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Alcurnia Simbólica

El esposo da poder a un abogado para que vigile la liquidación de bienes de su matrimonio, ya que por motivos que a nadie interesan, la sociedad conyugal acaba de colapsar ruidosamente. ¿Bienes de la esposa… pues no hay otros! Quien toma el caso es un profesional irreverente y ventajoso. Lo bueno es que finalmente el cónyuge se irá del todo, y se reunirá con dos hijos de ambos, quienes viven en la Europa modernista: París. Están a la espera de su muerte, supone ella. Se desenvuelven en una sociedad turbulenta y libertina.

Un día como hoy deben de estar con sus amantes de turno dorándose en una exótica playa del Mediterráneo. O tal vez cenando langostinos ahumados alrededor de botellas de cualesquier vino costoso, en el más exclusivo restaurante parisino. ¿Cómo gastan ellos tanto dinero? ¡Vale la pregunta! Pero ese asunto no tiene por que importarle a nadie, ellos son ricos y se entienden... ¿ricos emergentes? Pero sí... ¡el último e mail que recibí dice: textualmente: “Envíanos dinero para nuestros gastos... papá agotó la parte de la fortuna que le diste, ahora está ilíquido... pero tiene dispuesto engrosar el grupo de ricos emergentes y, mientras lo consigue mándale lo suficiente para que tenga con que gastar”. ¿Imperativos... ufff carajo!

Todo ocurre en la vida de una dama de alcurnia simbólica. Ella delibera y reflexiona sobre las ironías consecuentes de su discurrir agridulce y contradictorio, con lo que prepara dardos para atinarlos hacía las secuencias que violan sus principios.

--Estos dardos de ironías –dice ella— no hieren, pero ponen a pensar a quienes los reciben.
--Sí tuviese el poder de convertir en realidad las ironías de mis pensamientos –dice-- los lanzaría en forma de dardos a mis hijos para transformarlos en símbolos de mí alcurnia... pintaría un gran mural con todas mis sátiras soberbias para llamarlo “Virtudes arquetípicas de sociedad”.

El rostro de la dama de alcurnia simbólica todavía deja observar el paso de la belleza que fue orgullo y pasión en su vida pasada. Ahora entrada en años y ligera de peso, aún le exige a su cuerpo que sus movimientos sean clásicos y garbosos. Su antigua mansión sigue ocupando el sitio que en otro tiempo perteneció a la llamada clase alta, clase que no fue tal, sólo que sus apellidos habían ganado una posición privilegiada alrededor del ámbito novedoso de un Club Social en donde se origina un portento de apellidos de sociedad, que tampoco perteneció a la gran sociedad moderna y cosmopolita en la que acaso hoy se abren paso sus hijos y su ex marido? Aunque ella jamás doblegará su orgullo ante una sociedad embutida en los perjuicios sin prejuicios, en donde la mayoría de sus socios multimillonarios son ex de algo en la escala de trepadores sociales. Dentro del contorno habitual voluntario convive con una docena de gatos de raza pura, grises como las tardes de encierro que ella padece. Estos animalejos tienen por rareza natural, piel de visón lanudo y ojos de lechuza, con los que husmean libremente por toda la amplia y vieja casona llena de salones embadurnados de fucsia descolorida, por los jardines coposos que desproporciona el tiempo y el abandono. Son felinos que se alimentan con grandes porciones de huevas de Bocachico, famoso pez de los ríos patrios, porque a esos místicos angora del más alto estrato social, las exquisiteces del afrodisíaco Esturión que refinadamente llaman Caviar, no las apetecen. Quizá los tales gatunos gomelos llenan el vacío que dejaron el marido y los hijos. Y ahora ella quiere demostrarse a si misma que es capaz de mantener su rigurosa disciplina unida, sí una reacción de su soberbia es lo que la obliga a ejercer el dominio que no tuvo sobre su familia.
Ella es conciliada con devoción por una dama de compañía, que también es de costumbres chapadas a la antigua y rancios prejuicios, como le hubiese gustado a su madre que fuese. Esa dama conciliadora es quien ordena y dirige a las doce empleadas domésticas que se encargan de la exigente alimentación e impertinencias de los afortunados felinos domésticos, una por cada gato.

