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Blanca y Radiante.....

Frías aguas bañan el litoral central, por más que caliente el sol, las aguas seguirán gélidas aún en verano, sus playas se van llenando de veraneantes poco a poco, cuando el verano es completo, son mares de veraneantes los que invaden cada balneario. En uno de esos pueblos se instala la familia de Raúl. Su cabaña está ubicada en el alto del cerro que va a dar al mar. A cada lado de la calle - aún sin pavimento - se elevan pinos, y eucaliptos; en los sitios hay boldos, arrayanes y espinos de flores amarillas.

La casa es del tipo A, más bien cabaña para vacacionar, en ella caben hasta quince personas y si se aprietan y soportan los humores nocturnos, pueden pernoctar algunos más, para pasar unos días de relajo, con paciencia y buen ánimo se logra .

En las noches, fantasmales sombras caen sobre la calle, son los árboles y sus sombras los que dibujan extrañas figuras, el viento las hace variar de forma y tamaño. La luna también es hábil dibujante. Son noches de fogatas y narraciones donde abundan las que hablan de lo sobrenatural.

En la subida hay diez casas del mismo tipo y cada una alberga una cantidad similar de ocupantes que van cambiando a largo del verano. En el día, la mayoría retoza en la playa, en los primeros días grandes quemaduras en el cuerpo no les permite dormir, fiebre y dolor causada por la insolación, por ello es mejor hacer corta la noche, jugando damas, naipes, cacho o reunidos alrededor de la fogata.

El mar se oye bravío, las olas rompen en los roqueríos levantando pequeñas nubes de agua que el viento lleva a la “Subida de las ánimas”, su nombre surge luego de un hecho de sangre motivados por los celos y otras cosas extrañas que a veces ven los que pasan.
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Don Raúl, compró el terreno hace más de veinte años, lo hizo pensando en el descanso familiar. Su cabello ha ido encaneciendo en la medida que pasan los años y crece la cantidad de veraneantes que llega al balneario, también ha crecido su abdomen por el consumo de vino y bebidas espirituosas.

Siempre con un piropo a flor de labios para las muchachas, para cada mujer uno diferente. Narrador incansable de historia inacabables, todos oyen con atención. Le encanta meterse en los terrenos del maligno. En sus relatos abundan los muertos no muertos, que vagan eternamente.

Cansado de que su mujer le reprima, se escapa de casa para reunirse con los amigos. En la fogata nocturna no falta la garrafa de tinto que por la cercanía del fuego está a una buena temperatura, vino que calienta el alma, alegra los espíritus, aligera lenguas y activa el entendimiento. Su lema: “No creo en ánimas Garay, pero de haberlas, las hay” con ello inicia cada relato. Sus preferidos son los que hablan de aparecidos y entierros. Muertos no muertos que vagan enmohecidos por el tiempo y los inviernos húmedos.

—“Hace muchos años, - suena su voz, baja y misteriosa - dicen que cerca de este cerro, vivía una mujer muy bella, sin marido, aseguran que no le gustaba comprometerse en uniones de largo plazo. Decía, bueno dicen que decía ya que no alcancé a conocer... Dicho sea de paso... Hey Marquito, sírvame un tintito que se ve chambriadito, no ve que con sed se me seca la boca, y no puedo hablar, ¡Póngale no más!
Bueno, les decía que la dama aquella, le gustaban los jovencitos, y como ustedes saben que “tanto va el cántaro al agua, que al final se rompe” enamoró a un pescador de la caleta que está más al norte, por esta misma playa, el hombre era bueno como el pan, pero, tan bueno como celoso, tanto así que la vio en malos pasos y le propinó un par de puñaladas, luego se internó en el mar y dejó que este se lo tragara. Hay quienes aseguran que el alma de ella vaga eternamente a la búsqueda de algún varón que sea de su agrado. ¡Emilio, se está acabando la leña y hace frío!, ¿Cómo quieren que les siga contado? Ya, vaya a buscar leña, anoche el viento botó varias ramas del Ciprés de mi sitio, vaya p´a allá y tráigale, acompáñese con la Teresita, pero, vuelvan lueguito, miren que dicen que a veces se aparece la doña en esta cuesta, viste de blanco”.

—“Mientras los niños van a buscar leña, de seguro van a demorar, miren, que él Emilio, miraba a la chiquilla y ella le hace ojitos. Que se peguen un atraque, luego traerán la leña. ¡Ya poh! Que alguien que se cuente un chiste mientras llega la leña, pero mi compadre Gustavo ¡No!, miren que lleva como diez años contando el mismo”.

En eso estaban, cuando llegó la hija de don Raúl.
—“Mucho copete se ve, usted sabe que no le hace bien, vamos para la casa”.
—Bueno niños, ya saben que “Donde manda capitán” mañana les termino la historia de la dama y el pescador.

