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Roger abrió sus ojos y comprendió que todo había sido una horrible pesadilla. A su lado dormía plácidamente su bella mujer. Aún sentía su corazón acelerado ya que todo había sido demasiado real. Esbozó una cansada sonrisa al darse cuenta de lo ilógico del contenido: nadie que esté a punto de despanzurrarse en el suelo, puede estar obsesionado con algo tan banal como el ver su nombre en letras de molde, no, era algo absolutamente risible. Pensó entonces que esa pesadilla podría ser el reflejo de sus aspiraciones y temores. Claro, el siempre había deseado ser una rutilante estrella de la pantalla y sin embargo, su labor era totalmente secundaria, nadie sabía nada de él a pesar de exponer su físico en las más peligrosas secuencias. Por otra parte, el musculoso aquel de su pesadilla, no era sino la simbología abyecta de su inseguridad con respecto a Lana, su casquivana esposa, que gustaba de asistir a fiestas y eventos en los cuales lucía como una primera actriz, seduciendo a los más importantes productores. Muchos de sus trabajos habían sido conseguidos acaso con una sonrisa, con un pestañeo sutil o lisa y llanamente con un encuentro de los que él sospechaba pero no se atrevía a indagar. La amaba demasiado y temía perderla, odiaba celarla, puesto que ella se envanecía aún más y acicateaba su imaginación para que él dedujera como y donde había sido ese encuentro. Decididamente, Roger no era feliz ya que era esclavo de un oficio peligroso que, si bien, no le recompensaba con una fortuna, le permitía mantener un nivel de vida acomodado. Tampoco era feliz con Lana, porque estaba seguro que cualquier día ella se iría del brazo de algún adinerado personaje, luego de enrostrarle en la cara lo funesta que había sido su relación. Se asomó al balcón y contempló como la ciudad se desperezaba en esa mañana de sol radiante. Recordó que esa tarde debería acudir a una reunión de pauta, ya que pronto debería ser el stuntman, el que arriesga sus huesos y si se quiere, la mismísima existencia, en una acción que le reportaría algún dinerillo importante. Pensó que sería bueno invitar a Lana a cenar, acaso conversando al calor de unas copas, podrían replantearse muchas cosas.

Lana abrió sus hermosos ojos verdes y lo contempló con una sonrisa desvaída. Roger le sonrió del mismo modo y recordó haber leído en alguna parte que estaba comprobado que la pasión dura exactamente dos años. De ser cierto eso, ellos estaban al límite, era preciso, por lo tanto, solicitar una prórroga, algo que les concediera la naturaleza para recobrar el frenesí, el entusiasmo y esos instantes deliciosos en que la magia es la ama y señora de todos los actos. El hombre se acercó al lecho, se despojó de su bata y se arrojó a los brazos de su mujer, ella sonrió con lascivia...











Texto agregado el 14-05-2006, y leído por 234 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-05-2006 Me gustó que siguiera vivo y me da la impresión de que aún tenés más que contarnos de Roger. Besitos y estrellas. Magda gmmagdalena
 
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