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Cuando uno conoce el Amor de Dios, ya sea por profundas reflexiones filosóficas, o por una experiencia mística (que no es algo que experimentan sólo los santos, sino que al ser un don lo puede experimentar cualquiera), o quizás producto del intenso y fructífero amor que nos tiene alguien, o incluso si uno relaciona el gran amor que podemos llegar a sentir por otro con algo que va más allá de nosotros; cuando uno llega a tener certeza del Amor de Dios todo lo demás pierde importancia o queda relegado a un último espacio de nuestras vidas.

El que conoce el Amor de Dios deduce sabiamente que ese amor es infinito y fuente de vida. Es un poder que crea el universo y es el único poder que realmente no envilece ni corrompe al hombre. Cuando el hombre dice amar, pero sus actos lo llevan a errores inmensos, entonces debo pensar que no era amor realmente, sino otro sentimiento que apareció disfrazado a nuestro entendimiento.

Cuando uno conoce el Amor de Dios no le teme a nada, a absolutamente a nada, porque la manifestación de todo lo creado se engrana en el amor y todo termina abrazando esta lógica. La lógica del amor nos dicta muchas verdades que versean en nuestro corazón y lo hacen vibrar como una cuerda de laúd.

Existe la muerte, como existe la maldad. Existe la guerra, como también existe la destrucción. Existe el egoísmo como la soledad, mas el que se sabe amado por Dios tiene la seguridad que ningún mal prevalecerá, porque el amor es más fuerte que cualquier muerte o cualquier maldad.

Dicen que en el Cielo las almas de los justificados arden en las llamas del Amor de Dios. Dicen que en el infierno las almas de los condenados arden en las llamas el Amor de Dios. ¿Cuál es la diferencia? El Amor es el mismo, la diferencia está en la respuesta de cada tipo de alma: en una produce gozo y en otra produce rechazo. ¿Cómo se puede rechazar un don tan precioso? La libertad nos permite elegir lo que queremos. Aunque parezca ilógico algunos elegirán siempre alejarse de Dios, mas Dios está en todo y en todos, por lo que nunca terminan de huir. Y mientras las almas bendecidas siempre tenderán al abrazo divino existirán otras malditas que huirán hacia una soledad que nunca es completa, porque no pueden dejar de ser (que es lo único que les pertenece, siendo que así también es don de Dios).

Extraña paradoja que no entendemos hoy, por nuestra falta de entendimiento, pero que comprenderemos algún día, al final de los tiempos, de estos tiempos.

©naisui



Texto agregado el 28-06-2006, y leído por 220 visitantes. (0 votos)


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