—Papi siempre contando mentiras. Si las inventa y no le da ni verguenza.
—Niña, pero ¿Se entretienen o no?
—Si claro y usted saca partido con el vino y el pisco. Y fresco más encima, mire, lo que más hace es mirarle el trasero a las niñas.
—Ya ya, no me rete más, mire que en la casa su madre hará lo mismo.
Hija ¿escuchó esos pasos? – dice muy alterado- , sintió un sonidos que aparentaba ser pasos cortitos, como los de un niño.
—Oiga a usted el vino le hizo mal, no me vaya a decir que se está creyendo sus mentiras.
—Es la pura verdad, si lo oí.
—Estay alucinando.

En el día, don Raúl se recluye en su cabaña, le gusta el aire marino, más no la playa, a su hija tampoco, razón por la cual se sientan en la pequeña terraza ubicada en entrada de la cabaña, ven el mar en toda su magnificencia. Se conforma con mirar a los que pasan calle rumbo a la playa.

Su mente la ocupa en urdir las historias que contará en las noches, se las imagina, sueña con las reacciones de sus oyentes, los que abren o cierran los ojos según la impresión que les causen. Sabe por experiencia que los más temerosos son los que pestan más atención, siempre terminará con frases dirigidas a ellos.

—¿En qué piensa papá, que te ríes solo?
—Nada niña, sólo acordaba de que la última que vez anduve en el puerto y allí me contaban la historia de la Cueva del chivato.

—Por Dios papi, estay preparando tus mentiras, no te quedes hasta muy tarde que la humedad te hará mal.

La noche sucede a la tarde. En la “subida de las ánimas” siempre hay una fogata. La charla es activa, los jóvenes se preparan, Emilio y la Teresita, están ansiosos por escaparse a buscar leña, el romance se inició la noche anterior; poco les interesa los cuentos, solo quieren huir de las miradas para amarse libremente.

El vino nunca falta y tampoco el pisco y algunas bebidas, el vino no importa se entibie, el tinto tiene mejor sabor, el pisco debe estar frío. Ramas de pino y eucaliptos hay para un par de horas.

Es don Raúl quien siempre inicia la charla.
—Niños. ¿Sabían ustedes que el mar solo devuelve a las mujeres que se ahogan? A los hombres casi nunca los regresan a la playa, así que cuídense, es muy celosa, a las mujeres las deja en la orilla, a los hombres se los acapara. ¡No se metan muy adentro!
—Ya está contando mentiras don Raúl – dice Luis-, uno de los asistentes.
—¿Mentiras? Vayan al cementerio que está arriba de la caleta, y miren cuantas tumbas vacías, y lo están ya que a los familiares se los tragó la mar, los parientes han sepultado solo los recuerdos que les dejaron los que nunca fueron encontrados.

—Pero, - dice don Raúl, bajando la voz - ¿oyen el mar? Pareciera que brama como toro enfurecido ¿Le escuchan? Cuídense, se lo recomiendo, miren que el mar tiene sus propios demonios y, estos cobran su precio por meterse en él. Han de saber que hay demonios mayores y menores o ayudantes, los “Imbunche” estos salen cada noche a buscar nuevas víctimas para llevárselas a su amo; el demonio mayor, el qué: ¡Por Dios que es hambriento! No se sacia nunca. Los Imbunches con tal que no los azote el amo ya que los castiga, tal como lo hacían los negreros con sus esclavos.

Emilio y Teresita, en cuanto pudieron se escaparon, “ a buscar leña”, pero, se fueron al rincón más oscuro que encontraron, Emilio a los cinco minutos, sacó la cartita bajo la manga, “Lifestyle” caucho resistente, se dieron una bacanal de puro amor, regresaron sin leña, pero, con los cachetes coloraitos.

—¿Con gorrito? - Preguntó son Raúl – Emilio afirmó con un movimiento de cabeza, ella se azoró.
—Con tanto polvo estos niños parecen berlín de estadio.
—Felicidades ¡A su salud! – dice don Raúl – sonriéndoles y levantando el vaso plástico, en el que beben todos.

—Me voy a mi casucha niños, sigan disfrutando del calor de la fogata, apaguen bien cuando se vayan a dormir, tiren agua a las cenizas para que no haya incendio. Ya saben que llega mi vieja y me arma la buena.
—¡Ah! Y si se encuentran con alguna ánima, enfréntenla con palabras duras y sin miedo.

La noche del día siguiente, no hubo luna pero si nubes, la fogata se hizo en la playa, libaron tinto y pisco, tal como la playa chupa agua cuando llegan las olas a la arena seca. Don Raúl habló más que de costumbre, contó otras historias, hasta qué llegó la hija buscarlo, y se lo llevó, cuando comenzaron la ascensión de la “Subida de las ánimas”.

