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El teléfono sonó. El ruido de campanas plásticas lo despierta de un golpe. Soñaba con Arcadia, con la presencia bucólica de seres barrocos… Abre los ojos, desconcertado, pero no sorprendido. Sabe quién lo llama y para qué, por eso se toma el tiempo necesario para despertar, levantarse, estirar el cuerpo, dirigirse al teléfono, lentamente, y contestar.

-¿Si?… … hoy a las cinco… allí estaré.

La llamada breve de siempre, concreta.

David se dirige al baño. Toma una ducha, se lava los dientes, se peina, repudia un momento su imagen en el espejo y se dirige a la recamara. Allí se viste. No usa cualquier ropa. El traje que viste concuerda con el día de la semana: miércoles, día de traje oscuro, combinado con una corbata gris y zapatos cafés tipo Oxford. Camisa color crema… serio, pero coqueto a la vez. David combina los colores con gusto. Cada pared de su enorme casa tiene un color diferente, en la cual son mostrados cuadros de pintores contemporáneos de su país. Todos originales, comprados al mejor precio en sus primeras exposiciones; con estudiado ojo supo reconocer el potencial en cada pintor y el futuro que le deparaba en el mercado del arte. La vasijas, las primeras ediciones de libros que ahora son clásicos, los discos de vynil, dignos del mejor coleccionista, si, todo en esa casa muestra, sin recato, que el hombre que la habita es un alma sensible, un amante del lado bueno de la humanidad. Antropólogo nato, reconocedor de las diversas culturas autóctonas.

Recordó la llamada…

Aún tiene tiempo para regar su preciado jardín. A las plantas les coloca música de Mozart. Las riega con cuidado, una a una. Poda en donde debe podar y arregla en donde debe arreglar, con minuciosidad, calmado, disfrutando el trabajo lento y pausado.

El traje, impecable, ninguna mancha de agua… la fuerza de la costumbre y la disciplina.
Quien logra trabajar vestido de traje, sin ensuciarlo, es un hombre civilizado, le decía su difunto padre.

Se sienta en el sillón de la biblioteca. El día amerita una lectura de “Pisan Cantos”, de Ezra Pound… le gusta leerlo cuando debe trabajar, como hoy. Mira el reloj. Falta una hora. Ya no le queda tiempo para el té verde, hecho con la marcialidad del rito japonés, que lo relaja. Ni modos, deberá trabajar con los nervios de punta.

Pide un taxi. Toma una maleta de fina piel, en donde guarda sus herramientas de trabajo.

Lléveme al penal, le dice al taxista, con voz segura, fría. El chofer lo mira de medio lado, por el espejo retrovisor, y aleja la mirada asustado cuando se encuentran sus ojos con los ojos del desconocido.

En la radio del taxi se escuchan las últimas noticias. Lo mismo de siempre, sobre los traidores de la patria, la benevolencia del PRESIDENTE, las mentiras de la prensa extranjera, el apoyo de los USA, las mentiras que cuentan los que han buscado asilo en otros países… lo mismo de siempre.

Llega al penal, se dirige a la oficina y pide la lista. En la lista hay cinco nombres. La firma y se lleva una copia. Luego va al encuentro de las cinco personas. En un cuarto oscuro, ubicado en el sótano del edificio, lo esperan los cinco, encapuchados, con las manos atadas en la espalda, sangrantes, mugiendo de dolor. Los tienen arrinconados en una esquina… Ya ven, hijos de puta, les dije que tenían hasta las cinco para decirme los nombres de los otros, ahora ya es demasiado tarde, grita un agente con pistola en mano, ahora si van a conocer el dolor, hasta ahora sólo fue un juego… tienen cinco minutos para abrir la boca. Los cinco minutos pasaron, nadie habló. Don David, ahora le toca a usted.

David se toma su tiempo. Abre la maleta de fina piel. Saca unos guantes de látex. Se los pone finamente. Luego coge una de las herramientas. Al azar elige a una de las víctimas… lo más objetivamente posible. No es bueno involucrarse con el trabajo.

Los gritos penetran los ladrillos de las paredes. La herramienta es utilizada con exactitud suiza, y el reloj humano, trabajado a la perfección. Los otros cuatro guardan silencio.

David tiene tiempo. Uno a uno es trabajado hasta el desmayo. Los despierta y les aplica otra vez un buen trabajo de relojería. El dolor es insoportable, igual que los gritos. David no los escucha porque viene preparado: ha colocado cera en su finos oídos, los cuales pueden reconocer, sin problemas, los tonos de cualquier acorde. Los gritos, le parece, están en LA. Es curioso, pero casi todos los traidores de la patria gritan en LA, según él.

Después de varias horas de dolor nadie habló. Ya casi se mueren. El agente decide ejecutarlos con un tiro en la cabeza, uno a uno, con rutina. Ambos tienen hambre y sueño. Señor David, lo invito a cenar, ¿viene?... David niega la invitación, respetuoso y firme. Será para la otra, responde. No habrá otra. Odia ese tipo de chusma, sin corazón, sin uso de la razón, que sólo cumplen su trabajo como autómatas.

Antes de irse mira su reflejo en el espejo colocado en una de las paredes del cuarto de tortura. Sabe que al otro lado lo observa alguien, quizás el mismo PRESIDENTE, pero le da igual. Su traje está limpio. Ninguna mancha de sangre. Si, su padre tenía razón: el que trabaja vestido de traje y no lo ensucia, es un hombre civilizado.

Le sonríe al espejo.

Texto agregado el 24-06-2006, y leído por 412 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
01-03-2007 Está escrito con maestría... y con madurez. Los escritores ayudan a conocer la realidad y nunca descalifican ni moralizan. (5 estrellas feroces) pedropensador
24-02-2007 Tremendo texto. Digamos: tremendamente obvio. Con el odio de estos casos le decimos que es tan predecible que luego del primer punto y aparte era un noticiero. Pero usted sabe que el cariño se transforma en odio dado el transcurrrir. Entonces cariñosamente agregamos que su narración es atractiva, y de ahí el odio de semejante pavada. Diez puntos en algo, menos uno en lo otro, lo cual es sumamente interesante (para nosotros), ay si aprovechara usted... Salud. scatolocos
26-07-2006 Pinche psicopata mexicano!!!!! (no es alusion a easton ellis, jejejejej) Increible cuento... me cae bien tu personaje... madrobyo
26-07-2006 A eso te dedicas. Bueno, yo no dije nada ni se nada. Garvas
20-07-2006 Mesmérico. Me quedé enamorado de la maldad de este personaje. Tranquilamente, puede compararse con un Lecter. Las descripciones son prodigiosas y el final, con el consejo del padre, es inmejorable. 5* que se quedan cortas. Dehumanizer
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