerdote viene a verme cada día, pregunta siempre lo mismo. No sé lo he dicho, pero no me arrepiento porque no lo recuerdo; sólo recuerdo los buenos momentos que viví con ella.

En dos días la silla eléctrica me espera; escogí esa forma de morir porque es con la que más estoy familiarizado.

Escribo esto como uno de mis últimos deseos porque quiero que conozcan las razones de lo que hice y que nunca fue mi intención que muriera.

Estoy contando las horas que me quedan de vida, son menos de 10, espero no sufrir mucho.

Hasta pronto...

Texto agregado el 12-08-2006, y leído por 211 visitantes. (0 votos)


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