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Inicio / Cuenteros Locales / lorenzomontserrat / El cobertizo del amor( y XI )

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En la costa del Adriático y muy cerca del mar, una mujer entrada en años esperaba sentada en su butaca y mirando a través del cristal de una de las ventanas de su casa el regreso de Verónica.
Cincuenta años después y en la soledad que ella misma había deseado, intentaba olvidar todavía aquella pesadilla que un día la marcó para toda su vida.

Había encontrado una sosegada paz, unos días alegres y una juventud que jamás tuvo, aunque fuera con arrugas y cabello blanco. Su adolescencia la llevó siempre guardada para esos día finales, para disfrutarlos antes de dejar de existir. Guardó muchos besos y roces, caricias y sentimientos. Todo ello lo guardó en su alma y su corazón y así poder darle alas y algún día revivirlo.

Mientras esperaba el regreso del colegio de su nieta Verónica y con la mirada perdida en la nada, le vinieron a la memoria los últimos días de aquellos horribles años.

-¡Cuántos cuerpos de jóvenes como ella desenterraron en el cobertizo!.
-La red de trata de blancas, de menores obligadas a prostituirse...
-¡Cuántas mataron por no querer seguir con el juego que les habían impuesto esos malhechores sin escrúpulos por un montón de billetes!
¡-Cuántas desaparecidas!¡Cuántas marcadas para toda su vida!.
-Mera importancia tiene lo que mi padre hizo, sólo fue un arrebato de placer al verme un día desnuda, o el jefe de policía Salvaterra, un aprovechado de la situación, un viejo verde; y de la mujer policía que después ocupó su cargo provisional, una lesbiana que tenía atemorizados a todos los demás policías con contarle a sus mujeres cosas que no eran ciertas, sólo para conseguir tener unos placeres lésbicos.
-La única persona que de verdad me enamoré fue del profesor Sandoval y resultó ser el eje principal por donde giraba toda la organización.
-Ha pasado medio siglo y es como si fuera ayer...

Verónica decidió dar un paseo por el jardín y acercarse hasta donde estaba enterrada su hija, llamada también Verónica, la hija que tuvo poco tiempo después de que terminara aquella pesadilla cuando tenía la misma edad que su nieta tiene ahora.

-¡Abuela, abuela! ya estoy aquí. Hoy tenemos invitados a comer, bueno un invitado, es un compañero de clase, se llama Sandoval.-Decía la nieta apareciendo por el camino de entrada a la casa-.
FIN.


®Manuel Muñoz García-2003

Texto agregado el 15-02-2003, y leído por 364 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
15-02-2003 Jajaja, muy bien terminada la historia Manuel, Dios, pobre abuela Verónica otra vezzzz todoooo..., un beso, Ana Cecilia. AnaCecilia
15-02-2003 El tiempo no pasa, da vueltas en círculos. Muy bueno tu final, muy bueno todo. saludos. mcavalieri
 
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