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Inicio / Cuenteros Locales / celiaalviarez / Monarca (Mi primer recuerdo (2))

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Metamorfosis.
Celia Alviarez.



La vi en lo alto del semeruco, toda de colores vivos: un naranja intenso hacía de fondo y era surcado por mil líneas oscuras, marrones, negras; manchas blancas daban la sensación de ojos que se movían como queriendo guiñar, llamándome, presumiendo de su belleza. El resto no importaba: un gusano algo extraño en el centro y dos antenas inquietas metidas hasta el fondo en esa campanilla violeta que se enredaba en la rama como queriendo ahorcarla. Ella ahí y yo abajo contemplándola. Había interrumpido mi juego favorito: hacer tortas de barro con la olla de prepararle el tetero a mi prima, y ahora me disponía a cazar. Creo que alguien me dijo alguna vez que esas eran llamadas monarcas, o algo así, como de reino. Lo cierto es que era Reina y tenía cara de serlo. Brillaba y movía las alas complacida de ser un espectáculo, se hacía la graciosa y jugueteaba con su campanilla, con su semeruco, con su patio que ya no era mío por su culpa. Me llené de rabia. Esa monarca entró a mi patio y lo volvió tan suyo que ya me imaginaba pidiéndole permiso para jugar ahí, ¡en mi patio! ¡mío! ¡MÍO!. Me transformé. Mi franelilla se pegó a la piel y mi cabello se convirtió en pelaje. Poco a poco fui vibrando hasta hacer de mi respiración un ruido casi imperceptible, como un rugido sordo. Mis ojos se amarraron a sus alas. Trepé hasta casi llegar a tocarla. Ella, tan segura, tan a sus anchas, movía las alas y se asomaba de vez en cuando hacia el viento, desde donde las enemigas paraulatas acosaban su reinado. Nunca pensó que yo estuviese ahí, que yo quisiese acabarla por reina, por orgullosa, por insolidaria y egoísta. Yo era ahora la heroína, la salvadora de este patio tan libre, de este patio tan mío y tan de las hormigas y de las paraulatas, tan de los grillos y de los chubisquitos que me servían de plato principal en mis meriendas de comer de mentiras. La atrapé. Sin el mayor esfuerzo. La atrapé con mis garras y un pañal de tela, la bajé hasta mi cocina. Apreté sus alas entre mis dedos como pinzas y la miré por todos sus rincones. Era falsa. Por debajo era tan fea que no pudo haber sido reina de nada, ni siquiera de su propio cuerpo largo, marrón, asustado. Sus patas se movían buscando liberarse y me hacían cosquillas en los dedos, su maquillaje se caía apenas con rozarlo. Ya no era reina, era descolorida y fea. Quise matarla por mentirosa, por abusiva, por invasora. La metí en una botella vacía de cocacola y corrí con ella por todo el patio, dándole vueltas, mareándola, haciéndola pagar su crueldad, sus abusos. Luego la observé un rato. Aún parecía tener esos colores de reina antigua, de dama importante. No lo podía permitir. Corrí al baño, abrí el agua y llené la botella hasta la mitad. Luchaba contra el agua y sus alas se pegaban al vidrio transparente ensuciándolo. Tome jabón en polvo y le puse un poco. Ya vería lo que era ser sincera, ser real, sin fachadas. Batí fuerte, de arriba abajo, su cuerpo se desapareció entre espuma. Yo movía la botella, quería verla en todo su sufrimiento hasta hacerla morir.

Vacié la botella. Estaba ahí. Su cuerpo despedazado daba la sensación de haber sufrido mucho. Sus alas rotas y sin vida, sus antenas caídas y pegadas al suelo por el peso del agua. Sentí pena. Miré al patio, los árboles tan verdes como siempre, como edificios donde ellos habitaban. El techo de hojas dejaba colar pequeños rayos y la brisa soplaba en carreteras donde ellos transitaban. Los vi pasearse, libres, vivos. Una mariposa blanca se estacionó frente a mi rostro, me observó. Volví a ver su cadáver. Ya no era Reina, Nunca lo fue. Ahora estaba muerta. Lloré, mi piel se tornó gris, triste, mis entrañas eran hielo, mis ojos eran agua y mis cabellos polvo. Ellos corrían desesperados, espantados de verme. Toqué la muerte, fui la muerte, maté. Corrí asustada... Mamá, Mamá...

Texto agregado el 11-08-2006, y leído por 335 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
12-05-2010 Soberbio che. Felicidades. libermostro
12-05-2008 A uno lo fija esta narración hasta el final trágico, con cierto desaliento de que la Reina no pudiera salvarse de la tortura. En la India quizás te hubiesen azotado por este cuento, pues algún humano estaría re-encarnado en esa hermosa mariposa. Por cierto yo no las torturaba de chico, solo las tomaba, les metía un alfiler en la cabeza y luego lo ponía en cuaderno de notas jajaja. Mis estrellas para ti aurelio
27-01-2008 Tenso y brillante. Me encantó. margarita-zamudio
17-09-2006 Tu prosa gana altura tras la Monarca, y nos hace llegar un relato, clarito, redondo, de gran calidad... aukisa
02-09-2006 Un cuento escrito con excelencia.***** jeronima
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