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Inicio / Cuenteros Locales / gui / Lady Mary y su amigo Boeing II

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Horas más tarde, los dueños, una simpática pareja que ya tenía sus años, habían acogido de muy buena manera a Lady Mary, le habían servido una taza de leche descremada para que la gatita conservara la línea y acomodado una abrigadora frazada en un rincón del vestíbulo para que retozara a sus anchas.

En las tardes de invierno, ella contemplaba a Boeing, quien la miraba a su vez desde su casucha y ambos se hacían guiños de afecto. La gatita se condolía de ver a su amigo a la intemperie y le habría gustado verlo calentito junto a ella. Por lo mismo, apenas el matrimonio se ausentaba de casa, ella se las arreglaba para arrojarle la llave por debajo de la puerta y el perro, demostrando gran destreza, la colocaba en la cerradura y después, con su hocico, la hacía girar hasta que la puerta se abría. Después, pasaban la tarde entera contándose sus cuitas junto a la chimenea hasta que se quedaban dormidos hechos un ovillo, uno junto al otro.

Como los maleantes siempre averiguan cuales son las viviendas que quedan desocupadas, una noche en que la casa se encontraba sin sus moradores, uno de ellos, un tipo muy feo, sacó algo de una bolsa y lo colocó bajo la puerta. Boeing, que había escuchado todo, se aproximó a la puerta y se encontró con un pedazo de carne que se veía muy apetitosa. Contrario a sus costumbres que le impedían probar nada que no le fuera servido por sus amos, metió su hocico en la carne y comprobó que era de muy exquisito sabor. Por lo mismo, se la manducó en un dos por tres y en pocos segundos le sobrevino una somnolencia que terminó con él tendido sobre las baldosas. Ese fue el momento que aprovecharon los maleantes para trepar el muro.

Con una ganzúa lograron abrir la puerta de entrada y Lady Mary, que dormía profundamente, despertó de golpe, maullando lastimosamente. Estaba aterrada ante la presencia de esos seres siniestros ya que su instinto le decía que nada bueno hacían allí. Por supuesto, los individuos no se percataron de su presencia y con gran maestría desactivaron las alarmas. Uno de los ladrones, el menos feo, encendió las luces y una sonrisa sardónica iluminó su faz cetrina. Allí pudo ver una estantería repleta de licores de las más diversas clases y entusiasmado con ello, ya que sabían que estaban a sus anchas, tomó una copa y se empinó un vaso del mejor vino que encontró allí. El más feo, por su parte, sacó de sus raídos bolsillos una enorme bolsa y comenzó a depositar en ella todo lo que le pareció de más valor. La gatita contemplaba todo esto con el terror pintado en su linda carita pero, sabiendo que esos tipos eran unos desalmados, se quedó acurrucadita en su lecho, sin ocasionar ningún ruido. Entonces fue que se acordó de Boeing y temió que esos tipos le hubiesen hecho algún daño...


(Finaliza)


















Texto agregado el 11-08-2006, y leído por 250 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2006 Sí, un perro pastor no habría tocado la comida...¿ O sí?. Continuo eneas
 
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