—Hija, mire para arriba, algo baja.
—¿Qué papá?
—Mire hija, allá en el ciprés, ¿Ve la sombra blanca?
—Hay papi a lo mejor vio volar una garza.
—No niña si vi un bulto grande como sombra humana.

La noche estaba negra, pero a ratos se producía algún reflejo que dejaba ver algunas cosas. A Raúl se le fue la borrachera y comenzó a temblar.

La luminosidad del pueblo iluminó algo la subida, ambos caminantes vieron la sombra que se acercaba, la hija temblaba, menos que el papá, pero, ambos con algo de temor, ese que tenemos ante lo desconocido.

—Yo me voy a entender con él o ella
—Hay papi, esta loco.

Y se acerca la mancha blanca, que a ratos brilla como reflejos de neón, alba como luna llena, como cordillera nevada, como espuma de mar.

—¡Ànima ándate! – habla don Raúl –
—¡Fantasma no guei, ándate, déjanos tranquilos, vuelve a tu tumba espíritu del mal!.

La voz del hombre se eleva, pero temblorosa, la sombra no se detiene ni regresa por sus pasos, sigue bajando en la misma medida que don Raúl y su hija suben.

—Niña, tómame del brazo, no se quiere ir y no ando trayendo ni crucifijo ni escapulario.
—¡Fantasma maricón! ándate
—¡Anima culiá, desaparece!
—¡ Gueona, maricona, conchetumadre, puta, déjanos tranquilos!.

La sombra sigue bajando, se detienen a instancias del padre, habla fuerte, según él, hay que tratar mal a los fantasmas y otros cuerpos incorpóreos, la hija, lo mira, mueve la cabeza, algo de susto, pero más racional.

—Fantasma. Conchetumadre, maricón, ya ándate a tu tumba.
—¡Gueón, sal del camino.....!

La sombra se ve a menos de dos metros, don Raúl habla entrecortado, también más bajo, se persigna, 30 años que no lo hacía.

—Padre nuestro, que estás en el cielo.......
—¡ Espíritu, maricón, coño e tu madre, vete!, vete, vete..............!
—Santificado sea tu nombre.....

Se le cierran los ojos, el corazón late agitado, está próximo al infarto. Salta cuando le toman el brazo, no es su hija..

—Don Raúl ¿Qué le pasa?
—Don Raúl, ¿No me conoce?
—Don Raúl, don Raúl....... – habla la sombra

Don Raúl no abre los ojos..... está más blanco que el fantasma...... el fantasma tiene rostro de mujer y sonríe

—Don Raúl, ¿por qué me gritaba? – insiste la sombra -. Nunca antes le había escuchado tanto garabato junto
Don Raúl, no saca el habla

La boca la tiene seca, no se abren los ojos y su corazón no se calma...

—Don Raúl, don Raúl soy yo, la Marcia, su vecina, don Raúl soy su vecina, fui a bailar a una disco, no soy ningún fantasma.

Curiche, otoño 2006








Atraque: en lenguaje popular, apasionado encuentro amoroso, apegaditos
al muro
Garrafa: Envase de vidrio de cinco litros, para vino.

Imbunchen: De la mitología chilena, almas capturadas por algún demonio,
qué los utilizan para capturar nuevas víctimas.
Berlín: pan de dulce, con relleno de crema o dulce de leche, son bañados en polvo de azucar







Texto agregado el 20-06-2006, y leído por 1036 visitantes. (52 votos)


Lectores Opinan
06-09-2006 curiche amigo: recién comienzo a descubrirte. Muy chileno, aunque no diría criollista. Excelente narrador, creas atmósferas de verdad muy reales y muy chilenas, y siempre me sorprendes con el final.***** kucho
30-08-2006 Se sienten las empinadas calles de Valparaiso y el ambiente familiar y festivo a pesar de los "fantasmas"... aukisa
15-08-2006 Excelente cuento digo y repito yo también. Pero no el mejor de los que he leído de ti amigo, porque tus cuentos puedo afirmar sin temor a equivocarme son todos buenos. Tienes una regularidad aplastante e tu producción y eso es lo que más me gusta de ti, saber de antemano que lo que voy a leer va a ser interesante. Pero cuentos buenos tuyos los he leido a montones y en especial recuerdo aquel de un alcohólico que moría asesinado a la puerta del local. ¡Dios que fuerte! O el del arbol del desierto que regaban los camioneros. cuentos todos ellos que han quedado marcados en mi cerebro como algunos de los mejores cuentos de esta página. Hoy este estremecedor que te mantiene en vilo es un exponente más de la literatura al más fiel estilo de Curiche. Amigo muchas gracias por la lección. Ha vuelto a ser una delicia leerte. Un saludo y***** josef
06-08-2006 BRAVO. ***** Qué entretenido cuento. (aunque me hubiese gusado un poco más de suspenso al final). Muy bueno. s1ndrome
05-08-2006 qué susto pasé!! libelula
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