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Iba de viaje en un avión hacia el otro lado del mundo, quería cambiar de ambiente, de todo, estaba harto de ver siempre lo mismo, no sé, pero tomé la loca decisión de volar al escuchar a unos extraños que habían estado por esos lugares. No pensaba en nada cuando noté que el avión empezó a zarandearse como si algo le hubiera golpeado pues nos revolvió como fichas de un tablero de ajedrez. Vi a toda la gente con los ojos de terror, como queriendo despertar de lo ineludible, escondiéndose como topos bajo las sillas, pero el avión continuó cayendo y cayendo en medio de gritos terribles de toda la gente que me rodeaba, y que no cesaron hasta empotrarnos sobre una montaña de nieve… Allí, perdí el conocimiento, y cuando desperté, vi cuerpos regados como frutilla en una inmensa torta helada, blanca como la nieve. Fue surrealista ver cuerpos trozados, quemados, machucados, en mitad de un desierto blanco y con la punta de un avión como velita encendida de cumpleaños. Si seguía en el mismo lugar sabía que moriría congelado, pero, por otro lado, no tenía adonde ir, estaba perdido, con poco resto de calor y comida… Tengo que encontrar ayuda, es seguro que el mundo está en busca de nosotros, del avión, pensaba. Y entonces, tomé otra extraña decisión, la de salir a la deriva, tampoco no sé por qué lo decidí, en verdad, muchas cosas que he hecho, las he hecho sin saber por qué, sin pensar... y cuando lo hago, una sorpresa cae sobre mí, es como si saliera de los planes del destino e hiciera algo único, creativo, como el trazo de un artista sobre el lienzo de la vida. Me arropé, me llené de comestibles y salí en busca de salvación. Ya habían pasado muchos días y nadie venía por nosotros, nadie. Ya era hora de hacer algo diferente, y eso hice, algo impensado…

Caminé y caminé durante días y noches hasta que mi cuerpo, ya débil, cayó sobre la nieve, quedándome dormido un instante. De pronto, algo dentro de mí gritaba que continuase, que me parase y siguiera adelante, tras la salvación… Era la esperanza, con cálida mano arrastrándome por el alma. Sí, eso fue lo que sentí, y, siguiendo aquel sentimiento busqué aquello que tenía visualizado, una montaña. Y con aquella visión, continué mi camino diciéndome que tras de ella había algo para mí.

Apenas la vislumbré, corrí hacia ella, la escalé dejando todas mis fuerzas y cuando llegué a lo alto, vi un sendero, como una sierpe esparciéndose hacia abajo, hasta llegar a una ruma de carpas, azotadas por el viento y el frío. Bajé, mejor dicho rodé como una bola de nieve hasta la entrada de las carpas. Y cuando empecé a entrar, vi a mucha gente saliendo de sus carpas que, ya frente a mí, observé que tenían los rostros más blancos que había visto en mi vida… Pero, tenían rostros conocidos, muy conocidos. Estaban mis padres, hermanos, amigos, enemigos, conocidos, todos estaban frente a mí. Esto no es real, es un sueño, pensé. Debo de estar muerto, sí, seguro que es eso, continué pensando. De repente, todos se acercaron mas a mí, pidiéndome algo. No supe que responder, al ver sus manos extendidas, como implorando misericordia, amor, algo, cualquier cosa que fuera mía… Entonces hice lo que sentí al instante, sin pensar. Al primero que estaba a mi lado le di mi saco, a otro mi pantalón, mis medias, a cada uno les di lo que vestía. Y cuando quedé desnudo, temblando, llegaron mas y me pidieron mas y mas, entonces, les di mis manos, mis piernas, mi cabello, ojos, boca, pies, todo, todo se las di, y cuando no tenía nada que dar, continuaron llegando mas y mas personas, y a ellos les di mis sentimientos, mis recuerdos, anhelos, mis miedos, el frío, el dolor, todo, todo se los di, y luego, cuando quería darme mas y mas, vi que todos retornaban a sus carpas con algo apreciado en sus manos y con los rostros menos blancos, dejándome solo, y sin mas nada que dar, sintiendo algo especial en alguna parte de mi ser, en que no hay palabras para expresar. Y con aquel único sentimiento, me alejé de aquel lugar y vagué por todo aquel espacio blanco hasta ser uno con la nieve, yo era la nieve, eso fue lo que sentí hasta que una de las muchas mañanas, vi que del cielo caía un avión… Fui hacia el lugar en donde cayó y vi la misma escena. Un hombre mal herido salía del avión y empezaba a caminar por el desierto blanco. Me le acerqué con gran alegría y le abracé con toda mi alma, y le hice sentir que faltaba poco, muy poco para encontrar lo que buscaba, para que sintiera lo que todos anhelaban sentir, es decir, un sentimiento, un lugar en donde no necesitabas nada mas que dar, darte totalmente a algo, a cualquier cosa, como caminar a través de un desierto blanco…



San isidro, julio de 2006

Texto agregado el 07-07-2006, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-07-2006 una cagada joseluis, que pena leer esto, una verdadera cagada. inakix
 
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