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Mi último desayuno
Breve monólogo

¡Qué oscuro es este lugar! Deprimente. Las rejas al otro lado de la ventana son tan viejas y sucias... ¡Cuántas historias guardarán esas paredes! Mujeres olvidadas; algunas perversas, crueles; pero, en especial, mujeres inocentes, humilladas, traicionadas, jodidas... Como tú, como yo. Y a quién carajo le importa nuestro pasado, y menos, nuestro destino.
¿Por qué insistes en saberlo? Sí, no vale de nada hablar de nosotras. En fin, te contaré por qué estoy aquí. Trataré de no dar muchos rodeos. ¡Ah! ¿Ves mis cicatrices? Han pasado seis meses y todavía se notan aquellos moretones, que se convirtieron en
llagas. Son una huella, un doloroso tatuaje imborrable en mi cuerpo; peor, en mi estima, en mi vida.
Ese día –creo que fue el primer martes de junio– tomé la decisión. Tú comprenderás que no iba a aguantar más sus corajes, sus abusos. Cinco años de casados... No, no, nunca pensé en el divorcio; pero mi adolorido cuerpo ya no soportaba un golpe más.
Tan dulce y cariñoso que era Juan Manuel cuando novios... Bueno, al menos eso creo. Ya casi no logro diferenciar entre los buenos y los malos ratos.
Aquella mañana me levanté bastante temprano, el aroma del café recién colado perfumaba nuestro pequeño estudio. Mientras él dormía feliz como un bebé, yo me preparaba para la jornada. Después de vestirme para ir a trabajar, hice el desayuno. ¡Qué maravilloso es el olor del pan tostado con mantequilla! Todavía lo saboreo en mi mente. Delicioso, ¿verdad? Bueno, compañera, ya sabes cómo pueden ser las mañanas, hacer veinte mil cosas a la vez. Lavé la ventana de la cocina y eché el herbicida en el alero del balcón. Tú sabes que con tanta lluvia y humedad salen plantas, hierbas y hasta helechos por cualquier rendija. No, no sé dónde lo puse después. Juan Ma debió haber nacido en un desierto y no en el Caribe, pues no soportaba ni una sola hojita dentro de la casa.
Luego acomodé la mesita de la cocina con su mantelito de cuadros, el jugo, las tostadas con mantequilla, la mermelada de piña -que tanto le gustaba a mi marido, yo ni olerla- y el café. Yo lo hacía todo con tanto amor... ¿Puedes creerlo? Terminé y lo llamé. Odia el desayuno frío y llegar tarde al trabajo. Juan Ma me contestó gruñendo algo así como que no lo jodiera, que ya desayunaría cuando quisiera. Me dio una sensación de angustia y coraje. Pensé que iba a explotar. Tiré los platos del desayuno con ira, y él se rió burlón. Así que le preparé un café muy cargado, tomé mi maletín, una maleta y me fui para nunca regresar. No recuerdo más.
El Sol me deslumbró al salir y perdí mi rumbo. No sé cuántos días deambulé, hasta que llegó una patrulla; al fin pude pronunciar mi nombre y se lo dije a los agentes. Yo me alegré, porque verdaderamente me había perdido y las palabras no me salían. Ellos me preguntaron qué hacía viviendo en la calle y les pedí ayuda. Accedí a ir al cuartel con ellos. Allí me mostraron algunas fotos del apartamento con la cocina regada; otra de Juan, boca abajo, en el piso.
Lloré, Dios mío, cuánto lloré. ¿Por qué la cocina estaba así? Siempre la tenía recogida. ¡JuanMa! grité con todas las fuerzas y enmudecí.
Así fui recordando algunas cosas de mi vida. Luego me leyeron los derechos y me esposaron. Me hablaron de cosas que yo no sabía, e insistieron en preguntar sobre el herbicida. ¿Por qué? Les juré que lo había usado en la mañana –como todos los martes–. No entendían que Juan odiaba que salieran plantitas en el alero. ¿Dónde guardé el herbicida? No, no sé, supongo que en el armario junto a la estufa.
Cuando me dijeron que Juan Manuel había muerto, no supe que sentir. Reí y lloré. Me desmayé y luego me trajeron a este exilio en Vega Alta. La cárcel.
A pesar de todo, yo lo amaba, pero no le perdonaré lo que hizo de mi.
Ahora, tú eres mi única compañera, tienes que creerme.
No, no lo maté. Yo no me hubiera atrevido. ¡No!

Ana María Fuster Lavín
de Verdades Caprichosas

Texto agregado el 27-12-2003, y leído por 195 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-03-2011 Grandioso texto en un relato conmovedor de vida y angustias. Hoy te he descubierto, y te he leído y me gusto mucho. No sé porque te has retirado y no has continuado con tus letras. De todas maneras a pesar de los años que han trascurridos te comento humildemente y te dejo mis estrellas en reconocimiento a tu esfuerzo…******* macacay
 
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