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Si vamos un poco más atrás en Soli hasta “La Abstinencia Sexual II”, encontraremos un punto importantísimo que no ha sido explorado ni explotado. Se trata de “la persona buena”, acoto la idea: “el lenguaje nos formó de manera tal que mientras le caemos a mordiscos a un solo fruto, algo seco y atrapado y por tanto aburrido, nos preguntamos cómo sabrán los otros (?). Debido a una formación tal atrapamos un fruto y lo mantenemos ahí mientras disfrutamos de los otros y llamamos a esa posibilidad de la adultez“liberación” ¿Por qué no disfrutar de los otros sin tener a uno ahí asegurado? No lo sé, quizás para no sentirnos solos, o para no rayarnos, o para que los frutos que probamos no se nos puedan abalanzar encima si resultan desagradables y se nos vuelvan fastidiosos… o, quizás porque el probar muchos frutos es tan psicológica y energéticamente poderoso que necesitamos de un “lugar” seguro al que podamos acudir y tenga siempre los brazos abiertos para descansar en ellos de nuestras experimentaciones. Además, sabemos que manteniendo a alguien asegurado ahí el experimento sexual con otros se puede convertir en una cosa sexual más cruda: gracias al otro (al que tenemos ahí) podemos descender a nuevas profundidades sexuales de cada vez mayor crudeza, lo que conocemos con el nombre de la “profundización fría”. El que espera o la que espera es la persona buena y, psicológicamente es un factor esencial a la hora de atrevernos a lamer el mundo y nuestras propias posibilidades.”. Aquella persona que se mantiene ahí, en su situación de pareja, mientras su pareja aprovecha el hecho de que el bueno o la buena está ahí, para poder liberarse sexualmente y sin embargo tener un sitio seguro al cual retornar. El “La Abstinencia Sexual II” analizamos este fenómeno desde el punto de vista de la persona que necesita aventurarse en el sexo pero a la vez necesita a alguien constante en su vida, es decir: psicológicamente la persona necesita que se le sea fiel. Y necesita dicha fidelidad más intensamente cuanto más profundamente se aventura, cuanto más se explora a sí misma. Y vimos este punto de vista.

Lo importante es lo siguiente: hay un oído especial que consiste en conocer las necesidades de la otra persona, se la escucha y el ser propio se adapta a lo que viene y así se le da espacio al otro para que pueda ejecutar el acto de la búsqueda de su satisfacción. En otras palabras: Veladamente se puede escuchar la necesidad de la pareja de explorar su aspecto sexual y veladamente se le va dando espacio y veladamente aliento para que el otro busque satisfacer su necesidad. Es decir: se está amando a la otra persona, a la pareja, a la persona con quien se convive, veladamente: se le está dando un espacio, el espacio que esa persona necesita, se le está dando ese espacio silenciosamente, veladamente, porque no se muestra lo que se sabe, de esa manera entendemos que se es “bueno” para el otro. Habría que preguntarse ¿Se puede ir otorgando un espacio de ese tipo de manera no velada? Si amamos a la otra persona ese espacio sólo puede ser otorgado en silencio, sin que la persona que lo gana se de cuenta. Quizás debamos estar seguros de algo: perderemos probablemente a esa persona (a la que necesita explorarse), que nos necesita ahí mientras se realiza, pero que también necesita de ese espacio que veladamente le estamos dando (permitiéndoselo sin refrenárselo y sin caer en el error de demostrarle que nos damos cuenta, porque se trata de otra persona, no de nosotros mismos). Debemos saber que perderemos a esa persona, que si actuamos correctamente llegará el momento en el que no nos necesite, entonces deberemos saber alejarnos correctamente: le hemos dado la suficiente energía para que esa persona pudiese realizar lo que necesitaba. Se hizo lo correcto: dimos buena suerte, aportamos para un crecimiento. Eso es Duendismo.

La ciencia del Duendismo es muy simple: en muchas relaciones se da algo que podríamos definir como una relación victimario-víctima, controlador-controlado, dominante y dominado, etc.; pero eso sólo nos muestra que la persona dominante necesita la energía de la persona dominada. Es necesario tener espíritu lúdico para prestarse a estas cosas a la vez que tener fuerza interna (porque no se trata de nosotros, se trata de la otra persona, pero se trata de nosotros en el sentido único de experimentar el alcance de nuestra energía y de su poder). El duendismo consiste en dar adrede esa energía que el otro necesita. Es un curso que nunca termina. Pero quines lo practican saben lo que hacen y no son víctimas, es más: busca, mendigan por tales situaciones; sencillamente está alimentando y cuando ya no son necesarios saben cómo desaparecer o disolverse sin violentar nada y sin dejar retazos de culpa (es lo más difícil de todo el asunto). Es duendismo es ser como un duende: se conceden los deseos. Al decir “Deseo” me refiero a aquello que una persona desea tomar de otra para realizar aquello mediante la cual se necesita una catapulta humana para su realización, es un juego que casi parece inconsciente, pero hay que saber estar alerta al respecto para reconocer las situaciones en las cuales podemos ser útiles, es decir: cuando una relación de reciprocidad se hace imposible y notamos que se busca el poder. El duendismo consiste entonces en volverse completamente pasivo siguiendo el juego, algo así como ablandar el cuerpo, volverse narizón, orejón, y volverse chiquito, pero estando ahí y así conceder mediante chorros e impulsos de energía, los deseos internos de la otra persona, sus necesidades energéticas.

Eso es duendismo, no es difícil: la persona mediante una pasividad y una fidelidad voluntaria descubre que otorga buena suerte.


Texto agregado el 19-05-2006, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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