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La madre de la dama de alcurnia simbólica fue una distinguida dama de raza social, nace en un pueblo donde los ricos escasean y los clubes de sociedad aún no han empezado a separar los estratos por categorías. Casó esta señora con un hombre rudo que llega del campo a la ciudad y levanta una fortuna. Ella, rica en virtuales prosapias simbólicas, fue obligada por las conveniencias a esta unión desigual que, a la postre fueron de gran valía económica para su única hija: la dama de alcurnia simbólica que, después heredaría la fortuna que no disfruta en vida de su padre por ser este un pobre, hombre rico.

Su padre le costea orgulloso los estudios de Economía en una costosa Universidad de Norte América. Eso de la economía lo entendía él como una gran manera de ahorrar, por que en su concepto la supremacía económica de ese país, por decir los siempre dolidos: “Monopolista, prestamista y policía del mundo, le venía de su Economía de Baúl”. Pues él tenía noticias de las grandes cantidades de oro que guardaban en baúles. Por ello decidió mandar a su hija para que estudiara los secretos de esa economía. En retribución a su voluntad de estudios, resolvió pagarle las cuotas de ingreso al Club Social que entonces ya ha tomado gran auge en la ciudad. Es allí en donde crece como el ave Fénix la alcurnia de la clase social que ella simboliza.

Ella, la dama de alcurnia simbólica; casó con un heredero de grandes pergaminos de sociedad, conseguidos en la cultura de un Club Social. Pero que contrario a su padre y en algo parecido a su madre, era un rico, hombre pobre.

Desde tiempo atrás la dama de alcurnia simbólica venía olfateado la decadencia de esa sociedad que, consumiéndose en las malversaciones ostentosas sin tener dominio fijo de grandes fortunas, pudiesen soportar el ritmo que exigen las apariencias ya insostenibles después de haber perdido privilegios, más sí la economía bandera originaría del campo iba en inminente declive. Dada la creciente proliferación de ancestros, mientras la modernidad crecía como un gigante indomable ante los ojos de quienes no habían podido descifrar sus estrategias económicas.

Ya el dinero ha empezado a deslumbrar a la gente, y los rancios simbolismos de alcurnia empiezan a perder valor en la bolsa económica. No pocos se dejan arrastrar por las redes de la corrupción, también por dificultades de conformación. Y, llegan los ricos emergentes, los que no necesitan blasones de sociedad, y dominan en las altas clases sociales, y en los negocios, y en la política y... el dinero se gasta a manos llenas. La opulencia reina, poco importa la tradición de los viejos ricos. Quien había dilapidado su fortuna ahora es un pobre, hombre pobre. !Viva! ¿El rico emergente?

Texto agregado el 16-12-2003, y leído por 323 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-01-2004 Es una crítica social con algunas imperfecciones de camino, pero amena y mordaz. Saludos. Gabrielly
20-12-2003 Un relato que se pierde, que quiere ser sátira y molesta tanta repetición de las mismas palabras. No hay un hilo conductor muy manifiesto, el autor salta de aquí allá sin dar respiro al lector y la idea de este escrito se pierde en las rabietas de quien lo ha escrito. Sugiero lo revises, no se condice esto con la belleza que has subido, por ejemplo en poesía. Tu fuerte no parece la prosa, por lo que he visto en dos narraciones tuyas. Se puede ser sarcástico y denunciar también desde los versos. Una cosa muy personal, los gatos me caen pésimo, son traidores y falderos, me parecen despreciables, sobre todo cuando haces mención de la casta de los angoras, una imagen pobre...por favor revisa esto, que me he desilusionado de una pluma que hace un rato encontré maravillosa en los versos. FaTAMoRgAnA
 
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