A mi Madre donde se encuentre.

Entre oscuro y claro, cuando levanto mis ojos
el espejo aún duerme.
La sierra nevada con sus bostezos de nubes
arrastra el rocío hasta el valle
para mitigar la sed de la tierra.
El Guatapurí con sus aguas frías acaricia las piedras
que albean por el sol que ya levanta
a la distancia se divisa la torre de la iglesia
ya falta poco para pisar el asfalto
y sentir el olor a café sobre el fogón.
Imagino a mi novia descansando en la cama
con su almohada de plumas abrazando los sueños
y sus manos bajo el edredón como dos flamencos.

En el día matutino
escucho al voceador de prensa
el gárrulo del vendedor de pescado
los grillos en las bisagras del portón del vecino
las carcajadas de los niños camino a la escuela.
siento el olor a guayaba, el sabor a chiricana
y el repicar de campanas acosan mis sentidos hasta el aposento
por fin las seis de la mañana.
Enciendo la radio, apago el abanico
ya siento a mi morena en el patio retozando con el perro
y el trinar de los canarios que gorjean sobre sus cabellos.

En la alborada hay días muy frescos y felices
que se pasean por nuestro cuarto
en el espejo me veo y me reconozco
soy el mismo de hace cincuenta años, completamente feliz
me quiño el ojo y sonrío como un orate.