“Cuando voy al parque con María me gusta contemplar el hermoso árbol del centro. Me gusta tocar los árboles. Yo pienso así y María lo sabe. Pero aún no logra comprender que tocar un árbol no es distinto a tocar cualquier otro ser viviente y hasta puede ser mejor.

Pero, ¿por qué es mejor?

En un árbol es un asunto diferente.

Desde que brota hasta que muere, siempre está inmóvil en el mismo sitio. Con las raíces se acerca al corazón de la Tierra más que cualquier otra cosa, con su copa es lo que más cerca está del Cielo.

Por su interior la savia corre de abajo a arriba, de arriba abajo. Espera la luz del Sol, espera la lluvia, espera una estación y después la otra. Espera la muerte. Ninguna de las cosas que le permiten vivir depende de su voluntad.

Existe y basta.

Por eso es hermoso acariciarlos…
Por la solidez,
Por su aliento tan prolongado, tan sosegado, tan profundo.”




Muchas veces, de pequeña, acercaba el oído a la corteza de los troncos para percibir sus murmullos más secretos.