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Inicio / Cuenteros Locales / dra_katz / Sueños de Terror (Parte II)

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En mi camino me crucé con varios conocidos, que me preguntaron si iba a ir al partido de rugby que se disputaba esa tarde en la cancha de la plaza. También vi a un portero hojeando una revista en el patio, aunque me miró con cara siniestra cuando pasé por su lado.
A medida que iba recorriendo el edificio, adentrándome en sus entrañas, pude ver a varios personajes curiosos, que me resultaron nuevos en el lugar.
Uno de ellos, el más llamativo, era un hombre robusto con mirada preocupada, que estaba hablando con el director. Ambos parecían muy sumergidos en su conversación, aunque el visitante no notaba las extrañas miradas que le dirigía su interlocutor: el director, sin ningún disimulo, observaba las prendas del visitante. El chaleco rojo de cuero con los hombros cubiertos de lentejuelas era, cuanto menos, lo más discreto que vestía. Tenía puesto también un pantalón negro de tela brillante, y cargaba con una gran cantidad de joyas de oro en sus dedos, colgando de su cuello, y prendidas a su ropa.
Seguí caminando muy tranquilamente, sin prestar demasiada atención, hasta que volví a cruzarme con una nueva desconocida: una mujer de talla pequeña, con una larga pollera violeta que ondeaba a su paso. También vestía una camisa blanca con muchísimos volados; muchos más de los que hubiera aceptado sobre mis propias prendas.
La mujer caminaba con paso acelerado y sin cuidado. Tanto, que al pasar por mi lado, me chocó el hombro, e hizo caer algunos de los papeles que llevaba sueltos dentro de mi carpeta.
Frenó unos segundos a mi lado, como vacilando, decidiendo entre quedarsea ayudarme o seguir con su acelerada marcha. Finalmente, murmuró algo parecido a un"Perdón" y siguió avanzando por el pasillo, casi corriendo.
Indignada, me detuve a juntar las hojas, y entre ellas encontré una vieja carta. Era de Darío, un amor perdido hacía muy poco como para soportar volver a ver su letra. La leí rápidamente, tratando de que no me afectara, pero no pude evitar que se formase un grueso nudo en la garganta al leer las dulces palabras, al recordar en un sólo instante todo lo que habíamos compartido juntos.

Texto agregado el 10-05-2006, y leído por 405 visitantes. (0 votos)


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