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[C:19898]

Lloraba aquel niño sentado en las aceras de la ciudad, la desesperación, y el hambre lo atacaban sin poder hacer mas nada que entregarse a la bondad de pocos.
Aquella ciudad, un gran bloque intraficable de concreto, parecía ser -más que un hogar- una cárcel al aire libre.
¡Pobre muchacho! Solo y abandonado a las buenas de Dios. Aquel niño crecía entre el smok, entre carros, entre calles. Es una especie de soledad acompañada de aquella gente que pasa por su lado, pero que a su vez lo ignoran. Parece un fantasma de nuestra sociedad.
La fortaleza de Ito –como lo llamaban algunos de sus compañeros de calle- se derrumbaba ante la miseria, pero a la vez le endurecía el corazón. Un corazón aun blando por la inocencia que poseía cualquier niño de su edad. Contaba pues Ito con siete años, pero tenía que esforzarse para ganar el sustento diario como cualquier adulto de este mundo.
Ito crecía en aquel mundo, sin juguetes, sin cariño, sin amor, sin compasión. Deseaba todos los días no haber nacido, deseaba – en el fondo de su alma tierna- haber muerto, no sufrir como lo hacía.
Pero por sobre esos deseos negativos, en aquella alma, que renacía todos los días con el salir del sol, predominaba un pensamiento.;Era el ser grande, el de crecer y poder tener aquello con lo que pudiera ayudar a sus compañeros de calle.
Aquel llanto y sentimiento, se transformaba en un deseo inmenso de superarse, de renacer de entre las cenizas de nuestra sociedad. Ser un pequeño “ave Fénix” del siglo XXI.
El deseo incomesurable de tener una vida digna y justa, se mezclaban con la falta de alimento, con su miseria, con la basura, y hasta con las enfermedades.
Decidió Ito un día asomarse a una escuela cercana de donde convivía con sus amigos de la calle. Pero por ser un niño sucio y pobre, jamás logro pasar de la puerta, detenido por un vigilante, que a pesar de Ito demostrarle su gran deseo de estudiar, se negaba a dejarlo entrar a esa escuela. Sin embargo, la parte de atrás, entre un enrejado y un árbol, se dejaba ver claramente una de las clases de esta escuela.
A partir del descubrimiento de Ito, de poder ver -al menos- como se daban aquellas clases en esa escuela, no falto ni una sola mañana a ese árbol, que le proveía de una vista de aquella clase. Memorizaba cuanto podía, aprendía, no sólo los valores académicos, sino los morales que impartía en aquellas clases.
Pero su pobreza, su falta de hogar, su soledad, la indolencia de muchos de nosotros, eran grandes obstáculos para aquel niño. No es fácil acostarse sin haber no comido en todo el día.
Un día, todo aquello asintió en la salud de Ito, una noche tibia de aquella ciudad, el niño sentía titiritar todo su cuerpo, a pesar de las cálidas temperaturas del ambiente. No entendía el niño de enfermedades. Sentía mal su estomago, su cuerpo, sin embargo- y como muchos niños de nuestro país- se tuvo que resignar a aquello que le aquejaba.
Amaneció, y si casi haber dormido por el malestar sufrido, partió rumbo a aquel árbol que le había provisto de un sitio provisional donde aprender aquello que sus padres-que jamás conoció- nunca le enseñaron.
Luego de montarse en aquel árbol, para poder escuchar y ver mejor lo que aquella maestra-bella y joven- enseñaba y decía, sintió un frío que espantó todos sus sentidos de la realidad. Sintió que el mundo le daba vueltas. Y cayó de aquel árbol, que días de aprendizaje le había proveído.
Lamentablemente, el piso enrocado del cual nacía aquel árbol-que tanto cariño le había tomado Ito- y luego de su caída, en la que el cráneo de aquel chiquillo golpeó estrepitosamente una de las piedras de éste, muere Ito.
Pobre niño, muere en la pobreza, en la miseria, en la impotencia, pero con uno de los más grandes espíritus que jamás haya visto.
Aquella alma voluntariosa, con ganas de surgir, de crecer y fortalecerse, encuentra su muerte en el deseo innato de aprender.
El rumbo de su vida no estaba desviado, pero tal vez la indiferencia de muchos hace que algunas de estos seres llenos de vida mueran, quizá no físicamente, pero si en sus ganas de ser grandes.
¿Cuantos “Itos” mas dejaremos morir?


Texto agregado el 12-12-2003, y leído por 184 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-11-2004 me gusto mucho aunque un poco triste pedrot
 
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